23 de Octubre 2022
aquí
La calle huele a fregona mal escurrida. Los botones de los semáforos están llenos de pegatinas. Pulse aquí para resetear el mundo. No parece estar funcionando. Pero los niños y los abuelos son los únicos que lo siguen intentando. En casa, el tomate de la primera balda de la nevera está replegándose sobre sí mismo. Como un universo tímido. Una vía láctea de pepitas. Cierro la puerta de la nevera como el astronauta que se siente a salvo al bloquear la compuerta de la nave. Y deja atrás la hostilidad del vacío. Está empezando a llover en el interior de las cabezas cerca de la costa. Todo el mundo parece estar a un par de malas decisiones de dejarse el paraguas en casa. Salir a la calle y no volver nunca más. La psoriasis avanza como un ejército silencioso. Anexionándose territorios de lo que queda de cuerpo. Con incendios que arden bajo la piel. Cada uña rasca lo que ya no puede recuperar. El cáncer del filósofo, el cáncer de mi amigo. Entender el proceso de la muerte me está haciendo virutas. Que no es otra cosa que la muerte en sí misma. Como un lápiz que se erosiona y cada vez escribe menos porque sabe que esto se acaba. Pulse aquí para resetear el mundo.
3 de Octubre 2022
harp
En esta ciudad hasta las gaviotas beben cerveza negra. Y los niños. Y las abuelas. Y las alcantarillas que la engullen a la velocidad del orín. Molly Malone y el sudor agrio de los cantautores que unen una canción con la de la calle siguiente, convirtiendo la ciudad en el camarote de clase baja del Titanic. Donde los violines chirrían los pies que cuando salgan a la calle, y crucen el puente, pasearán la suela ante las miradas de hambre y desesperación de una clase ya perdida. Hundida y destruida. Por el frío y el ladrillo. A quien nadie supo ponerle contrapeso al globo. Y sólo cuando estaba en el cielo, alguien entendió que la espuma sólo sube con burbujas. Inmobiliarias. Que se llevan vidas por delante. Como las del cementerio de los sin nombre. Y los ojos del niño que hace malabarismos con tres pelotas y ocho años. Y los tres niños convertidos en hombres que tiran de la carreta de caballos. Para que los turistas los usen de limpiabotas del futuro y les saquen brillo a los hashtags. Sólo quiero ser irlandés. Para estar eternamente borracho y ser amable con la vida. Educadamente desesperado. Como alguien que no espera nada. Santiguarme. Y pedir otra pinta.
21 de Septiembre 2022
sin_nombre
Soy incapaz de explicar la tristeza que me produce esta ciudad. Ni siquiera me gusta teclear su nombre. Lo he escrito varias veces y borrado un par más. Paseo por las mismas calles que antes porque me aterra pensar que existan otras aún peores. Un laberinto más estrecho y de paredes más oscuras, quizá. Así que sigo el rastro de migas de otras veces. Convencido de que los ricos no quieren pan seco. Y que seguirán ahí, en el mapa de cada ciudad que enterramos en la arena del cerebro. Atardece y las farolas no se iluminan ante la amenaza del gas. He pasado junto a una pastelería portuguesa y he pensado en ti con la nostalgia de un portugués pero la frialdad de un alemán. Pasteis de nata. Frisch aus dem Backofen. He cenado en un napolitano. He visto desde la calle un horno de piedra y mi corazón de harina, con los bordes ya quemados, ha latido en burbujas de tomate. Están muy contentos de que les hable con mi falso italiano. Lo prefieren a mi falso alemán. Así nos entendemos todos. Buonanotte. Danke schön. Al salir, las farolas iluminan el rastro de miguitas hasta el hotel. En realidad está ciudad siempre se ha portado bien conmigo. Muy bien, diría. Pero le tengo un rencor inmerecido. Y saber que estoy siendo injusto me decepciona, me entristece, me cabrea. Y me nublo más que el cielo. Y conforme empieza a llover se destiñe mi alma negra. Y eso sólo lo consigue una persona y una ciudad. Y siempre me prometo que no volveré a ellas.
17 de Septiembre 2022
ganchitos
Veo desde aquí la palabra cumpleaños deshinchada. En globos plateados al otro lado de las ventanas. Los niños, tranquilos después de la histeria del azúcar, miran al suelo desde el sofá en una especie de luto de abstinencia. La cara de la madre iluminada por la pantalla azul de datos. El hocico del perro entrando bajo el sofá, como un tren de alta velocidad encallado en la boca de un túnel, en busca del último ganchito. El padre en la habitación contigua jugando al solitario. En lo que sería un anacronismo tecnológico, si no fuera porque el hombre ya no pertenece a su tiempo desde que decidió que ya no pertenecía a su vida. Más o menos cuando los niños empezaron a celebrar cumpleaños. Y los globos relucían henchidos de helio. Y todo parecía tener sentido, con flashes analógicos, el ruido del carrete, y los aplausos desacompasados de los abuelos. Y la ilusión era real y no fingida ante el hashtag de soplar la vela. El fin de fiesta suele llegar antes de entender por qué estamos en la fiesta. Un niño gordo me saluda desde la ventana. Como si yo fuera un camarero y aún pudiera servirle una última cerveza. Y él pudiera bebérsela.
6 de Septiembre 2022
cubierta nueve
En el barco existen dos barcos. Pero uno no lo ves. Nunca llegas a las tramoyas. A la parte invisible. A la grasa, y al acero, y al olor a combustible. La moqueta es la frontera con la otra dimensión. A este lado, los tacones y los mocasines se amortiguan. Y no puedes ver el resto de agua en las suelas de las botas de seguridad. Quizá alguna huella de agua en una escalera de incendio. Un cambio de turno de caras exhaustas. Una compuerta que se cierra, pero que no deberías ver que se está cerrando. Porque como en cualquier truco de magia, todo depende de milímetros, del ángulo de visión, de lo cansado que esté el mago, y del tiempo que le quede al número hasta que caiga el telón. Un marinero portugués me ha explicado que es invisible porque yo no debería estar viéndolo. Así que ambos hemos asentido. Supongo que visto desde fuera yo asentía a la nada, en un pasillo vacío, junto a una salida de emergencia. Él no existe y yo no he visto las tramoyas. Ni los bajos fondos. Ni el color de seguridad de las tuberías. Ni escuchado los pasos acelerados. Ni la ensalada de idiomas que rebota en las paredes metálicas como un millón de pelotas de squash. Ni los rasgos cansados de todos los continentes. Yo no he visto nada de eso. Porque no existe. En este barco no existen dos barcos.
5 de Septiembre 2022
cubierta diez
No tiene sentido. Pero sólo te das cuenta cuando llegas al fallo muscular. En la última repetición de la última serie. Dejas caer las mancuernas al suelo de caucho del gimnasio y te quedas con la mirada perdida en alta mar. Entonces entiendes que no tiene sentido estar entrenando en un crucero de lujo. Atravesar el mundo, sin apenas darte cuenta, en silencio, flotando sobre toneladas de acero, levantando un pocos kilos por encima de la línea de flotación de los hombros. Sólo escucho techno repetitivo, amortiguado al otro lado cristalera, que proviene de la piscina. Se cruzan los gordos con los esculpidos. Todos con hambre y todos locos. Gente que viene y va. Sonriente. Bronceada. Una secta desordenada. Los vigoréxicos desprecian a los hedonistas. Y éstos los compadecen. La puerta corredera del gimnasio se ha abierto dejando entrar un poco de techno. Una chica se ha sentado junto a mí y ha dejado en el suelo un batido de proteínas de vainilla y una piña colada. Si no fuera por la forma de la copa el contenido es indistinguible. Da un sorbito de cada recipiente entre repeticiones. Agita el batido y mueve la sombrillita del coctel. El mundo necesita equilibrio. Empieza a atardecer y los actores vuelven a sus habitaciones. Todo el mundo necesita una ducha. Las alcantarillas se llenan de sudor. Del que no tiene sentido.
4 de Septiembre 2022
cubierta once
Trescientas cinco personas. Está escrito en letras blancas sobre la cubierta rígida del bote salvavidas. En realidad parece un batiscafo. Un pequeño submarino que llevaría a los elegidos al fondo de una dorsal oceánica. A una nueva civilización. Sin dejar rastro de su vida anterior. Una vía de escape para los millonarios que se suban a la cáscara de Noe. Al principio flota como una almendrita, pero poco a poco, se hunde sin dejar rastro. Sigo pensando que es imposible que quepan trescientas personas, muy juntitas, en las dimensiones de la barquita. Quizás noventa o cien, en el mejor de los casos. Así que en seguida entiendo que la gran evasión sólo está dimensionada para los pulseras negras. Cuando llegue el momento, el sistema de grúas irá dejando los batiscafos rojos sobre la superficie del mar. Escogiendo a un puñado de elegidos, como en una de esas máquinas recreativas, en las que una pequeña garra metálica escarba entre la plebe hasta quedarse con el peluche adecuado, salvándolo del resto, y llevándolo a la salida de emergencia. Donde una mano desconocida lo salva y le proporciona una nueva vida. A la tripulación de pulseras negras, en cuanto escuchen la señal acústica, abandonen el barco. Y cualquier tipo de vida previamente conocida.
3 de Septiembre 2022
cubierta doce
La gaviota me mira desde la barandilla. El servicio es tan rápido que aquí no hay desperdicios de comida. O, al menos, las gaviotas no están invitadas. No es fácil aguantarle la mirada a otra especie. Espero que para ti tampoco lo sea. A los dos nos da igual la exquisitez de este desayuno preparado por un cocinero de estrella Michelin. Veníamos a por la supervivencia. Tú tienes hambre y yo resaca. Estamos cerca de puerto y tú conoces mejor la zona. Puedo dejar, disimuladamente, una parte de huevos revueltos oxigenados con esnobismo, y media tostada francesa. E incluso, pedir algo de salmón, que a mí me provocaría un shock anafiláctico en apenas segundos. Así que tendrás que ser rápida. Cuando los uniformados con mandil y sonrisa desaparezcan de cubierta, sacudiré la servilleta, acercaré el plato a la barandilla, y deberás aterrizar a este lado de la mesa. Soy un pulsera roja sin barra libre de desayuno. Espero que lo disfrutes.
He visto cómo la gaviota desaparecía hacia la línea de costa con el botín en el pico. Ha aleteado tan rápido como las piernas en el robo de un banco. He podido ver cómo miraba agradecida. Pero he sido incapaz de aguantar la mirada.
2 de Septiembre 2022
cubierta trece
Es un pulsera negra. Porque eso es en lo primero que te fijas cuando te cruzas con alguien. Un rápido vistazo a la muñeca para calibrar con quién estás tratando. Un pulsera roja no tiene incluidas las copas. Un pulsera negra sí, y duerme en una suite, y tiene zonas especiales del barco para él, y se comporta como un Bentley. Es elegante, pero marca status. Así que ha entrado en la sala de fumadores y se ha sentado junto a un enorme ojo de buey. Ha sacado dos cigarros de una pitillera plateada. Ha encendido uno y después de la primera calada ha llamado a su mujer. Tiene un marcadísimo acento gallego. Algo ronco. Y le ha dicho que la echa mucho de menos. El barco es precioso, ojalá estuvieras aquí. Esa ha sido su última frase. Después la comunicación se ha cortado y el hombre se ha quedado mirando al suelo. Lo único que se escucha en la sala de fumadores es el zumbido del aire acondicionado y los avances de las máquinas tragaperras. Hay sillas altas para que los jugadores puedan ver cómo sus moneditas caen en el fondo del mar, aunque en realidad se queden en la caja fuerte virtual del barco. Aquí, ni los tesoros ni los doblones existen. Una inglesa pulsera negra ha entrado en la sala y se ha sentado en el quicio del ojo de buey. El gallego le ha tendido el segundo cigarro que reposaba sobre la pitillera. Ha apoyado su cabeza sobre el hombro de la inglesa. Se han quedado mirando el horizonte. Y el rastro de agua que dejamos con nuestras mentiras.
1 de Septiembre 2022
cubierta catorce
Aquí es donde no pasa nada porque en realidad es donde pasa todo. Pero no debe parecerlo. Porque aquí duermen los ricos. Y esto no es como el transatlántico del iceberg. Aquí el dinero baila más que en los camarotes de tercera clase. He visto entrar a seis personas con las cejas y pestañas fluorescentes en un camarote individual, y no salir hasta el amanecer, como libélulas inversas. He escuchado zumbidos y ruido de motor cuando este es el punto más alejado de la hélice. He visto a SD, un pequeño italo-británico que corre por los camarotes con una cinética superior a la velocidad de fase y la velocidad de grupo. Reparte golosinas marítimas que en tierra serían incautadas. Le llamamos SD porque tiene una cicatriz en la parte posterior de la cabeza. Un corte perfecto por el que cada noche alguien le cambia la tarjeta de memoria con una nueva misión programada para esta Matrix marítima. No es un gran apodo, pero es un gran personaje. Un buen secundario de una peli de Guy Ritchie, un niño extraño encerrado en una jaula en The Goonies. Un buen camello de mar sin un ancla tatuada. Está amaneciendo en la cubierta catorce. Las libélulas vuelven a sus camarotes. Y SD a su jaula en la sala de máquinas. Cuando los ricos se acuestan, los aspiracionales se despiertan.
31 de Agosto 2022
cubierta quince
Estoy corriendo en una pista de atletismo para hámsteres millonarios. En la cubierta quince puedes ver cómo amanece, mientras das vueltas sobre un falso tartán de 240 metros de recorrido. En la curva de popa varias instagramers hacen el saludo al sol. Hashtag yogaonboard. Hashtag morningroutine. Se acercan a la barandilla con el móvil en alto y retroceden. Sonríen durante la grabación y fruncen el ceño al bajar el móvil. Microsatisfacciones, supongo. Más likes que gotas de sudor. En el metro 40 del tartán, un ruso con una cicatriz de norte a sur del pulmón fuma un puro y dice que no entiende qué hago corriendo a estas horas. Yo tampoco, Vadim. En cubierta se cruzan las obsesiones como los vientos de proa. Nos acercamos a un puertecito donde el diminuto francés empezó a sacar cabeza en mil setecientos noventa y tres. Dejo de correr, me apoyo sobre la barandilla, y veo tantas fragatas que si guiño los ojos puedo ver el tablero de hundir la flota. Cada vez nos acercamos más, y a babor un portaaviones, y a estribor un crucero. Susto o muerte. La misma eslora, con diferente pintura. Vadim da una última calada al puro y dice. Estáis todos locos. Y se ríe como un loco más.
30 de Agosto 2022
cubierta dieciséis
Es un Empire State tumbado. Flotando en mitad de la noche. 280 metros de eslora que brillan en balconcitos con hamacas rojas. No quiero escribir sobre esto sin releer antes a Foster Wallace. Porque esto es algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer. Le prometí al escritor americano, antes de que suicidara, que nunca me embarcaría en un crucero, pero él nunca lo supo; era un secreto mío para con su literatura. Aún así, cuando salgo a la cubierta dieciséis en mitad de la noche y veo el tizón negro de agua plana e inmensa, tengo una sensación de irrealidad tan horrible que me planteo si quizá sigo en casa, y todo es un croma verde. En el que una inteligencia artificial proyecta lo más obsceno del turismo de masas y los actores son figurantes de un barrio rico sin demasiado estilo. Una columna de humo blanco sale de la enorme chimenea roja, en una eterna fumata, y sólo puedo pensar que esto es un llavero sobre el que Dios posa el dedo y arrastra el barquito sobre su bañera láctea. Lo único más grande que el ego de los hombres es el ego de Dios. Y puedo notar cómo el radar gira, cada vez más rápido, como una hélice corta de helicóptero, al detectar la presencia del omnipresente en aguas internacionales. Un hombre se ha sentado junto a mí y me ha pedido un cigarro. Yo sólo estaba apurando una cerveza y pidiéndole perdón a Foster Wallace en silencio. Como casi siempre.
12 de Agosto 2022
klapparstigur
Un frío de los que te abre la cabeza como una radial a una sandía. Un corte limpio y dentro no queda nada. Sólo frío. Y el viento que cepilla el interior del cerebro, como un rastrillito a un jardín zen. En las miradas sólo hay alcohol. Y nada más. Ni deseo, ni pena, ni visceralidad, ni euforia. Nada. Sólo alcohol. Como si se hubiera cortado el cable submarino que une el ojo al cerebro. O simplemente que hace tanto frío en el jardín rastrillado que las imágenes se procesan sin ningún tipo de interés.He pagado dos mil coronas por una mala cerveza. Pero el casco vikingo tallado en el vaso me devuelve el buen humor. En la calle nunca es de noche, pero tampoco de día. Llevo lunas sin ver la luna. A través de esta persiana tableteada veo que al otro lado de la calle la única luz es la de una bicicleta mal aparcada. El repartidor ha aparcado rápido, bajo el letrero azul de la calle Klapparstigur. Trece letras, me ha costado contarlas. He tenido que guiñar un ojo. Primero el izquierdo y después el derecho. El repartidor no aparece y la luz de la bicicleta es cada vez más tenue. La cerveza está por debajo del casco de vikingo. Ahí fuera, el frío te abre la cabeza como una radial. No sé por qué, pero no estoy demasiado preocupado. No anochece, ni siquiera en mi cabeza.
8 de Agosto 2022
ballenas jorobadas
El arponero ballenero tiene la mirada tan perdida como los dientes. En realidad no te mira, sólo te apunta con los ojos. Pero hay un pozo recóndito en el túnel de su retina que te lleva a su cerebro. Ya no es ballenero, ahora sólo el mecánico de esta vieja barca. Y ese sólo acentuado suena a degradación. No es lo mismo cazar ballenas que avistarlas para turistas. Bajar a la sala de máquinas, comprobar que todo funciona lo suficientemente mal como para seguir a flote, y al final de la excursión repartir una tacita de chocolate hirviendo entre los abuelos que no hayan vomitado en cada fiordo. Las ballenas emergen cada catorce minutos como una atracción perfectamente engrasada. El ballenero suspira, la ballena suspira, los turistas disparan flashes y cae el telón hasta el fondo del mar. La próxima función empezará en catorce minutos.
20 de Julio 2022
pequeño
No soy consciente de mi mal estado de ánimo hasta que me doy cuenta de lo malos que son los libros que estoy leyendo. Supongo que como mi tiempo ha dejado de tener valor, no me importa dedicárselo a cualquiera. Intuyo que quedan libros buenos ahí fuera, pero no me los merezco, me digo. O eso dice la voz triste que lee en mi cabeza. Ya sabes, la voz que te cuenta un cuento para que tú te lo creas. Pero en el fondo sabes que la voz y tú no sois la misma persona. Aunque te convenzas en creer que lucháis por lo mismo. Así que cuando me siento a escribir, lo que sale es terriblemente malo, predecible, recauchutado. Y no hay por dónde cogerlo, ni leerlo, ni reescribirlo. Y sólo cuando me alejo del teclado, empiezo a entender que cualquier intento de literatura, de lo que acaba siendo un mal libro, es muy probable que se haya escrito en un momento de pésimo estado de ánimo. Por eso, cuando estés triste, no escribas. Y así le evitas a quien te lea unas líneas tan malas como estas. Aunque quizá él, a su vez, también esté pensando que se las merece. Que poco importa su tiempo. Perdona. Sólo es un día pequeño, como todas las ideas que orbitan en torno a él.
18 de Julio 2022
check one, check two
He soñado contigo de un modo impreciso. Era tu cara pero no eran tus manos. Nos escapábamos de una facultad que era mitad tuya, medio mía. Eran mis ladrillos, pero tus muros de piedra. Algo nos seguía, sospecho que el pasado, pero no la pesadilla recurrente de no haber acabado la carrera. Sé que no eran tus manos, porque al dártela, tus dedos se escurrían sin sudor. Mientras escribo esto, he mirado a la esquina inferior de la pantalla para comprobar el año. Dos mil veintidós, parece. En el sueño éramos mucho más jóvenes, especialmente yo, porque tú siempre lo has sido. Soy incapaz de asumir mi edad como soy incapaz de asumir que al despertarme no estuvieras al otro lado de la cama, conectada por un cordón umbilical a mi cerebro. En nuestro intento por escapar de lo que fuera que nos persiguiese, he saltado al vacío cuando las cosas se han puesto complicadas. Espero que eso te haya permitido salvarte en tu lado del sueño. Perdona que no me haya despedido. Al despertarme, en mi cabeza sonaba The Silence de Manchester Orchestra. Check one, check two.
17 de Julio 2022
43
Me he abierto la cara con una lama de parqué. Estaba desmontado, lama a lama, en la terraza. Ordenado. Con un número escrito, con mala letra, en rotulador negro. La temperatura de los últimos días no ha bajado de treinta mediterráneos grados. Pero esta mañana una tormenta de verano, o de cambio climático, ha empezado a regar nuestras cabezas. Y las lamas que se tostaban al sol han empezado a mojarse. He corrido descalzo, hasta notar el agua en los pies sobre las baldosas de la terraza que aún hervían. Me he resbalado al coger el primer grupo de lamas. Y la número 43 me ha segado la cara. La mejilla izquierda ha empezado a chorrear sangre. He pensado que ha debido ser un corte limpio pero profundo. Como una hoja de papel cabreada. He corrido con la mano en la cara tratando de taponar la herida. Ante el espejo he visto cómo la sangre empezaba a escurrirse por la muñeca. Debo reconocer que estaba asustado. No sabía si lo correcto era lama o lámina.
15 de Julio 2022
after shave
Es difícil describir el asco que me produce este nuevo after shave. Debería llamarlo loción de afeitado, pero utilizar un anglicismo innecesario es sólo el reflejo ante la náusea en el espejo. Es oleoso, untuoso, y lejos de revitalizar, envejece. Convierte las mejillas en sopa colgandera y caliente. Es una sensación de muerte tan prematura que hasta entristece la mirada. Yo, que me prometí hace dos vidas, cuando empecé a afeitarme, que compraría todas las existencias del after shave que papá utilizaba. Porque intuía que esa sería la única forma de preservar su olor cuando se fuera. Y como siempre, creía que tendría tiempo. Que podría ir recolectando egoístamente todas aquellas botellitas de cristal con el olor de papá en un líquido azul. Y que podría invocarlo sólo con girar el taponcito, como al genio de la lámpara. Y al final, resulta que ha muerto el after shave antes que papá. Se acabó la producción. Con la pandemia, o la guerra, o el buen gusto. Así que aquí estamos, ante el espejo. Afeitándonos antes de una boda. Con una terrible cara de asco. Pero felices de seguir vivos.
6 de Julio 2022
mazel tov
El rabino tiene las manos de un lobo, si los lobos tuvieran manos, y los rabinos fueran lobos. Y lo supe cuando me agarró, en la inercia de un baile en espiral, empequeñeciendo mis deditos, mientras mis pies se enredaban entre el deber y el saber. Estaban todos tan borrachos como sudados. Estábamos. Podía ver cómo el sudor y el alcohol brillaba en las barbas y en los escotes. Había más tripas que tobillos delgados. Pero violines y copas biseladas. Alguien perdió un reloj y yo encontré un reloj entre los tacones. Alguien se hernió levantando una silla, pero nadie llamó a un médico. No formaba parte del ritual, aunque todos fueran médicos. La mujer del rabino cantaba como los ángeles, aunque no sé si es una expresión acertada. Estaba tan borracha como su marido, pero sus ojos azules evocaban otro mar. Y eso lo podía ver cualquiera. Especialmente el padre del novio, que era marino, de los de verdad, de los de antes, de los que te arponean el alma con una sola mirada. Si tú has visto a Moby Dick, no seré yo el que lo dude. Y entre decadencia y exaltación, nadie parece darse cuenta de la tristeza de los novios. Todo el mundo parecía querer esta boda, menos ellos. Mazel Tov tiene una sonoridad preciosa. La vamos a necesitar de camino a casa.
3 de Julio 2022
37L
Decidí que escribiría una novela corta, rápida, y mala en lo que dura un trayecto de avión entre Nueva York y Madrid. Era una idea entre mala y peor. Pero no tenía un libro, ni auriculares con los que escuchar una de esas películas de pantalla pequeñita, y lo peor, tampoco tenía sueño. 37L viaja con un perrito. Y ahora nadie sabe dónde está el animalito. Y uso el diminutivo porque no me imagino a bordo a un mastín en este vuelo en el que no cabe un alfiler facturado como equipaje de mano. Andamos buscando a Ramón, que así se debe de llamar el perro por lo que hemos deducido de los gritos de 37L. El hombre tampoco parece estar muy preocupado. No debe de ser la primera vez que Ramón se va a descubrir mundo por los pasillos de un Boeing. Siempre me han gustado los perros con nombre de humano. Uno piensa en su vecino, o en su tío muerto, o en un antiguo jefe jubilado. 42E ha gritado Here he is! Y ha levantado al perro como a un trofeo. Como un Simba facturado.
21 de Junio 2022
amarilla
Es un calor pesado como un ejército plomizo. La otitis ha desaparecido y tengo la sensación de haber recuperado la mitad de la cabeza. Recuerdo las olas, pero no recuerdo tu nombre. He visto miradas de ternura desde la orilla. No nos conocían, pero no sabían que nosotros, entre nosotros, tampoco. Había tanta arena en tu guantera que parecía un sarcofaguito lleno de mapas. En realidad ya nadie tiene mapas porque a nadie le importa dónde estamos. Si hoy fuera un día, sería un domingo, supongo. En el chiringuito una niña baila un tiktok con su abuela. La mujer pierde el compás, pero la indulgencia de la niña conseguirá likes. El chiringuito aplaude, pero nos hemos callado todos al ver a la socorrista abandonar su torrecita de madera. Ha corrido hacia la orilla, como un guepardo en busca de un tiburón. Era una amenaza que sólo existía en la colchoneta de su cabeza. Como la mayoría de veces que uno piensa en un tiburón. Te has reído, nerviosa, al ver cómo poco a poco las mentiras han empezado a flotar en la orilla. Han izado una bandera amarilla. Mientras nuestros tobillos se arrastran hacia, por, para, la corriente.
11 de Junio 2022
búhos
Los contadores de luz parpadean, como búhos de ojos rojos, en mitad de la noche. Todas esas caras digitales me miran al entrar al portal. Subidas a ramas de cables junto a una fila de buzones de piedra. Si no enciendes la luz, parece un cementerio. Si lo haces, los búhos parpadean, registrando una nueva visita, lo que te convierte en el próximo muerto del portal. He esperado a que el detector de movimiento se aburriera de mi presencia. He vuelto a casa tan decepcionado, que las luces se han apagado en seguida; mi alma ha dejado de ser detectable a los tres segundos. Me he agarrado fuerte a la barandilla, como cuando no tienes claro de dónde vienen las olas. He abierto la puerta casa y en seguida la ventana que da al mar. Quería ver cómo se movían los geranios. Un par de llamadas perdidas me han iluminado el bolsillo, pero no era el faro que andaba buscando. He dejado que se apagaran. Como los gritos de los borrachos calle abajo. Después, el silencio, la sirena de una ambulancia, me ha recordado que esta noche era el entierro. De una amistad.
13 de Abril 2022
Dejamos que se mueran como palomas de frío. Con los órganos violados. La piel quemada. El salón de casa bombardeado. La abuela que ya no existe es la que sobrevivió al anterior holocausto. Muerto el perro se acabó la razia. El cazador ha salido a disparar. No están muriendo sólo de frío. Todas las fotos son trigo y cielo. Pero el alfeizar de todas las ventanas está lleno de sangre. Una vez inoculada una idea, alguien inventará una frase más grande que la propia historia. Otros la exhibirán en tinta invisible en pancartas en blanco por las que acabarán siendo detenidos. Cada vez que alguien escribe represión, otro alguien está pensando en cómo reprimir. Las manos que tienen el botón rojo al alcance tienen párkinson. Tiemblan tanto que nunca aciertan. Pero nunca sabes si es el párkinson o la demencia. Cada ajedrecista ha escogido bando. El campeón mundial lleva años advirtiendo que las blancas moverían antes. Desde el exilio, a kilómetros del tablero. Qué pensarán los peces bajo los yates confiscados. Inmóviles como cuerpos en la morgue. Hay tantas miradas de dolor que es imposible apartar la vista y aguantar la mirada. Vergüenza ante el privilegio y la incapacidad ante el horror. Dejamos que se mueran como palomas de frío. Para que no nos corten el gas. Y durmamos calentitos.
11 de Diciembre 2021
frío
Sólo el que duerme solo habla del frío que pasa por las noches. Y describe la humedad en los pies. La madera del suelo que cruje. La languidez azulada de las plantas cuando la única luz es la de las farolas de la calle. La epilepsia de las girnaldas de navidad que parpadean como mandíbulas a la salida de un after. Puede amanecer varias veces en las noches que nunca anochece. No sé si es el insomnio o la cercanía con el polo. Me devora la psoriasis como un reptil lento. Mudo la piel como un asesino poco meticuloso. No dejo huella, pero sí rastro. He encendido el tocadiscos. El vinilo de When the Levee Breaks estaba puesto. La lucecita azul ha parpadeado y play. Mi cabeza gira a treinta y tres revoluciones por minuto. Al sacudirla, una pequeña escama ha caído sobre el vinilo. Me he quedado en cuclillas esperando a que la aguja alcanzase ese punto en el disco. Lo último que se ha oído. When the levee breaks, mama, you got to move,
4 de Diciembre 2021
colada
Estorninan los estorninos como palabras inventadas que llevan la frase en volandas a ninguna parte. Son las seis y he llegado tarde a las siete. He corrido hasta el faro. El virus me ha destrozado. He vuelto cansado y he notado cómo los estorninos lo notaban. Bajo la ducha, el agua hierve sobre la piel roja como la colada del volcán. Qué acabará antes. El volcán, la pandemia, o el suministro de cerveza para soportar todo esto. He leído un par de páginas de un libro malo antes de salir a la calle. Después de veinte días encerrado las cabezas revolotean en la ciudad pequeña como si fuera la gran avenida. Se encasquillan como las frases que soy incapaz de escribir. Cuando era joven sabía que la tecnología correría más que mis piernas. He pedido un café tras el QR. Estorninan los estorninos sobre el flujo de bits que no vemos en el cielo. Sabía que llegaría tarde, pero no que ocurriría tan pronto.
21 de Noviembre 2021
plástico
Es una sensación plástica. Nada huele, nada sabe. Los sentidos se han perdido como arena en el bolsillo del bañador de un niño. Sabes que en algún momento estuvieron allí, pero se han escurrido, al intentar recuperarlos, por alguna rendija de la memoria. He clavado la punta del cuchillo sobre la esfera de queso, y al chupar e intentar oler el metal, he necesitado subtítulos para recordar a qué debería saber y oler la comida. En mi cabeza, he escuchado la audio descripción de la organoléptica. Pero aún así, no funciona. He hervido café sin demasiado entusiasmo ni la ilusión por el primer sorbo, me he quedado mirando los hoyuelos que forman las gotas al caer, y he pensado que un café que no sabe sólo sirve para mantenerte despierto en una realidad extraña, como un sueño febril las primeras noches de síntomas. Es otoño y he estado a punto de matar a papá y a mamá. Dos años evitando que alguien lo hiciese. Y al final, como en las malas películas, el malo era el que menos lo parecía. En la videollamada todos parecemos de plástico. Nada huele a nada. Ni el miedo ni la culpabilidad. Por el contagio.
15 de Noviembre 2021
mariposas oscuras
Revolotean los drones como mariposas oscuras. En cada mirada hay láseres, miedo, y vergüenza. Bajo cada visera, las miradas esquivas, apuntan todas al suelo. No supimos esquivar el reconocimiento facial en la vieja época de las redes sociales. Queríamos ser alguien, y ahora somos unidades identificables. Están empezando a pavimentar la ciudad con suelo reflectante para que los drones nos puedan detectar en el reflejo de nuestras miradas esquivas. Las cirugías para la dismorfia dieron paso a las cirugías para parecerse a un enemigo y después para parecerse a un avatar digital pero no a una persona real. Nadie era ya la misma persona que nació en la época analógica. Los certificados de nacimiento se actualizaban, tras cada identificación, en tiempo real con un token indicando la nueva actualización de la cara del sujeto. Medio centímetro arriba en el arco de la ceja, medio puñetazo abajo en el pómulo izquierdo. Estamos a tiro de piedra de la computación cuántica. Una piedra que nos persigue desde el paleolítico. Y que, ahora que nos ha alcanzado, utilizaremos para desfigurarnos, resquebrajar las aceras reflectantes, y derribar las mariposas oscuras que cada noche revolotean sobre nuestra nuca. He apretado el paso mientras me he ajustado aún más la capucha. He encontrado en el mercado negro de Akihabra, una trastienda en la que introducen un bit de aleatoriedad en la cadena de ADN sin dejar rastro.
14 de Noviembre 2021
cuerda_quemada
Los faros de los frenos se apelotonan en la autopista como glóbulos rojos en un documental del cuerpo humano para niños. He atravesado un túnel de doble sentido, de dos bocas, que parecían fosas nasales vistas desde abajo. Como si estuviera arrodillado ante la autopista. No era una calzada de asfalto, era un organismo vivo. Y estaba haciendo conmigo lo que quería. El viejo truco de ennegrecer el paisaje en el retrovisor. Pero no por ello aclarar los kilómetros venideros. Sino carteles en tipografía tailandesa sobre fondos rojos heridos. Y quitamiedos reflectantes en exceso, cegadores, con las sonrisas de todas las cabezas que allí perecieron. En realidad sé que estás al otro lado del acantilado. En una playa de ceniza. Pero de espaldas. Y esta carretera no lleva hasta a ti. Ya ni si quiera recuerdo el tamaño de la mentira, pero sé que no puedo sostenerla en los brazos. Lo he notado en las muñecas, al parar el motor, e intentar despegar las manos del volante. Estaban atadas con cuerda quemada.
18 de Septiembre 2021
granja ajena
No era un sueño propio, sino adquirido. Venía de una granja ajena de inteligencia artificial contigua a la nuestra. Podía escuchar el zumbido de las cabezas circundantes, en mitad de la noche, mezclándose con los grillos, y los ventiladores que refrigeraban el hangar de la criptomina. Sé que el sueño llegó a través del protocolo, pero en realidad parecía transportado por el viento, acercándome la vida digital de la granja, que intentaba pasar desapercibida en mitad de la noche. En el sueño, en la cubierta del barco, nadie se dio cuenta del engaño. Yo era un polizón y no un pasajero. No hablaba mucho, pero brindaba con todos. Sonreía y acompañaba en las carcajadas. Un hombre me explicó que el algoritmo no se equivoca. Me dio un codazo cariñoso, y asentí. Pude ver el brillo digital de su pupila. Él sabía que yo era el único fallo del algoritmo, y aun así me encubrió. El esquema de todo lo que no sucede ya está escrito, es una nueva quiromancia, dijo. Los antiguos surcos de las manos son los nuevos cables de red. En cubierta, todo transita a la velocidad adecuada, pese al oleaje. El hombre se ha tambaleado después del tercer Martini, y se ha precipitado por la borda. Mi secreto está a salvo, he pensado. Era un robot nonagenario muy agradable. Gracias por todo. Nos vemos en el fondo del mar, junto al cable transoceánico, donde yacen los secretos. Al despertarme, he preparado café. Al otro lado de la ventana, un ejército de hormigas devora un caracol sobre la cubierta del banco de madera. El algoritmo no se equivoca, he pensado. Son las siete de un lunes, y ya no se escuchan grillos. Es un día nublado y las placas solares han dejado de alimentar la granja de cabezas. No hay zumbidos, ni ventiladores, ni sueños transportados por el viento. Las hormigas se comen al polizón. Mi vecino, nonagenario, minero de bitcoin, mira al cielo nublado, y dice. Así no hay quien genere una pensión.
30 de Agosto 2021
secarral
Vi a un coche echando marcha atrás en mitad de la autopista y pensé que estaban rebobinando el mundo. Cuando mientes más que hablas todas las palabras se convierten en un incendio, en un secarral de ramas quebradizas y sílabas balbuceantes, en fuego que arrasa las cejas de la confianza. El paisaje lunar anticipa un cambio de gravedad. Si ya sólo soy un satélite, no importa el quitamiedos que me salva del precipicio. Podría apagar las luces y seguir escuchando el ruido del motor, pero ni siquiera estoy sentado en el asiento del copiloto. Al levantar la mirada a la arboleda he sonreído al no ver el sol. Hasta que he recordado el sabor del extintor en la boca. Silencio en el incendio. No sonrías, no está permitido. No repitas palabras, porque cada una prende una chispa. Todas las caras del pueblo me miran. Pueden ver mi miedo, aunque estén pintadas en las paredes de las casas. Pero mi miedo es real y yo agacho la cabeza. El pueblo es tan bonito que puedes escuchar todas esas risas de óleos y cera de abeja. El único zumbido es mi vergüenza. Camino calle abajo hasta que entiendo que yo era el coche echando marcha atrás en la autopista. No estaban rebobinando el mundo. Sólo esperando el accidente.
13 de Agosto 2021
tenedores
Escucho tenedores sobre platos de verano. No veo la cerámica ni las manos que sostienen los cubiertos. Pero escucho las voces, los murmullos interrumpidos por alguna broma, las risas, las conversaciones repetidas agosto tras agosto, las toses adultas, los chorritos de agua, pero ya no escucho televisiones, ni las voces de los viejos que se fueron, ni las de los hijos que decidieron no volver. Escucho el calor, deshaciéndose como una gran gota de humedad que impregna de lentitud la noche. Escucho el alivio de los viejos que se fueron por ya no padecer el calor, al amparo del frío de la tumba. Escucho a los jóvenes reírse del futuro, como si tuviera sentido hacer otra cosa. El paraguas del cinismo nos salvará de la inundación que desperdigue a la próxima generación. Ahora que ya no se imprimen titulares no hay ríos de tinta sobre el calentamiento, pero las tipografías líquidas del scroll se escurren desbordando el cauce de la red. Los desastres sólo ocurren en la pantalla, en mi teléfono hay dos grados menos. Alguien dice que esta noche hay una lluvia de estrellas. Las luces de las terrazas se apagan y todos los niños miran al cielo. Cualquier deseo es una apuesta impagada, pero achina los ojos y no pierdas el rastro. Cuando llegue el momento ya no se escuchará tu tenedor sobre un plato. Me escucho pensar y me asusta lo que escucho. Cada agosto es otro agosto. Cada vez más sudado. Hacia el frío.
18 de Julio 2021
sombrilla
Un chico se ha caído en mitad de la plaza y nadie le ha ayudado. Se ha tropezado mientras colocaba las sombrillas de un bar. La gente seguía sentada y le miraban mientras mojaban cruasanes en café. Nadie se ha levantado. Eran las nueve y media y la nariz del chico ha empezado a gotear sobre la sombrilla blanca, impoluta, y asesina. Sí, pienso seguir utilizando la coma Oxford, pese a lo terrible del nombre. Su pierna estaba atrapada bajo el carrito con el que estaba sembrando de sombrillas los adoquines. No he visto la escena porque estaba en el baño del hotel. He escuchado un estruendo mientras estaba sentado en la taza del váter y por un momento he pensado en Vincent Vega. Al salir te he visto muy nerviosa, recolectando servilletas para intentar taponar la herida del chico. Le estabas hablando mal al camarero del hotel y en ese momento he comprendido que ocurría algo grave. Tú nunca le hablas mal a nadie. El chico sangraba cada vez más y tú le has tendido las servilletas. La sombrilla se estaba convirtiendo en una camisa flamenca de topos rojos destiñéndose en un tiroteo. El chico, desde el suelo, te ha sonreído como si fuera el final y tú la Virgen. Tenía tanta sangre en las encías que he podido escuchar el ruido de tus tripas. La plaza seguía mojando cruasanes que goteaban tanta indiferencia como sangre.
7 de Julio 2021
garganta azul
Hoy he sabido que te has suicidado. Uno nunca sabe cómo reaccionar ante un suicidio. Pero menos aún cuando la muerte llega mucho antes que la noticia. Y esos meses, ese lapso de tiempo, en el que uno sigue con su vida, sin saber que la otra persona decidió no seguir, son la forma más egoísta de la que soy capaz de escribir sobre esto. Pensando más en mi extrañeza que en el dolor que te llevó a hacerlo. La incomprensión tampoco puede explicarse a sí misma los metros que separan al brote psicótico, del balcón y el suelo. Hay partes que prefiero no imaginar y hay otras que no existieron, o eso me digo, porque no quiero escribir que el recuerdo es una desolación proyectada. Me he quedado dormido leyendo lo último que dejaste escrito. Hace frío, pero sólo en mi mano izquierda. Es un frío que me recuerda cualquier cosa que yo quiero recordar. En el sueño, flotabas divertida en el veneno de la garganta azul de Shiva.
15 de Septiembre 2020
marmóreos
En el sueño nos bañábamos en una papelería de tonos ocres. Buscábamos témperas amarillentas y algo blanco. Alguien nos había encargado un retrato. O eso me dijisteis. En mi cabeza las facciones eran duras y no entendía tu empeño en los tonos casi pasteles. Habíamos accedido los tres, al almacén, por una puertecita de servicio. No queríamos robar, pero no podíamos esperar a que abrieran. Necesitábamos las témperas aquella misma noche. O eso creí. Entramos por una calle que podía ser de El Raval o de Kreuzberg. Todas las paredes estaban nubladas, pero sudaban vida. Me zambullí en una habitación donde flotaban mapas, cartabones, y témperas. Y escuché como corríais, por algún pasillo, entre voces mojadas. Os perdí la pista. Erais buzos que sabíais donde estaba el tesoro. Supe que me hundiría en cuanto vi que era el único sin aletas. Aparecisteis marmóreos y divertidos. Desnudos, sonrientes, con la ropa en la mano. Esculpidos de nervios. Me explicasteis que dentro del almacén alguien pintaba desnudos clandestinos de cuerpos aún jóvenes. Y os ofrecisteis voluntarios mientras yo seguía buscando las témperas amarillentas. En aquel momento entendí que el único retrato que buscabais eran mis facciones tras la traición. El cartel de la salida de emergencia también era ocre. Pero una pequeña bombilla brillaba tras él. Me fui despacito. La luz de la calle me violó. El agua que chorreaba la pernera de mi pantalón dejó un rastro de despecho hasta casa.
8 de Septiembre 2020
entresuelo
Vivo en el entresuelo de las vidas. Él podría ser el Gran Lebowski y ella la pequeña Amélie. Pero están los dos borrachos y no son grandes ni pequeños, ni siquiera personajes, sólo dos borrachos a las cuatro de la mañana de un sábado. Sentados en el parking de motos. A dos scooters de distancia. Discuten a través de las mascarillas. Así que no hay saliva lloviendo a contraluz de las farolas. Balbucean con un cigarro entre la FP2 y la boca.
Intento proyectar la conversación en el techo de la habitación. Y entorno los ojos para leer los subtítulos, entre las grietas de pintura y las manchas de humedad. La escena que imagino es más amable que la que he visto al sacar la cabeza por la ventana. La conversación que subtitulo tiene más tacto que la que apenas escucho.
Les oímos, seguramente, todos los vecinos. Pensando que es una historia más de amor que va a morir en el parking de motos. Y lo que seguramente no sospechamos es que el Gran Lebowski y la pequeña Amélie en realidad nos escuchan a nosotros. Sabiendo que nuestras historias reposan muertas sobre colchones a las cuatro de la mañana.
Me duermo en el entresuelo de la noche. Entre sus vidas y la mía. En mi cabeza suena el No one know I´m gone de Tom Waits. Nunca he sabido si las canciones forman parte de los sueños.
27 de Agosto 2020
césped artificial
El suelo del cielo está alfombrado de césped artificial. Al otro lado del cristal de aire acondicionado las palomas vuelan en silencio. Cuando alzan sus aceitunas de ojos al cielo ven la espalda de Dios, retorciéndose de dolor sobre el césped artificial.
Todo el mundo conoce la artrosis lumbar del Señor y sus efectos sobre su humor, las adicciones que se derivan de ella para circundar el dolor, y su posterior ira cuando éstas no funcionan. Pero lo que nadie había visto, salvo nuestras amigas las palomas, es el macramé de hierba artificial que se dibuja sobre su fornida espalda cuando se levanta del alfombrado celestial gritando como un poseso. Mecagondios.
En el antiguo libro, bien trenzado e imaginativo, hablaban de plagas de langostas, pero en realidad los redactores nunca supieron que era una escoliosis mal resuelta; una lesión de niño con la cabeza sobre el pupitre, y las manos poco hábiles de los masajistas que, fueron volando, una a una, por el cielo, en una plaga mal entendida de fisioterapeutas amputados.
Es por ello que en este moderno libro digital los redactores esperan con ansia la noticia de la vacuna, el fin de la pandemia, pero sólo algunos entienden la cortina de humo que supone la espera. En realidad, el casting de la ira contra los humanitos sólo busca unas manos como grúas. Las de un quiropráctico capaz de crujir las vértebras de elefante, que reposan cabreadas y que rechinan ira, como dientes podridos de caries. Una vez descomprimido el dolor Dios abrirá la mano, y liberará la vacuna contra la pandemia.
En los titulares nadie hablará de palomas, ni de espaldas, ni siquiera de césped artificial.
12 de Febrero 2020
txirimiri
Txirimiri es una palabra preciosa. Una de esas que cala los tendones cuando vuelves a casa borracho después de un concierto. En una ciudad extranjera donde las farolas parpadean haciendo temblar un alfabeto desconocido en los nombres de las calles. Y doblas un mapa, que se está empezando a empapar, y tratas de enfocar la silueta de un edificio reconocible, intentando no dejar nunca el río a la derecha, hasta que de un modo extraño acabas llegando a una puerta oxidada que reconoces como propia, aunque sea la segunda vez que la ves, pero de hecho es la segunda vez que te arañas con ella, y eso da cierta confianza, o al menos cercanía. Así que consigues trepar tres pisos de escaloncitos empinados como montañas para ratones, hasta que llegas a la habitación, y abres la puerta con la llave que podría abrir todas las demás puertas, pero como somos civilizados, no nos portamos como si pudiéramos ganar el escaparate final, y entramos en la habitación y nos dejamos caer en la cama. Mirando al techo, con la boca seca como una plaga, mientras duele el filamento de la bombilla en la córnea. Y piensas, ojalá humedecerla a voluntad. Y a la córnea también. Así, poquito a poco, como cuando miras al cielo e intentas ver las primeras gotas. Porque las has visto en el suelo, pero como no las sientes, las quieres ver caer. Y no puedes articular palabra. Aunque la primera que te llueve en la cabeza sea. Txirimiri.
5 de Agosto 2019
nada,
Pienso en los días tranquilos, en la no consecución de nada. El suelo está harinoso. No importa cuanto lo riegue porque el sedimento sigue ahí, invisible, como cosquillas imaginarias. Pero hay una inquietud que me obliga a agacharme, y acariciar el suelo, y mirarme la palma de la mano, muy de cerca, en busca de algo que no sé qué es. Y después entre los dedos de los pies porque en realidad, intuyo que las cosquillas nunca son imaginarias. Así que bajo a la calle, con los pies descalzos, pensando que existirá un rastro de harina que me lleve a alguna parte. O, al menos, hasta la piedra del molino. Pero sé que no lo hay, porque ya no existen molinos. O eso dicen. Porque ya no existe nada, sólo el ruido tranquilo de los tenedores, que proviene de balcones ciegos, tapados por las copas de los árboles, en noches dolorosamente húmedas de verano. Y al levantar la vista no veo a las familias mudas que cenan, únicamente las hojas muertas de palmera que reposan como barbas de anciano. El calor ha apagado las voces, salvo las del telediario, que parecen estar de acuerdo en todas las lenguas que los molinos han desaparecido, borrando así el rastro hacia cualquier explicación. Y lo único a lo que puedes aspirar es a seguir caminando, descalzo, en las noches tranquilas, hacia la no consecución de nada,
20 de Julio 2019
pedales
Pedalea como si ya no le importara volver a casa. Con los hombros caídos, el sillín bajo, y las piernas demasiado abiertas. Es de noche y los faros de los coches iluminan sus chanclas, metidas entre el pedal. Son de un blanco sucio, con churretes de mierda, pero el xenón consigue convertirlas en reflectantes, así que suben y bajan, de forma hipnótica, camino del semáforo. El cubo de pescado que pende del lado izquierdo del manillar es casi blanco, aunque algo de sangre fresca parece traslucir en el fondo, en el teatrillo de sombras chinas que hacen las cabezas de las sardinas. Agonizan, como si quisieran llamar la atención de los vivos; o al menos, de las familias que contemplan la escena desde el interior de sus coches, parados, adheridos al asfalto caliente del puente que da entrada a la ciudad, en un semáforo. Pero no perdamos de vista a nuestro pescador chino, que pese a la pendiente final de la calle, parece estar a punto de adelantar a todos los coches, antes de que el verde llegue a las retinas del embotellamiento, y cuando por fin desbanca al último, se gira, con una absoluta cara de victoria y felicidad, levantando la caña de pescar, como un Don Quijote de los suburbios de Shanghái. Todos sabemos que hemos perdido.
16 de Julio 2019
adoquines
Se estaba deshidratando en el desierto de su propio sueño. Atravesaba dunas áridas de cerebro. La arena era tan gris que podría haber camuflado allí sus ojeras. Sabía que el oasis era recuperar los recuerdos; que con el primer sorbo volvería la hidratación y el color bajo sus pies. Pero claro, las palmeras no ondean cuando no existen o, quizá, cuando no recuerdas dónde las has plantado. Esa era la duda, si algo se movía no tenía porqué ser la sombra de un recuerdo propio (quizá ajeno).
Vibró la mesita de noche como un rascacielos en un terremoto. Ni siquiera eso fue capaz de hacerle salir del sueño, así que siguió atrapado bajo las pestañas, cosidas con nudos de hojas de palmera, incapaz de abrir los ojos ante la melodía de xilófono sudado de la alarma. Pero notó el golpe del primer dátil en la cabeza. Y después el color verde azulado de los recuerdos tras la insolación.
No quería lugares comunes, ni las rotondas espacio temporales en las que acaban convirtiéndose los recuerdos. Quería decidir la dirección del sueño, como si eso pudiera asfaltar después el camino de la realidad. Intuía que debería haber algún modo de compactar toda esa arena en adoquines que llevaran a algún sitio. Pero la falta de líquido imposibilitaba la argamasa y la vida.
Así que se sentó, en cuclillas, y rezó con la esperanza de la lluvia, hasta que, dos lunas después, una enorme tetera plateada empezó a regar, desde el cielo de su sueño, todas las dunas de su cerebro. Se despertó desnudo, con la boca seca y desorientado, inquieto hasta que comprendió que la tetera de plata era la bomba del aire acondicionado, rota, desbocada sobre su cama. Empapándole a él, y compactando los adoquines hacia la salida.
9 de Julio 2019
relator
El verano que decidí matar a Dios hubo una ola de calor, y aquello le sirvió, a posteriori, al relator para intentar justificar en los titulares aquel extraño y tosco intento.
Había sido precipitado, sin duda, y diríase que fruto de un impulso, un pequeño arañazo cerebral que empieza como una mosca posándose en el filo de una jarra de cristal biselado y gazpacho, y que, tras el manotazo para intentar espantarla acaba con la jarra, los cristales, y la única posibilidad de refrescarse, huyendo en un riachuelo de gazpacho cristalino, alcantarilla abajo, salpicando las uñas de un pie ya de por sí maltrecho.
Y fueron esas pequeñas gotitas de ajo y tomate, impregnando el talón de Aquiles de la locura, las que le llevaron a no poder más, bajo aquellos cuarenta, quizá cincuenta grados de humedad no infernal, pero quizá sí, desquiciante y límbica, los que propiciaron el intento de asesinato de un Dios, al que únicamente se le pudo amputar el dedo índice, y con él, bajar el potenciómetro que regulaba el termostato de la temperatura de las cabezas.
Cuando la presión intracraneal se redujo, los aspersores del jardín de Dios actuaron como el riego automático de un viejo campo de fútbol para un partido al que se le requería velocidad y manejo del balón. La hierba debía resbalar. Era la grasa del horno.
El relator lo justificó así, en letras pequeñitas, algo acobardado, aunque tímidamente orgulloso, porque todo el mundo, aunque no lo confesase, soñaba con amputar el índice del termostato.
25 de Junio 2019
acuario opaco
Un psicólogo es un peluquero que te corta el pelo cuando empieza a nacer hacia el interior de la cabeza. Y las puntas se abren, como ramilletes de espárragos secos, barriendo el suelo, arañando el bulbo raquídeo, hasta que estornuda y se repliega. Pronto, las manos de la peluquera se vuelven azules y degollantes. Aunque la palabra no exista, pero sí el azul. Y se humedecen, hasta las yemas, recolocando los peces en el acuario opaco de la cabeza apagada. Cuando vuelva la luz, todo deberá estar en su sitio o, al menos, parecerlo. Y eso incluye a los antiguos pobladores, a los peces de la memoria. Que una vez desenmarañados de las cuerdas de pelo, deberán boquear recuerdos, como burbujas hacia la superficie. Esquivando los brazos del plancton que ondulan, como los enlaces entre los átomos de la medicación. Relajados como mangas de viento en el desierto. Y la mirada de un niño que flota en su propia piscina amniótica. Si cada corte de pelo es un renacer, ningún pez recuerda nada, porque esa era la promesa iniciática hacia el anzuelo de la felicidad. Después, las manos sanadoras se deshacen de los guantes, se enjuagan y borran las pistas del olor, hasta la próxima cabeza.
6 de Agosto 2016
10 de Abril 2012
el cuarto reich no me preocupa demasiado
porque intuyo que, de algún modo u otro,
el sol acabará derritiendo las esvásticas
30 de Marzo 2012
si el sistema, para respetarme, espera que me afeite, me corte el pelo, y me ponga un traje
entonces, la nuestra, no será una relación basada en el respeto
27 de Febrero 2011
tengo frío en los pies
el orín cae verdoso
como aceite sin filtrar
resbala en el suelo de la ducha
tengo mierda en las uñas
bolas de calcetines
he dormido dos horas
es martes
una liana de tu pelo
en mi escroto
han cortado el agua
no recuerdo mi nombre
6 de Noviembre 2010
algún día la iglesia hundirá la polla en vuestros hijos
mientras tanto podéis seguir agitando banderas vaticanas
28 de Mayo 2010
carpaccio de escroto
Tu cuerpo desnudo, bajo un kimono, siete husos horarios más allá. Pálido por muerte por espera. Y mi vida, junto a tu vida. Y mi cuerpo derrotado, como un caballo asustado, desamparado.
Y poner, por fin, los huevos sobre la mesa. Y preparar carpaccio de escroto. Mientras la pepita de limón oscila entre el miedo y la sal. La gota de sangre se abomba y parecemos reales, de nuevo, en el reflejo.
27 de Marzo 2010
13 de Marzo 2010
el ciervo que oscurece y espesa sus pestañas con rímel ante el espejo
es el mismo ciervo que vuelca y esparce con tiento medio gramo sobre el vidrio
el mismo que lo único que teme es la punta de sus propios cuernos ante el embiste
9 de Marzo 2010
embriones
Mi hermano murmuró que iba a ser padre, mientras meábamos borrachos, la noche de carnaval. La peluca nos cubría la cara. Y el maquillaje sudaba como lava grasienta.
Pensé en todas las veces que habíamos bebido juntos. En los puñetazos recibidos. En las madrugadas en el hospital. Pensé en todos los recuerdos asociados a lo extremo. En todo lo socialmente prohibido que, ridículamente, intentaríamos prohibir a nuestros hijos.
Miré el fondo del vaso, y repasé todas mis carencias. Fui incapaz de decirle lo mucho que le quería.
Nos subimos la bragueta y salimos de allí. El orín resbalaba calle abajo. Las pelucas quedaron, tras nosotros, en el suelo mojado.
Caminamos hacia el futuro. Sabíamos que era un desfiladero que llevábamos esquivando toda la vida.
7 de Marzo 2010
9 de Noviembre 2009
domingo
y el dolor intentando escapar
como un preso
por las cornisas de una certeza
cuando te vayas a Chequia
lloraré como un Kafka expatriado
6 de Septiembre 2009
Noté morir algo bajo el pie del embrague. Podía ser un caracol, un conejo, o una certeza. Hay algo extrañamente mágico en el nombre de los cócteles. Estoy pensando en secuestrarte. Y escaparnos a algún sitio donde no exista nadie. Ni siquiera nosotros. Voy a prenderle fuego a todas las cosas que no significan nada. Empezaré por mí, y seguiré por el vacío. Ya no tengo edad para escribir títulos. El suicidio es la forma más elegante de despedirse a la francesa . Soy un soñador, no un imbécil. Prefiero la rabia a la pena.
2 de Septiembre 2009
la nieve sobre el puente
Con el principio del frío seremos, poco a poco, mejores. Mientras tanto, la arena se depositará bajo tu cuerpo como troncos bajo las piedras de las pirámides, ante la mirada de los esclavos.
El mundo va a seguir siendo el mismo, ahora que nos sentimos todos como en un campo de refugiados. Ahora que sabemos que sólo queda escribir o ahogarse. He soñado con la nieve sobre el puente en la portada del disco de Joy Division. Con el principio del frío seremos, poco a poco, mejores.
28 de Agosto 2009
cuando sepa que eres una mujer
que va a morir sola,
te abrazaré
como ahora abrazo a mi abuela
los galones
hay que ganárselos,
y las jerarquías
respetarlas
los ancianos
y los generales,
lo saben
21 de Julio 2009
Banderas dobladas
Nací víctima de mi madre, moriré víctima de mí mismo.
Todos los secuestrados, al sostener el periódico ante la cámara, intuyen la noticia de su muerte en la portada del día siguiente.
Las canciones alegres duran una noche de verano, las tristes, toda la vida.
Me siento como el piloto que se niega a encender los motores auxiliares, pese a llevar viendo el humo negro mucho tiempo. Alguien que se queda mirando, a través de las ventanillas, cómo el océano se acerca a sus pupilas.
No estoy esperando que alguien le entregue una bandera doblada a mi madre por mi cadáver.
5 de Julio 2009
21 de Mayo 2009
No quiero ver morir a mi padre. No quiero ver morir a mi madre. No quiero ver morir a la mujer que duerme conmigo.
Soy un hombre cobarde, incapaz de enfrentarse a la forma del dolor.
Besaré mis zapatos antes de enterrarlos.
5 de Marzo 2009
El pánico ante la frialdad con la que te deshaces de las cartas de las mujeres a las que quisiste. Es el mismo pánico ante la frialdad con la que jodes con mujeres a las que nunca querrás.
27 de Febrero 2009
no creía en aquel amor de crash test dummies
pero, al menos, era una forma de amor.
después de cada colisión,
alguien nos recolocaba la cabeza
y devolvía a nuestra posición inicial
18 de Febrero 2009
la droga llega con las primeras decepciones
las corbatas con las primeras expectativas
la muerte con las primeras ansias de vida
29 de Diciembre 2008
6 de Diciembre 2008
somos hombres
permanentemente predispuestos
a algo que aún desconocemos
somos órganos frescos
en la sala de espera
de un país extranjero
18 de Noviembre 2008
15 de Octubre 2008
19 de Junio 2008
agazapada
Había calles cortadas en el mapa de su cabeza. Tenía los tobillos tatuados, la espalda tatuada, las entrañas tatuadas. Era una mujer agazapada en esta ciudad que se mutila a si misma.
Había algo terriblemente visceral en cada uno de sus gestos. Y lo escondía tras ese enorme telón de pelo que le cubría los ojos. Si te acercabas lo suficiente, podías ver a Nerón en su mirada, cada vez que encendía un cigarrillo.
Quizás su único problema, es que era una mujer por la que nunca nadie hubiera muerto. Ni matado.
3 de Junio 2008
dormimos abrazados
a pequeños teléfonos móviles,
esperando que se iluminen
como bengalas en mitad de la noche
somos náufragos
embotellando mensajes
de ciento sesenta letras,
disparando poesía al aire
como mejicanos borrachos.
la tecnología ha acabado con el amor
alguien debería acabar con la tecnología
30 de Mayo 2008
escombros
Si fuera capaz de escribir con sinceridad, reconocería que he vuelto al juego y a la droga. Aunque claro, seguramente alguien se asustaría al leer eso. Me despierto con polvo en la cabeza. Bajo banderas de colores. Escuchando fados portugueses cantados en alemán. Algunas veces, cuando recuerdo el niño que fui, aparto la mirada del hombre en el que me he convertido. Tengo veintisiete años, y sufro demasiado. Miento tanto que mi vida ya no existe. El mundo no necesita amor. Necesita algo en lo que creer. Llevo dos años escapando del suicidio de la mujer a la que quise. Tengo la sangre triste y sucia. Como la mirada. A veces, en el espejo, sólo veo un edificio en llamas. Prométeme que barrerás mis escombros.
13 de Mayo 2008
soy incapaz
de respetar
mi sueldo
porque
soy incapaz
de respetar
mi trabajo,
así que bebo,
apuesto,
viajo,
y regalo el resto
y dar un billete
a un mendigo
no es un acto de
caridad,
es sólo
un agradecimiento
por tener cojones
a vivir
con sinceridad
24 de Marzo 2008
si no consigues que tu vida se convierta en una obra de arte
intenta, al menos, que tu muerte sí lo sea
quítate de en medio, con algo de estilo
2 de Enero 2008
cabezas de ciervo
somos una generación de hombres
maltratados por mujeres.
tipos duros,
encerrados en cuerpos fuertes,
escondiendo a niños débiles.
hombres agarrados
a cualquier adicción
que nos permita olvidar la sangre,
pero no la herida.
animales asustados
incapaces
de desprenderse del cepo.
somos una generación de hombres
padeciendo
el efecto rebote
de siglos de machismo.
28 de Noviembre 2007
matar a la ciudad
Necesitaba matar a la ciudad. No se trataba de acabar con las personas. Se trataba de aniquilar a la ciudad. De arrancarle las entrañas. De hundirle un brazo en el útero. De abortarla.
Esta ciudad manchada de bombillas rojas de navidad. Como el sarpullido incipiente en el cuerpo de un niño. Esta ciudad hostil y dura, capaz de morir matando. Esta Barcelona herida, mentirosa, y loca. Como cualquier mujer que en su día fue guapa. Esta ciudad que extermina a los mendigos sin mirarles a la cara. Esta ciudad sin agallas.
No estaba hablando de prenderle fuego, ni de dinamitarla. Estaba hablando de mellarle la boca, y obligarle a que se trague la lengua. De enterrarla viva. Y dejar que se asfixie bajo su propio nombre.
7 de Junio 2007
creo que podría
enamorarme
de cualquier mujer,
que encienda
los cigarros
con cerillas.
al menos, durante
sus dos
próximos cigarros.
después, el mundo
volvería a ser
un sitio horrible,
deprimente
donde
incluso las cosas
concebidas
para ser bellas
fracasan
en su intento
13 de Diciembre 2006
impulso
una vez pensé
matar a un hombre.
matarlo de una forma
sincera y cruel.
era un hombre
al que quería.
de hecho,
era un buen amigo.
lo cierto es que
el impulso,
poco a poco,
desapareció.
como el agua
que se escapa
por un sumidero.
cualquiera puede
ver el rastro.
y ahora,
cada vez que ese hombre
me mira.
lo ve.
28 de Noviembre 2006
el hombre recto (ilustrado por elena gallen)
El Hombre Recto miraba cómo sus hijos discutían por un juguete. Y los niños le miraban esperando algún tipo de privilegio frente al otro.
El Hombre Recto fumaba, y de vez en cuando, tragaba saliva.
Los Niños Torcidos estiraban cada vez más fuerte del osito de peluche, pero el oso no se quejaba. Sabía manejar ese tipo de situaciones.
Entonces, como todo el mundo esperaba, el Hombre Recto tomó una decisión salomónica. Apagó el cigarrillo y se levantó. Partió a cada uno de sus hijos por la mitad, y le dio dos mitades diferentes al Osito. Que se fue de allí sonriendo. Perdiendo pelusillas de peluche por la pierna izquierda. Y arrastrando a medio niño con cada mano.
8 de Noviembre 2006
existen
mujeres
que no existen.
mujeres
con los ojos
rasgados
y la cara
verde.
con graciosos
gorros
acabados
en punta.
y cascabeles
que cuelgan
del borde
de sus botas.
mujeres con cara
de hamster
que muerden pipas.
subidas a las
ruedas
de sus jaulas.
existen
mujeres
que no existen.
completamente
decididas a
arruinarte
la vida.
mujeres
a las que
resulta
imposible
no amar.
26 de Octubre 2006
nike
La gente no empieza a correr para adelgazar. La gente empieza a correr cuando su hijo se suicida. Cuando alguien atropella a su perro. Cuando alguien se folla a su mujer.
La gente no quiere perder barriga, quiere huir. Para llegar a algún sitio, que permita olvidar el perro abierto por la mitad, el hijo abierto por la mitad, tu mujer abierta por la mitad.
Cuando llevas cuarenta días en una clínica de desintoxicación, alguien te pide que recuerdes el siguiente slogan. Cada vez que te apetezca beber, sal a la calle a correr. Así que si miras bien. Verás hombres perseguidos por vasos largos de ginebra, resoplando en los semáforos.
Hombres que siguen corriendo, sin apenas resuello, porque saben que si miran atrás, verán a un hijo muerto.
Y seguramente, también verás, un millón de niños que se llaman Forrest Gump, perdiendo pedazos de prótesis, calle abajo.
17 de Octubre 2006
14 de Septiembre 2006
vueling
Los vuelos baratos han arruinado mi vida. Me despertaba a las dos de la mañana y cogía un avión a las seis. Ella siempre decía. No deberías irte tan pronto. Me quedo muy sola.
Cuando volvía, las sábanas olían a vuelos baratos, ya sabes. Olían a mi mejor amigo. Al ruso del segundo. A su mejor amiga.
Ella arqueaba las cejas y decía. Despegas siempre muy pronto y me quedo muy sola. Y bueno, con eso no tengo suficiente. Y señalaba la caja de los consoladores.
No era un gran argumento. Ni siquiera una gran excusa. Pero me tumbaba junto a ella. Y trataba de adivinar qué pelo púbico correspondería a quién.
Y esperaba al próximo vuelo.
7 de Septiembre 2006
banqueros
Julio es el presidente de un banco. Y Ramón, el vicepresidente. La elección de los cargos no fue demasiado justa, pero ya se sabe como funcionan estas cosas. Una tarde lanzaron una moneda al aire. Y bueno, Ramón agachó la cabeza, y felicitó a Julio. Sin demasiado entusiasmo, ni demasiado rencor.
Así que desde aquel día, cada uno puso un cartelito con su cargo, en el suelo, junto al banco en el que mendigaban.
Ramón trataba de usted al señor presidente del banco, y bueno, a Julio se le saltaban las lágrimas de la risa, y decía. Tutéame coño, ni que fueras un empleado.
Y así pasan las tardes. Mirando el cazo de las monedas. Esperando una buena opa hostil, dice Julio.
Y cada noche, mientras empujan el carrito, y se dirigen al cajero donde siempre duermen, la misma broma.
¿Otra noche en El Ritz?
estrellas fluorescentes
La locura ha vuelto. Y esta vez, parece que para quedarse. Ayer la vi, al encender la luz, a media noche.
Estaba sentada sobre la mesa. Con los pies colgando y la barba llena de migas. Mordía un trozo de pan y me dijo. Cuando duermes, incluso pareces cuerdo. Después se levantó, apagó la luz de la mesita, y susurró. Voy a estar aquí durante un tiempo. Como cuando eras niño. Y mirabas las estrellas fluorescentes pegadas en el techo. Y poco a poco, empezaste a notar que las cosas no eran del todo normales.
Buenas noches.
31 de Agosto 2006
el hombre recto
El Hombre Recto miraba cómo sus hijos discutían por un juguete. Y los niños le miraban esperando algún tipo de privilegio frente al otro.
El Hombre Recto fumaba, y de vez en cuando, tragaba saliva.
Los Niños Torcidos estiraban cada vez más fuerte del osito de peluche, pero el oso no se quejaba. Sabía manejar ese tipo de situaciones.
Entonces, como todo el mundo esperaba, el Hombre Recto tomó una decisión salomónica. Apagó el cigarrillo y se levantó. Partió a cada uno de sus hijos por la mitad, y le dio dos mitades diferentes al Osito. Que se fue de allí sonriendo. Perdiendo pelusillas de peluche por la pierna izquierda. Y arrastrando a medio niño con cada mano.
29 de Agosto 2006
Donut
Resulta imposible seguir creyendo en la raza humana después de un día en la playa. A veces, me quedo mirando el agua, y rezo. Y pido un tsunami redentor que nos extinga.
Resulta imposible no pensar en las palabras mutilación, asco, y rastrillo clavado en el cuello. Somos una raza torpe y celulítica. Somos una raza con las tetas caídas.
La publicidad es capaz de casi cualquier cosa, así que por un momento hemos estado a punto de creer que las chicas Dove son normales. Las chicas Dove son pelotitas de mayonesa sonriendo.
A veces, cuando veo que la gran ola no llega, sigo rezando. Y le pido al viento que arranque una sombrilla. Y sólo puedo pensar en una brocheta de ingleses.
Para esto es para lo que trabajas el resto del año. Para estos quince días. Para oler a algo que imita al aceite de coco. Para que un hooligan de cinco años se seque la colita con tu toalla. Se supone que esto es con lo que sueñas cuando miras el calendario en Enero.
Imagina una playa sin megafonía. Un sitio donde los niños se fuesen perdiendo lentamente y nadie los reclamase. Una playa con un gran agujero en medio por el que precipitarse.
Y extinguirse.
Una playa en forma de donut.
20 de Abril 2006
los franceses tienen cara de camembert
Después de tres explosiones parece que algo se ha inmolado dentro del microondas. Abro la portezuela y miro cómo se deshinchan las burbujas de patata.
La última vez que comí puré medía menos que una papelera.
Iba con corbata al colegio.
Soñaba con meterle un dedo por el culo a mi profesora de piano.
No era un niño feliz.
Mis amigos jugaban a fútbol mientras Dominique me obligaba a copiar cien veces. Los franceses no tienen cara de camembert.
Me aterraba la Carnicera Bizca. Le olían los sobacos a salsa barbacoa. Cuando levantaba la vista, su ojo izquierdo apuntaba a las costillas de cordero, y el derecho a los pinchos morunos. Tenía hebras de carne entre los dientes.
La última vez que comí puré era un niño con miedo.
Y ahora, lo sigo siendo.
16 de Marzo 2006
follarse un cerebro
Sería bonito poder follarse un cerebro.
Y saber qué es lo que realmente alberga ahí dentro.
Rozar las dendritas con el glande.
Y entender los miedos y las adicciones.
Atravesar las meninges con condón.
Y no contagiarse de los brotes psicóticos.
Poner cachondo al cortex.
Y ver como la serotonina resbala y cae por tu nariz.
Sería bonito poder curarte usando sólo la polla.
11 de Marzo 2006
la novia cadáver
Claro que no puedo hablar de tu sangre fría de poner treinta ansiolíticos en fila. Y tragártelos de dos en dos.
No puedo hablar de tus tobillos colgando en el extremo de una camilla. Ni de la cara del chico de la ambulancia cuando te cogió en brazos.
No voy a explicar que lo único que pedías en la nota de despedida era un traje de novia. Y rímel en las pestañas.
Claro que no puedo escribir una frase que diga. Me has destruido.
Pero prefiero ser un escritor mediocre.
Y haberte salvado la vida.
23 de Enero 2006
Taxidermia
Imagina un niño con un altavoz verde tachado en la frente. Imagina un niño con un botón de mute en la cabeza. Imagina poder silenciarlo como haces con tu televisor.
Imagina uno de esos niños que llora como los dibujos animados japoneses. Con la boca muy abierta, y los puños cerrados. Ver como le tiembla el labio. Y no oír nada. Ver sus asquerosos chorros de lágrimas horizontales. Y disfrutar del silencio.
Piensa en todos esos niños que se arrastran por el suelo de los aviones. Que berrean en restaurantes. Esos espermatozoides con mucha movilidad venidos a más. Esos monstruos tamaño souvenir con sus babas, sus mocos, y sus varicelas.
Esos niños que corren los cien metros pasillo sobre el techo de tu casa. Subidos a un pequeño camión de bomberos con cinco tipos diferentes de sirena. Los días impares son bomberos. Los pares policías. Y el fin de semana tarzán de la jungla.
Esos piojos hiperactivos que hunden la mano en la salsa de tomate y se acercan a ti con los brazos extendidos. Piensa en el olor de esas toallitas húmedas tratando de tapar el hedor de sus culos. En sus berridos cuando viajan en tren. En tus ganas de acariciarlos y lanzarlos a la vía. Piensa en la taxidermia y en la cabeza de todos esos pequeños animales colgando de tu salón.
7 de Enero 2006
Helado de fresa
Convierte las fresas en puré. Añade nata y leche condensada. Bate la crema hasta que forme grumos. Agrega azúcar. Incorpora lentamente la mezcla de fresas y la crema. Refrigera hasta que endurezca.
Imagina una bola de helado. Redonda y perfecta.
Con un poco de escarcha por encima.
Cuando veo a Laura. En un rectángulo de cristal. Abotargada y muerta. Pienso en helado de fresa.
Laura veintiséis años tumor cerebral. Velatorio numero trece, puedes dejar aquí tus mensajes de condolencia para Laura Cerebro de Fresa.
Pienso en helado de fresa cuando suena el Perfect Day de Lou Reed.
Y la madre llora.
Cuando una mujer carraspea una salve gitana.
Y el hermano se tapa la cara con las manos.
Cuando acaba el réquiem.
Y trescientas personas tienen la piel de gallina.
Pienso en la cara del neurocirujano diciendo. El tumor es una pequeña pelotita.
Lo extraeremos como si fuese una bola de helado. De fresa.
Imagina una bola de cáncer.
Redonda y letal.
Refrigera hasta que endurezca y sirve bolas en una copa de helado.
Imagina una cubeta de helado derritiéndose en Agosto. Resbalando por los bordes. Cayendo al suelo. Filtrándose entre las baldosas. Escurriéndose entre los pliegues del cerebro. Cáncer avanzando denso y pesado. Haciendo ruido. Aniquilando. Cubriéndolo todo. Regenerándose lentamente.
La misma impotencia que tienes cuando no puedes cerrar un grifo.
Y sigue goteando.
Cáncer de fresa.
5 de Enero 2006
Tres estrellas en el antebrazo izquierdo
Tengo tres estrellas en el antebrazo izquierdo. La polla en forma de gancho. No tengo amigos, sólo conocidos.
No hay nada que me haga especialmente feliz. No decoro mis habitaciones. No me gusta encariñarme de las cosas. Me fuerzo a estar siempre de paso.
No me gusta mi pinta. Me cambio de acera cuando me veo llegar.
Soy tan malo como parece. A veces, incluso cruzo en rojo.
Tengo los ojos pequeños. La nariz pequeña. Las ideas pequeñas. No me fío ni de mi sombra. Una noche, mientras dormía, la vi robándome algo que brillaba. Quizás fuese mi sonrisa de niño.
Soy tartamudo. Por eso tantos puntos, tanta frase corta. En el colegio lo pasaba mal con las frases largas. Yo me atascaba y los niños se reían de mí. Después de eso, estuve trece años sin hablar.
No pongas esa cara. Seguramente tú también tengas tus mi. Mi. Mi. Miedos.
2 de Noviembre 2005
Flota
Flota.
Desnuda y morena.
Seguramente más flaca que la última vez que la vi. Lánguida y elegante. Gira sobre si misma. Acariciando la pintura azul. Tranquila, sin sobresaltos. Mientras dos gotas de agua resbalan sobre ella.
Flota, y la huelo, la beso, la acaricio.
Y me araño el dedo con lo que seguramente sea la punta de una almendra mal digerida. Y distingo sobre ella la piel de un tomate y manchas de sangre. Y recuerdo una voz dándome hora para una sigmoidoscopia.
Flota.
Desnuda y morena.
25 de Septiembre 2005
Anfibios azules
La noche que se apagaron todas las luces de la ciudad había anfibios azules en la espalda de Susana Nuez Moscada.
Su encendió la linterna y vimos un mono chupando monedas doradas. Un mono que se presentó a si mismo diciendo hola, soy John Arcadas.
Con el culo en el borde de la ventana, John decía que la oscuridad es una lengua negra que nos lame a todos la cabeza. Decía eso mientras se pintaba las uñas de los pies de color cereza.
Su le tiró la linterna a la cabeza y el mono se tragó una de sus monedas. Le quitó el esmalte de color cereza y le escribió algo sobre las cejas.
Cómprate un zeppelín y desaparece es lo que puede leerse sobre los ojos de ese mequetrefe.
El mono empieza a llorar, se convierte en plátano, se come a si mismo, y desaparece.
Después de eso, vemos la calle iluminada, y los anfibios azules siguen tatuados en la espalda de Nuez Moscada.
10 de Agosto 2005
Escarcha
La luz de la nevera en mi cara. Tres huevos en un envase de seis. Tomate en una botella alargada. Bicarbonato en el fondo de un vaso.
Escarcha en el primer nivel.
Papel de aluminio sobre una taza blanca. Tres asteriscos de congelación. Una hélice junto a un diodo verde encendido. Zanahoria rallada envuelta en papel transparente.
Escarcha en el segundo nivel.
Una pegatina con las especificaciones del refrigerante. Un paquete de queso rallado cerrado con una pinza. Tres variedades de queso. Gouda, cheddar, y maasdam. Una lata de cerveza cogida de seis arandelas de plástico.
Escarcha sobre la cabeza del que era mi mejor amigo.
El mismo que decía que la venganza es un plato que se sirve congelado.
Tenía razón.
5 de Agosto 2005
Agua sucia
Piensa en toda la gente que te apetece matar.
Cinco.
Diez.
Cien personas.
Al resto del mundo.
Piensa en el asco. En las nauseas. En toda esa gente que no te da las gracias. Que no te mira a los ojos. Que te escupe al hablar. Que habla demasiado alto. Que leen libros de autoayuda. En los franceses que te pisan y dicen. Pardon. En las luces del coche de atrás. En el aliento del hombre que en el metro le dice a tu nuca. Bajas?. Piensa en la prepotencia. En la gente que se santigua. La gente que sorbe la sopa. Que hace ruido al tragar. En los concursantes del cielo. Del infierno. Del limbo. En Paulo Coehlo. En Zoé Valdés. En la gente que pregunta qué te llevarías a una isla desierta. En los presidentes. En los franceses que te pisan y no dicen. Pardon. En las negligencias médicas. En cualquiera que desprecie a una mujer. En los hombres que hunden su polla en niños. En toda esa gente que te produce el mismo asco que el sabor del agua sucia. Entre metálico y salado.
20 de Julio 2005
Cleptómana
Hoy, si me miras, verás una bicicleta, o un abuelo, o media farola. Verás un perro, una verja, una pared. Quizás el cartel de una actuación.
Las manos de un frutero bajando la persiana, o una barandilla oxidada. La marca de mis dientes en un pedazo de pan, o mi sangre en un espejo. Pero no verás la boca. Ni los nudillos sangrando.
Hoy, la báscula no me detecta al pisarla, y eso, salvo para una anoréxica, no son buenas noticias. Me acerco a las bombillas, y no aparece mi sombra en la pared. Miro los surcos que dejan mis pasos en la arena y un perro ladra asustado porque no encuentra mis pies.
Hoy, no soy el hombre invisible.
Soy alguien vacío. Saqueado. Por dentro. Y no queda nada.
11 de Julio 2005
36
A veces, el olor de tu coño a las tres de la mañana. Y después de eso, la nada.
Quizá tus venas mordiéndote las muñecas. Nueva Zelanda y la Virgen. Dos manchas de vino sobre la sábana. Tomad y bebed todos de él.
El ruido, la pausa, y el silencio mientras la aguja araña el vinilo avanzando hacia el siguiente anillo de música.
Y un hilo de Jacques Brel, suave y perfecto como un culo de mármol, posa el tren de aterrizaje sobre tus ingles. Gracias por volar con nosotros. La temperatura exterior es de treinta y seis grados.
6 de Julio 2005
Aspas
Dos niños andan persiguiéndonos por las calles de Tijuana. Nos lanzan bolas de billar a la cabeza con la estupenda puntería que sólo pueden tener dos críos con churretes en las orejas.
Una mujer de cien años, lista y bonita como un siglo mejicano me advierte que el amor asusta. Dice. Esta mujer por la que ahora matarías, algún día te dará asco.
Los niños siguen lanzando bolas, pero seguramente estemos demasiado lejos o los frijoles no den toda la fuerza que las madres prometen.
Ella me pregunta desde cuando hay toboganes en Tijuana que desembocan en Ciudad del Cabo mientras yo pago dos monedas por dos viajes. Deslizamos el culo por el plástico azul, sin demasiado miedo pero sin demasiada euforia. Supongo que esa es la mejor forma de hacer las cosas un miércoles nublado.
En diez minutos cambiamos de continente y desayunamos cerveza preguntándonos porqué quedará gente empeñada en inventar el teletransporte si existen estos estupendos toboganes azules.
Algunos toboganes tienen agujeros es lo que dice el camarero. Lo cierto es que no prestamos demasiada atención, seguramente porque no parece un tipo en quien confiar demasiado, o porque sólo un tonto anda preocupándose por las malas noticias en un sitio tan bonito como este.
Eruptamos hasta vaciar la jarra. Primero ella. Después yo. Ella siempre gana. Parece imposible que un ruido así salga de algo tan bonito.
Una bola de billar cae sobre la jarra, y un niño nos saluda divertido desde el otro lado del tobogán. Ella dice que existen pocas cosas tan elegantes como la bola negra. Y se la come. Salud.
La luz se cuela entre los barrotes de la barandilla y la persiana. Ella se levanta sudada y pone el ventilador en el número tres. Murmura tres. Murmura calor. Y nos volvemos a quedar dormidos con el suave traqueteo de las aspas.
2 de Junio 2005
Ella
La chica de los pezones rajados sonríe bajo tres bombillas blancas.
Es verano ahí fuera, y otoño aquí dentro.
El maldito frío de sus ojos lo hiela todo.
Arranco un pedazo de hielo de la mesa y me lo como.
Busco entre sus piernas el principio de todas las cosas.
Y bueno, encuentro el final de algunas.
Ella sonríe mientras muerdo sus pezones y dice.
Con cuidado. Hace demasiado que no los muerdes.
Sonrío mientras pasa el otoño.
Y el verano de fuera es, de pronto, noche.
Y me corro.
Seguramente demasiado pronto.
(como siempre)
Y sin poder mirarla.
digo.
lo siento, mamá.
23 de Mayo 2005
butterflies
Chupo un muro de hormigón. Con las mismas ganas que una novia lame a su soldado la noche antes de la guerra. La noche antes del fin del mundo. O al menos de su mundo. Así que sigo lamiendo la pared, hasta que poco a poco se vuelve traslúcida. Como un papel con demasiada grasa. Como un cucurucho de churros una mañana de Domingo.
Después de quedarme con la nariz blanca y la lengua demasiado rasposa, empiezo a ver a través del muro. Y bueno, lo primero que veo es un tipo con la piel pintada de negro. Es negro acrílico, lo que supongo que son buenas noticias para su dermatólogo y seguramente malas para él.
Los pezones, los sobacos y los labios se los ha pintado de rojo. No sé si acrílico o no, esta vez soy incapaz de identificarlo, pero lo cierto es que el tipo se mueve con la misma gracia que un bailarín. Da saltos. Sube los brazos. Los baja. Se tapa los ojos. Da vueltas sobre si mismo. Aletea. Como una mariposa negra y roja. De casi dos metros.
Se acerca hacia mí. Estamos a dos palmos de distancia separados por un muro de hormigón traslúcido. Es, sin duda, una tarde curiosa, pero no creo que sea el momento de andar poniendo cara de sorpresa. El tipo echa el aliento sobre la pared, y aprovecha el vaho para escribir algo. etsixe on dadicilef al. Lo que leído desde el otro lado, viene a ser algo así como. la felicidad no existe. Después de eso, empieza a llorar. No como una niña o la madre de una niña violada. Llora hasta desteñir la pintura. Y el color de su piel. Y el de sus vísceras. Llora hasta desaparecer. Hasta dejar un enorme charco de pena en el suelo.
Me desplomo. Me desmayo. Y seguramente pasan dos horas. Dos días. Dos meses. Seguramente pasa demasiado tiempo hasta que me despierto y escucho. Yo cortaría por aquí. Y veo a un cirujano. Y veo a un bombero. A dos tipos discutiendo cuantos centímetros de lengua necesitan cortar para conseguir despegarme del muro. Así que cierro los ojos. Y después de un ruido muy parecido al de un cuchillo entrando en una mandarina. Después del dolor. Después de ver la mitad de mi lengua pegada en un muro blanco. Noto la primera arcada. Noto la segunda. Y después de la tercera, lo que veo es cómo un millón de pequeñas mariposas negras y rojas, salen volando de entre mis dientes.
5 de Abril 2005
Estocolmo
Me falta el meñique izquierdo. Por las mañanas hace calor y por las noches frío. La bombilla lleva un mes fundida. Hay cercos de humedad sobre el colchón. Alguien ha metido mi meñique en un sobre. El primer día que se fundió la bombilla hice una marca en la pared. El colchón ahora es gris. Antes era verde. Antes azul. Ahora hay treinta marcas arañadas en la pared. Cada siete días alguien se fotografía junto a mi. Recorro dos kilómetros cada mañana. La distancia entre paredes es de dos metros y medio. Repito ese recorrido ochocientas veces al día. En mi fotografía semanal alguien me obliga a posar sosteniendo un periódico. He perdido doce kilos. El periódico está en francés. Imagino a mi madre llorando al ver mi meñique en un sobre. Mi foto en un telediario. No llores mamá, no era mi dedo preferido. Es una foto realmente buena, no recuerdo quien la hizo. Seguramente tú.
No soy un secuestrado. Sólo soy alguien que se había enamorado. Alguien que arrastra un terrible síndrome de Estocolmo.
21 de Marzo 2005
Salud
Es una mujer alta, de unos quince o veinte metros. Se acerca con los hombros lánguidos, con un flequillo desigual, con una maravillosa voz ronca. Me coge por la cabeza con la curiosidad que un niño coge por primera vez una lagartija del rabo.
Vistas sus pestañas de cerca, uno empieza a entender porqué los huracanes siempre tienen nombre de mujer. Sonrío mientras imagino a un millón de niños rezando para que ella no parpadee.
Le pregunto la edad, y bueno, sonríe, me sopla, y noto su aliento en la cara, en las piernas, en los huevos, y por fín dice. Unos meses.
Después de eso dice. Escúpeme. Mójame. Vuelve a encogerme. Soy tu capacidad para amar. Déjame como antes. Como siempre. Enana.
Así que saco un pequeño vaso de tequila del bolsillo, que sólo Dios sabe porque esa estúpida manía de andar con vasos en los bolsillos, me acerco a la orilla y poco a poco. Vasito a vasito. Con ternura, con una terrible tristeza. La mojo, la encojo, y la cojo. Con dos dedos. La dejo caer en el fondo del vaso. Sirvo un tequila. Y me la bebo. Salud.
5 de Marzo 2005
Cáncer
Somos dos suicidas llorando por la vida de alguien. Dos cuerpos rotos sentados en un muelle. Dos alcohólicos con olor a salitre. Nos sangra el hígado. El miedo. Lloramos sin mirarnos, sin hablarnos. Como dos madres compartiendo una misma desgracia. Mientras Dios nos deja un mensaje en el buzón de voz, y parece preocupado porque dos de sus ángeles se desangran en una cuneta sobre sus plumas azules. Mientras el Papa escribe hijoputa sobre un mantel cuando alguien le sirve un plato de espaguetis la noche de su traqueotomía. Mientras se hace el vacío entre las piernas de una monja y una botella de cocacola. Mientras los supuestos escritores de milagros parecen demasiado ocupados. Mientras busco las palabras, los gestos, los ojos para decirte que el cáncer no va a extenderse dentro del cuerpo de tu hermano. Empieza a llover. Y nos deshacemos. De pena.
4 de Febrero 2005
Vuelve
El chico del tabique partido me mira y dice. No te asusta el amor, te asustan las dependencias. El chico de los brazos como tenazas dice. Necesitas volver a disfrutar del sexo. El chico de la polla flácida dice. Estoy dejando de confiar en ti. Estás haciendo cosas demasiado extrañas. El chico despeinado dice. Escápate. Lo único que necesitas es estar solo. El chico de la botella me coge del brazo y dice. Espera a los treinta para ahorcarte. Prometiste no hacerlo antes. El chico del cuerpo afilado dice. Es una mujer maravillosa. No dejes que se vaya.
El chico del tabique partido, el de los brazos como tenazas, el de la polla flácida, el despeinado, el alcohólico, el afilado, me miran desde el espejo y dicen. No te estás volviendo loco. Sólo eres alguien que lleva demasiado sin dormir.
6 de Enero 2005
Lunática
Tú, que te miras en el espejo con la misma tristeza con la que un gemelo ve morir a su hermano. Con la pena en las pupilas de quien, en el fondo, está presenciando su propia muerte.
He visto la sangre de tus encías en esos pinceles. He visto tus lágrimas resbalando sobre un lienzo. He visto a una mujer desnuda temblando en un rincón. Te he visto a ti, con las piernas muy abiertas, desangrándote. Pariendo. Un cuadro.
Ven, déjame esas tijeras. Tengo yeso bajo las uñas. He pasado la noche arañando la pared. Dibujando tu maravillosa arquitectura vaginal. Gótica, elegante. Como una gárgola bulímica. Con las pestañas muy negras y los ojos azules.
Esquivo tu frente sudada. Tu barbilla salada. Tu precioso nombre de mujer suicidada. Tus adicciones. Tus miedos. Tan injustos como una niña de cinco años violada. Tú, en todos los frentes y siempre desarmada.
8 de Diciembre 2004
Veinte
Podría decirte que huele a sardinas. Podría decirte eso y también que me acarician unos fabulosos guantes de piel de murciélago. Podría darte un millón de detalles sobre esos guantes, pero por un momento pierdo de vista esos inquietantes diez dedos de cuero y me fijo en algunas cabezas de pescado que reposan boquiabiertas sobre bloques de hielo. Y la verdad es que hay pocas cosas más estéticas que la sangre sobre el hielo, pero de eso, ya hablaremos luego. Me topo con una mujer de unos cien kilos y un enorme cuchillo en cada mano. Me sonríe, y bueno, me cuesta reaccionar. No suelo sonreír a nadie que vaya armado.
Después de eso, no hay mucho más que contar. Supongo que lo siento por ti, y especialmente por mí, porque la historia se vuelve un tanto aburrida durante un par de horas. Una sensación muy parecida a estar dentro de un ataúd con los ojos abiertos esperando a que algo pase. El silencio es capaz de volverte loco, aunque imagino que dos horas no son suficientes. La gorda de los cuchillos deja de sonreírme y Ana se interpone entre nosotros. Cosa que agradezco, porque esta preciosa rubia es un millón de veces mejor que cualquier pescadera de cien kilos. La chica es joven y bonita como sólo puede serlo alguien con unas pupilas tan frías como los cojones de un esquimal. Pero no protesto, porque sin ningún tipo de duda el cambio ha sido bueno. Esta vez paso apenas media hora a oscuras. El silencio es más llevadero y apenas consigo contar hasta dos mil. Después de eso, polvo blanco para Ana, y unos restos para mí. Supongo que es un reparto justo, porque nadie anda hoy en día compartiendo cocaína con un desconocido. Así que me doy por contento. Por cierto, la sangre cuando gotea de la nariz de una mujer es jodidamente más elegante que sobre el hielo. Ana echa la cabeza hacia atrás, mira hacia el techo y después de eso, hunde la boca en la ridícula polla de un indio. Es un indio ciertamente guapo, pero créeme, no es una gran polla. El tipo parece educado, y le da las gracias, y le acaricia el pelo, y sí, es guapo, aunque le pesen tanto los párpados como saber que no tiene nada que enamore bajo los pantalones. Salimos los dos de la habitación de Ana, y en cierto modo me fastidia haber dejado a esa preciosa rubia sobre la cama, pero este tipo parece que también necesita compañía. Paseamos un par de horas por las calles de Oporto, que es una de las ciudades más feas por las que uno pueda pasear, aunque tal y como están las cosas dudo que alguien se decida a llevarme a Londres. Así que dejamos el puerto y dos calles más allá este indio amigo mío abre una puerta y le escucho decir algo así como. Cariño ya estoy en casa. Te dejo el cambio en la mesita.
Abre la cartera, y noto como la luz llega primero a mi parte blanca y luego a mi parte azul. Te aseguro que no es fácil ser un billete de veinte euros. Y menos aún, dormir arrugado junto a estos guantes de piel de murciélago. Es una pena que esta pobre chica pase la noche friendo sardinas para un indio que no la quiere.
2 de Diciembre 2004
Again
Vacío un bote. Doscientos siete cacahuetes. Te he dibujado. La sonrisa no es perfecta, y bueno, las orejas son un tanto absurdas, pero créeme, no es fácil hacer un retrato con cacahuetes.
Fritos con miel y ligeramente salados es lo que puede leerse en el envase. Son unos cacahuetes deliciosos, así que me como tus orejas y parte de tu pelo. Estás horrible, triste como un judío dentro de uno de esos campos. Ya no eres tú.
He visto pasar una noche y dos días a través de la ventana. La gente sube y baja las persianas con una puntualidad inquietante. Supongo que en el fondo es cierto eso de que somos animales. De costumbres.
Barba de tres días. Bebo vino y no como. Estoy perdiendo peso. Dejo caer algunos cacahuetes dentro del vaso. Flotan con la misma melancolía que los marineros del Kursk. Pobres chicos, pobres madres. Que imagen tan triste la de una mujer abrazada a un portarretratos en un telediario.
Cuarenta cacahuetes. Dos filas de seis para las paredes. Doce para el tejado. El resto da para una ventana y una puerta. Odio esa frase que desaconseja empezar la casa por el tejado, así que los últimos cacahuetes que coloco son los que forman la base. A la mierda los cimientos.
Sexto día. La barba empieza a llegar a las mejillas. Sigo sentado a la mesa. No me estoy volviendo loco. Sólo estoy haciendo tiempo. Acaricio una flecha de mocos pegados sobre el mantel. La punta es más oscura que el otro extremo. No ha sido fácil conseguir un buen gradiente. Alguien por la radio asegura que los jóvenes se drogan cada vez más. No he sacado ningún moco con restos blanquecinos, esta vez no. Lo cierto es que la flecha apunta a un bote de Eagle Peanuts. Llevo mirándolo una semana. He envasado dentro toda tu tristeza al vacío. Sólo estoy esperando ver como caduca. Y vuelves a sonreír. De nuevo.
29 de Noviembre 2004
Payaso
Felicidades terrible. Antes sólo acumulabas odio bajo las uñas. Un año después te has convertido en un ser despreciable. Empezar a escribir no ha servido para mucho más. Espero que no estés orgulloso de este circo. Eres ficción. Un tipo pretencioso escupiendo sobre la sintaxis. No te tomes demasiado en serio.
Supongo que si no te costó demasiado fingir una muerte, simular una diabetes será puro trámite. Así que cuando se acerque esa preciosa rubia con una tarta, niégate con educación. No puedo tomar azúcar, muchas gracias señorita. Tan sencillo como eso, sonríe, que no se te note. Y sí, que se coma ella la vela. Con lascivia, si quiere. Así será todo mucho más divertido.
21 de Noviembre 2004
Absurdo
Como esperar que una puta te abrace y te diga que ha sido el polvo de su vida. Como si alguien fuese a hablar de ti una vez muerto. Como darle importancia a cualquier cosa heredada. Como si todos los kilómetros de polla que has desayunado te hiciesen más bonita. Como creer que con lágrimas vas a conseguir que el cura se calle y el féretro se abra. Como asegurar que el suicidio es algo cobarde. Como tratar de envejecer con dignidad. Como creer en el amor. Como si algo realmente importase.
13 de Noviembre 2004
Ellos
A Nabokov se le ha subido un gemelo así que Cravan me pide que salga a calentar. Miro a Vladimir desde la banda, y bueno, no se queja demasiado. Supongo que no hay nada como llevar treinta años muerto para que las lesiones musculares no afecten demasiado.
Alguien me tiende un peto rojo y Mishima me recuerda que en un partido de degolla al otro se sale a morir. Después de eso, me da una palmada en el culo y se aleja corriendo. Por lo general, los samuráis resultan jodidamente previsibles.
Miller lleva también un peto rojo, y por lo que parece es el capitán del equipo. Él solito se ha hecho con cuatro cabezas. Pérez Reverte, Dan Brown, Lucía Etxebarría y Paulo Coelho. Un botín maravilloso, sin duda. Loriga propone una cena con los cien millones de Lucía, y la idea, evidentemente, tiene gran aceptación.
Rimbaud discute con Burroughs la elección del restaurante, y el maldito Gala aprovecha el despiste para cortarle el cuello al francés. Una baja importante. Chéjov se acerca a Rimbaud y llora sobre él. Carver grita algo así como ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?
El partido acaba, y Palahniuk, que ante todo es un cachondo, continúa chutando algunas de las cabezas que quedan sobre el césped.
Una vez en el restaurante alguien pregunta si cien millones no son muchos millones para una sola cena. Lucía se apresura a decir que la mitad son impuestos. Y alguien le recuerda que las cabezas de las malas escritoras degolladas no hablan. Conseguimos que se calle, pero no conseguimos entender por qué Henry se ha traído sus cuatro cabezas a la cena. Boris Vian aparece con un surtidor de Guinness y llena las cuatro bocas muertas de cerveza. Dice que la cerveza, mejor con poca espuma, que suficiente tienen ya los días. No es un gran chiste, pero a Boris, por respeto, hay que reírle las gracias.
Bebo de los labios morados de Pérez Reverte mientras Burgess arranca las pestañas de Coelho y las coloca junto a media naranja que reposa sobre el mantel. Brindamos, y el postre, y la cuenta, y sí, cuarenta millones de propina, no se preocupe señorita, ha sido un placer, muy buenas.
23 de Octubre 2004
!
El pecho y las piernas. El pecho y las piernas. Mis ojos están dentro de una lavadora. Centrifugan. Me veo el pecho y luego las piernas. Paro el tambor con una mano. Con la otra cojo los ojos. Me los pongo de forma que los capilares quedan hacia afuera y las pupilas hacia adentro. Bebo sosa cáustica y bailo. Perforación del esófago es mi nueva forma de ver el mundo exterior. La sosa hace que la faringe brille. La luz rebota en las paredes del tubo, atraviesa el esófago, y llega a mis pupilas. Tengo la visión de un tipo de metro sesenta. Un enano en el cuerpo de un cabezudo. Un periscopio en mitad del cuello.
Mamá acerca la cabeza al ventilador y las aspas cortan su oreja izquierda. Mamá grita: soy Van Gogh. Mamá es joven, bonita, y pinta girasoles de sangre en la pared.
22 de Octubre 2004
muse
Pelotas naranjas de ping-pong. Un tipo con sombrero sentado a una barra esperando como sólo sabe esperar alguien con un sombrero de piel de serpiente. Dice que las buenas preguntas nunca tienen buenas respuestas, y aunque estoy totalmente de acuerdo con él no se lo hago saber, así que seguimos bebiendo en silencio.
Una maravillosa chica baila descalza sobre el capó mojado de un coche. Grita time is running out y araña su muslo en el lugar en el que imagina las cuatro cuerdas de un bajo. Resbala y veo a una morena de metro ochenta y uno sobre el asfalto. Llora y no canta. La acompaño al hospital porque según dicen es mi amiga y allí escucho a una chica vestida de blanco decir que es una fractura. No me parece mal que le acaricie la pierna a mi amiga porque tampoco tengo muy claro que sea mi amiga y porque bueno, sólo es una radiografía. Escuchamos el diagnóstico con la indiferencia de quien ve las desgracias ajenas en un telediario y salimos de allí cantando algo que trata de ser sing for absolution. Ella cojea y yo la beso, lo que enseguida me parece un buen trato.
Alguien me pide dinero y alguien dice que se alegra de verme. Supongo que no en este orden. Sonrío y enseño una cartera vacía. Salgo de un baño y una portuguesa con los ojos tan tristes como el entierro de tu mejor amigo me pregunta por qué no la beso. Las buenas preguntas no suelen tener buenas respuestas. Encojo los hombros y no la beso. Una chica sonríe a una cámara y su novio mea tras ella. No es una gran foto pero sin duda parece una gran pareja.
Y eso es todo lo que recuerdo. El resto son dos chinos apretando los dientes como carniceros cabrerados. Dos chinos diminutos con palas diminutas golpeando enormes pelotas naranjas de ping-pong dentro de mi cabeza. Resaca.
Inmoral
En una descripción bien hecha, aunque sea obscena, hay algo moral: la voluntad de decir la verdad. Cuando se usa el lenguaje para simplemente obtener un efecto, para no ir más allá de lo que nos está permitido, se incurre paradójicamente en un acto inmoral.
(Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía)
12 de Octubre 2004
Retina
He visto como te acercas a un armario y estudias las vetas de la madera. Dices que la veta estrecha es un torero muerto mientras acaricias al gondolero que lo tiene en sus brazos.
No ha sido fácil verte llorar con el suicidio de tu padre. De todas formas, hay que reconocer que tu padre es un tipo imaginativo. Nunca se me hubiera ocurrido hacer eso con un abrelatas.
Tú no lo sabes, pero la noche que bailaste desnuda en una iglesia también lo vi. No estuvo mal lo que hiciste, pero deberías saber que la gente suele meter la mano ahí dentro.
Te he visto arrancarte un ojo y metérmelo en un bolsillo. Dijiste que querías que tuviese algo tuyo. No te preocupes, lo guardo dentro de una caja.
Te he escuchado rezarle al futuro, y créeme, fue precioso lo que escuché. Lástima que el futuro no parezca un dios de fiar.
Sí, también vi el polvo que echaste con mi hermano. No os guardo rencor, sois las dos únicas personas a las que quiero. Quizás la próxima vez podamos disfrutar los tres. Deberíais avisarme.
Supongo que no es justo, pero llevo mucho tiempo viendo lo que sueñas.
9 de Octubre 2004
RF
Cartílagos en pequeños sacos de plástico. Bolsitas numeradas en neveras de hospitales. Cámaras frigoríficas con orejas a cuarenta grados bajo cero.
Adiós análisis chartristas. Brokers con las venas rajadas. Adiós fondos de pensiones. Cuerpos sin vida en bañeras vacías. Adiós inversiones. Suicidios. La bolsa hundida. Hombres saltando desde cincuenta metros. Gente arruinada.
Nada que ver con la viruela. La sífilis. El sida. El cáncer. No es fácil contar diez pasos sin contar tres muertos. Cuerpos duros con el codo en alto.
Algunos siguen vivos. Talan antenas blancas y rojas. Tienen sierras eléctricas. Quemaduras en las ingles. Orejas amputadas.
Auriculares manchados de sangre. Estudios epidemiológicos falseados. Radio Frecuencia penetrando en los tejidos hasta un centímetro. Cáncer cerebral. Esperma sin flagelo. Orejas mutiladas. Leucemia. Un muerto cada dos segundos. Los teléfonos móviles funcionan por Radio Frecuencia. RF.
Salas de parto vacías. Recién nacidos con cianosis. Falta de oxígeno en la sangre.
Adiós primer mundo. El ochenta por ciento de la población tiene un teléfono móvil. Mil millones de muertos. Esperanza media de vida para dos mil millones de personas: seis años. Hola al resto.
Una preciosa niña de Madagascar se acerca a mí y dice: estáis todos muertos. Sonríe y da vueltas sobre sí misma. Lleva un abrigo beige. Me desangro pero sonrío. Trato de acariciarla y no llego a su mejilla. Paso la mano sobre su abrigo y veo algunas pecas. Montones de lóbulos. Pabellones auditivos. Algún pendiente. Miles de orejas humanas cosidas. Es una piel maravillosa.
25 de Septiembre 2004
Meñique
Leonor Watling tiene unas alas preciosas. Dios le arranca algunas plumas y las deja caer al suelo. Es un tipo histriónico. Como Jack Nicholson enfundado en una bata rosa.
Ray Charles se niega a comer entrecot. Dice ser incapaz de ver como sangra una vaca y engullirla. Kasparov aparece con treinta y dos piezas y las deja sobre el mantel. Dieciséis bemoles negros y dieciséis teclas blancas. Leonor llora mientras mira su piano mellado. Kasparov organiza las piezas por colores sobre el mantel. Ray pide más canónigo para su ensalada mientras Dios se pinta las uñas de los pies con esmalte negro.
Txh2. Cd4 Txh1. Jake a Dios. Kasparov sonríe y Dios da un puñetazo sobre la mesa. Dios se levanta y dice Mate. Le dispara. Tenemos un ruso muriéndose sobre una lasaña. Ray se cabrea y repite que no soporta ver la sangre. Leonor sonríe y recompone su piano. Dios pide el postre y aparece Audrey Hepburn empujando el carrito de la tarta. Leonor apura su plato. Hunde un pinchito en un caracol. Se le resbala. Sale volando. Y grita mecagüendios. Ray se calla. Audrey se calla. Kasparov lleva, por supuesto, cinco minutos callado. Los trozos de Hitler, en tres platitos de postre se callan. Y Dios la mira y dice: Ray, ya que eres un jodido ciego mentiroso. Un vegetariano sugestivo que no ve la sangre de la carne. Cómete los meñiques de Leonor.
11 de Septiembre 2004
Tímido
Ella se tumba sobre la cama y dice que no hay nada como correrse a las seis de la mañana. Él, a tres metros de ella, apoyado en la pared. Ella hunde su mano derecha en su entrepierna, flexiona su pierna izquierda, se masturba. Él ve una flaca de pelo negro sobre una cama. Ella arquea la espalda, marca los huesos de la pelvis. Él ve un ombligo, una mano, dos párpados. Ella jadea. Él no se mueve. Ella le llama. Él no se acerca. Ella se corre. Él ve un cerco en las sábanas, junto a sus piernas. Ella dice que no hay nada como correrse a las seis y cuarto de la mañana. Él no sonríe. Ella le insulta. Él, hierático, inmóvil. Ella dice: no se por qué te robé. Él de bronce. Desaparecido del Louvre en el 84. Apolo del Piombino, 520 aC. Tímido.
31 de Agosto 2004
3,7
Cubertería de 240 piezas FÖRNUFTT. Acero inoxidable 17-0. Apto para lavavajillas. En el hinduismo, la vida es una cadena de continuas reencarnaciones.
Una trapecista bielorrusa. Graciosa y pequeña. Ojos azules. Función dos veces por semana. Según el folclore británico los espíritus de los marineros muertos habitan en los cuerpos de las gaviotas blancas.
Larva Coco. Repugnante gusano escurridizo. Cebo de pesca ideal para ríos con abundante caudal. Las antiguas baladas inglesas y escocesas cuentan como las almas de los hombres y mujeres pasan a los animales, aves o plantas.
En un comedor escolar de Oslo substituyeron la cubertería FÖRNUFFT por cubiertos de plástico. Dos niños se amputaron siete dedos en una disputa por un cordon bleu. Acabé en una fundición de metales. Me reencarné. Caí desde quince metros en un circo de Minsk. Doble salto mortal planchado. En Europa del Este no hay presupuesto para redes de seguridad. Aparecí en una caja de cartón, húmeda y escurridiza, junto con otras cuarenta y nueve larvas. La vida de un cebo de pesca es efímera.
Pasé del interior de una trucha fría a llamarme Raúl. Trabajé veinte años como taxista en Marsella. El 13 de Agosto de 1980 fallecí en un accidente de tráfico. Lo peor de Marsella es la niebla. Lo peor de los ochenta, que no existía el airbag. Mi hermana Helena publicó una nota sobre mi muerte. Poco después se suicidó. Las ciudades con mal clima tienen mayor índice de suicidios. Mi hermana no superó que el gremio de taxistas no enviase flores a mi entierro.
Los betsileo de Madagascar sostienen que los nobles renacen en forma de boas constrictores, los plebeyos de buena posición como cocodrilos, y los miembros inferiores de la tribu como anguilas.
19 de Mayo de 1981. Tengo la frente ensangrentada. El líquido amniótico sabe a endivias podridas. Aprieto los puños de forma que los dedos se recogen sobre si mismos y los nudillos aparecen tímidamente. Las articulaciones apenas se distinguen y los brazos no son más que una masa asquerosa de piel morada. Ojos de gallina degollada y párpados abotargados. El cuello es sólo una parte más del pecho. Acerco las rodillas a la boca y atravieso pliegues de sangre y mucosa.
Una Virgen María de piel sonrosada colgada en la pared. Un tipo sujetando mi cabeza con guantes de látex. Una mujer cortando una cuerda que pende de mi ombligo. Latidos que suenan a tambor destensado. El tipo de los guantes de látex es el encargado de pesarme. Tiene unos preciosos ojos verdes iguales que los que tenía mi hermana. Rueda de migraciones es la forma que tienen los chinos de referirse a la reencarnación. El médico, Helena, el tipo de los guantes de látex, la que fuera mi hermana dice: Tres kilos setecientos gramos.
23 de Agosto 2004
Raúl
Soy Helena, la hermana de Raúl (enfant terrible). Mi hermano falleció el pasado 13 de Agosto en un accidente de tráfico. Gracias a todos los que visitabais esta página.
27 de Julio 2004
Gol
Morfina. Midazolam. Metoclopramida. Haloperidol. Hioscina. Dexametasona. Ketorolaco. Quitarse de en medio es tan fácil como dar con una tabla de incompatibilidades. Elijo un 1+5+6 y entro en la bañera. Arquímedes no mentía. Todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical hacia arriba igual al peso del fluido desalojado. Peso setentaycinco kilos y el agua se desborda. Cierro los ojos y espero. Con lo que acabo de tomar, un elefante hiperactivo no tardaría más de veinte minutos en morir y donar sus colmillos a una tienda de souvenirs. Pasan dos horas y el agua se ha enfriado. Me incorporo. Me seco. La imagen de un suicida en albornoz resulta absurda. Tacho de la lista 1+5+6. Quizá sea la dexametasona. Esta combinación tampoco funciona.
Una farola y un toldo consiguen que veinte metros no sean suficientes. Traumatismo craneoencefálico y extirpación del bazo no es nada que no te pueda proporcionar un camión que se salte un stop. Eso supone mi tercer nulo en caída libre en poco más de un año. Mi pie izquierdo ha resbalado con la humedad de la barandilla. No ha sido un salto limpio. Efecto Doppler es la sirena de la ambulancia haciéndose más aguda. Variación de la frecuencia en función de la distancia. Jacklima es el aliento de la camillera mientras acaricia mis pómulos. Cricri es fractura de huesos de la cara. Como pequeñas láminas de chocolate flotando en nata.
Un paso a nivel en un sitio turístico no parece mal sitio. Cincuenta holandeses expectantes. Sandalias y factor de protección solar sesenta. Euromed a cientocincuenta por hora. Freno de emergencia. Copas del vagón restaurante precipitándose al suelo. Espero sentado en el raíl hasta que puedo ver los ojos del tipo de la locomotora. Mirada de perro muerto. Perro frío. Me aparto de los raíles. No sería justo quedarme aquí. Mi cabeza se convertiría en un proyectil de unos diez kilos. Los niños disfrazados con camisetas de portero de fútbol no parecen capaces de parar un tiro así.
22 de Julio 2004
h2so4
Sólo personal autorizado resulta, la mayoría de la veces, una frase inofensiva. Empujar la puerta me acaba de convertir en personal autorizado.
Un cuartito blanco. Cloro y humedad. Nada sorprendente teniendo en cuenta que estoy en el almacén de mantenimiento de una piscina. Una garrafa blanca. De unos ocho litros. Un círculo naranja con una cruz negra en la pegatina. Producto irritante. En caso de accidente consultar al Servicio Médico de Información Toxicológica. 915620420.
Si un niño de cuatro años bebe de esta garrafa de cloro, seguramente lo primero que hará será coger su móvil y marcar el noventayunocincoseisdos mientras nota como parte de su esófago implosiona.
Vierto la garrafa. Dejo que el cloro se escape por la cañería del suelo. Relleno de nuevo el recipiente con un embudo. Hachedoseseocuatro. La formulación química resulta jodidamente cacofónica, pero estética. Como un tartamudo en llamas.
Ácido sulfúrico en lugar de cloro. Me tumbo en la toalla. Faltan dos horas para que el conserje compruebe el peache del agua. Leo a Mishima para matar la espera. Aunque supongo que después de lo que acabo de hacer no necesito lecciones de cinismo.
Once trentaysiete. Mono azul. Un tipo de unos cincuenta años se arrodilla ante la piscina. Hunde la mano derecha en el agua. La saca. Mira sus uñas. Resuelve que, efectivamente, la piscina necesita cloro. No parece un método excesivamente serio para la que se supone su labor de mayor responsabilidad. La que le precede es cortar los setos rectos. En quince años, no lo ha conseguido.
Entra en la caseta y sale con la garrafa en los brazos. Vierte el líquido sin estrategia alguna y devuelve la garrafa al almacén. Seca un par de gotas de sudor con un pañuelo y desaparece del recinto. Once cuarentayseis. A dormir. Su jornada laboral ha acabado.
Falta una media hora para que aparezcan. Uno de los ex capos de un importante banco. Una mujer de unos cincuenta que insiste en ofrecer un billete marrón por un polvo. Un tipo cuya conversación se reduce a Susana, su yate. Cincuenta metros de eslora. Si la felicidad son cincuenta metros estoy convencido que no le importará tener un barquito de cuarentaydos. Me apetece meterle parte de Susana en sus ocho metros de intestino. Luego está la rubia de veinticinco. Pasea su título de derecho. Aprobado con las rodillas más raspadas que los codos. Cuarentonas con suficiente colágeno como para convertir el Amazonas en un souvenir plastificado. Una modelo de la talla treintaydos que no acaba de tener muy claro si quien le da sentido a su vida es Dolce. O Gabbana. Una pareja del opus con una inquietante excursión de ocho cesáreas. Ocho irritantes renacuajos modelo Flanders.
No os vendrá mal un chapuzón. Carne a tiras. Como los kebabs que sirven esos paquistaníes que tanto odiáis. Lagrimales desprendidos. Asfixia. Fogonazos en los pulmones. Flotadores humeantes. Liposucción de bajo coste. Adiós a la grasa. Chapotead y sonreíd.
11 de Julio 2004
Nana
Los torres de Nueva York se hunden por aluminosis. Los pilotos no suelen ser tan miopes como los de aquel día. Un tipo de Israel construye una gran muro para hacer felices a los chicos de los graffitis. Derecho internacional no es sólo una asignatura de segundo. Cáncer es el nombre de una sopa de sobre. Las mujeres no lloran, las gotas de su cara son siempre de lluvia. Argentina sonríe. Los niños nunca mueren, se reencarnan en pelotas de tenis.
Trata de dormir.
6 de Julio 2004
Sean
Número privado. Descuelgo y escucho. A las cinco donde siempre. No entiendo la maldita costumbre que tiene Sean Penn de llamar de forma anónima. Supongo que es el tipo de cosas que hace una estrella de cine. Donde siempre es una taberna irlandesa del centro de Barcelona.
Cuando llego, un tipo con la camiseta de la selección inglesa cree haber reconocido en Sean a su dentista. Trata de abrazarle y yo temo que Sean se meta demasiado en el papel y le salte un par de muelas.
Me acerco a la barra y pido un par de pintas. El camarero, un noruego con los párpados caídos, tiene una conversación tan absurda como un entierro sin muerto, así que desaparezco con una Guinness en cada mano. Sean me sigue y nos sentamos sobre la
mesa de billar. Él habla de del Toro y yo atajo, sin demasiado éxito, hacía Naomi Watts. Cuéntame más cosas de Bukowski, le digo. Niñato, siempre me preguntas lo mismo. No me interesáis demasiado los actores, sois casi tan falsos como los gatos. Esa frase no es tuya. Si lo es, yo la escribí antes que Amenábar la utilizase en esa ingeniosa película. Esa que luego destripó Tom Cruise. Los bajitos, por lo general, resultan estúpidos. Supongo que tienes razón. Joder, todos los dictadores han sido enanos. Maldito Hitler, voy a mear.
Sean se levanta y bueno, tampoco parece demasiado alto. Pasa un cuarto de hora y Sean no ha vuelto. Decido buscar la puerta del baño. La entreabro y veo como Sean saca un bote de enjuague bucal de su americana y se lo tiende al tipo que vomita sobre la taza del váter. Le recomienda que no beba tanto. El alcohol amarillea los dientes. Y cepíllese tres veces al día tratando de no dañar las encías.
Joder. Un maldito ortodoncista de Manchester. Tres años pensando que este tipo era Sean Penn.
2 de Julio 2004
Marciana
La endolinfa colándose en el canal vestibular, el conducto coclear, el canal timpánico. Tres pequeños conductos del oído que captan la aceleración angular. El sáculo y el utrículo se ocupan de la aceleración lineal y vertical.
Una vietnamita tragándose una tubería. Un niño de cinco años aplastando un portaviones. Un porsche del sesentaydos ardiendo conmigo dentro.
Antes de recordar la explicación de porqué el sentido del equilibrio está relacionado con el oído. Antes de las alucinaciones. Antes de irme al suelo. Antes del golpe contra la farola. Giro el cuello durante más de diez segundos para ver a una rubia en la otra acera. Preciosa. Descomunal. Marciana.
Sol
Chicos en la contraportada de las revistas. En paradas de autobuses. En esas telas de tamaño imposible que cubren algunos edificios en obras.
Codos ingrávidos y costillas de menos. Duda permanente en las pupilas. Como si hubieran desayunado un litro de horchata sin tener muy claro el sabor de la chufa. Pulseritas y tacones. Caras blandas. Ojos mortecinos. Flequillos lánguidos. Tipos que no rellenarían más de dos palabras de un crucigrama. Nota musical, tres letras.
30 de Junio 2004
Herencia
Todo lo que se escribió sobre aquello no es del todo cierto. Pero la subjetividad es un espectador con demasiadas dioptrías. Se habló mucho en los colegios, en las calles, en las iglesias. Incluso se le dedicó un capítulo en un best-seller.
Mis padres eran unos hippies y mi hermano un consentido recalcitrante. Imagino que no soportaba su éxito con las mujeres. Sus buenas maneras impostadas. Su sonrisa niño bien. Seguramente no me apetecía matarlo, pero le acabé disparando a quemarropa. No es agradable salpicarte con la sangre de tu hermano. Pero Abel no era un buen tipo. Te lo aseguro.
A nadie le apetece llamarse Caín. A mí menos. Pero en el registro se niegan a cambiarlo. Herencia histórica. Eso dicen.
26 de Junio 2004
En off
Cuando muerdo tus pestañas y jadeas a quemarropa. Despresurización en la cabina y espasmos sin espuma por la boca. Cinética en los tendones y clavículas de un sólo filo. Azul cocaína en los ojos de la contorsionista china. Cuando mi boca entre tus piernas y tú me subtitulas, sexo en off.
25 de Junio 2004
Seis
No es el trapo negro atado al mástil. Ni los doblones. Ni el olor a tierra mojada de la cubierta. Prometo que tampoco es el ron, el parche del ojo o las argollas.
Lo verdaderamente increíble es el olor a pólvora. El retroceso del cañón. Hundir la daga hasta notar como se desgarra el pulmón. Dejar que la sangre salpique mi barba. Despedazar cuerpos. Dejarlos caer por la borda.
No debería haber abierto el cajón que se quedó con mis seis años. Maldito barco pirata. De playmobil.
24 de Junio 2004
Curva
Me siento junto a la taza del váter. Vomito. Hilos de bilis cuelgan de los labios. Trozos de carne resbalando como motoristas en un circuito mojado.
Me mareo. Me tumbo. Tres mensajes nuevos en el móvil. Nicole. Verónica. Álex. Cientosesenta consonantes. Vocales fusiladas. Todos dicen más o menos lo mismo. Me felicitan. Parecen contentos. Apago a Nancy Sinatra de una patada. Hundo la cuchara en el helado. Chocolate y nueces pijas. Antes de eso, fajita de foie y ternera. Trufas. Parmesano. Calamares. Bloody mary.
No debería beber. Estoy embarazada. Y no sé quien es la madre.
20 de Junio 2004
Bugs Bunny
Imagino que todos tenemos la misma cara de conejo. Seguramente por eso alguien nos suelta en el mismo laberinto. Ganar es simplemente darse cuenta que vas a perder. La zanahoria siempre está demasiado lejos.
Tienes setenta, ochenta años de coscorrones contra todas las paredes. No importa tu sentido de la orientación. Ni lo dura que tengas la cabeza. Nisiquiera tu dinero. Aquí dentro no hay nadie a quien sobornar.
No apagues las luces. De poco sirve buscar ese letrero verde con un tipo blanco corriendo hacia la puerta. No hay nada más estúpido que un laberinto con salidas de emergencia.
Tu zanahoria se pudre. Y tú no eres más que un personaje de la Warner. Eso es todo. Eso es todo amigos.
19 de Junio 2004
Saturno
Apoyo la espalda en la pared. Dos hombros que resbalan contra el hormigón. Como el culo de un leproso en los toboganes de un parque acuático. Me dejo caer. Me quito el cinturón. Lo ato en mi antebrazo. Una vena azul. Una aguja. Y sólo gotas de odio. Nada de sangre. Ni pus. Sólo odio.
Las buenas intenciones, los consejos. Asquerosas frases azules. Elegantes e inútiles. Como la llama de una caldera. Cuando la mezcla no es lo suficientemente buena.
La vida es un libro de astronomía en las manos de un niño de cinco años. Estéticamente perfecto. Insultantemente incomprensible.
6 de Junio 2004
Chuloplaya
Ni diez. Ni cien. Ni mil. Menos lobas caperucito. Dime de lo que presumes y te diré donde no la metes. Los cromos se coleccionan. Las mujeres no. Nunca encontrarás un sobre con una repetida.
No sé cuantas muescas necesitas en la culata. De tu pistola de agua. Seguramente tengas la boca más grande que las manos. Esas con las que abres la puerta de la farmacia. Seguido de la Virgen María. Para que en un predictor. Mee cada día.
5 de Junio 2004
Mierda
Somos amarillos. Personajes de Lego. Piezas perfectamente reemplazables. La misma sonrisa. Dos puntos negros para los ojos. Manos en forma de u. Peatones anestesiados. Muertos de plástico.
Somos moscas que estallan en un cristal. Sangre que resbala. Un chasquido en una carretera.Y un limpiaparabrisas que da el amén.
Somos peleles de plastilina. Cualquiera puede arrugarnos la cabeza con el pulgar. Amasarnos. Redondearnos. Devolvernos a la gran pelota inicial. De mierda.
29 de Mayo 2004
Guernica
Dios es mujer. Y la tiene pequeña. Es un impertinente con gafas. De los que se sienta en primera fila. A Dios no le han bautizado. Le tiene miedo al agua. Quizás por eso le huelen los sobacos. Dios no sabe leer ni escribir. La Biblia, cosa de un negro. El mismo tipo con el que estuvo relajándose el séptimo día. Dios es un imbécil de los que subraya las buenas frases de los libros. Y eso es algo tan estúpido como pintarle pestañas rojas a los ojos más tristes del Guernica.
26 de Mayo 2004
Liquid room
Acaricio la pared con la punta de los dedos. Como una madre buscando el nombre de su hijo en una lista de soldados muertos. Me revuelvo. Aparto las sábanas. Abro los ojos. Me río de las rendijas de la persiana proyectadas en el techo. La luz de algún coche las pone en movimiento. Se escapan. Comprendo que son ellas las que se ríen de mí. Desisto.
Cuatro dígitos verdes. Borrosos. 03:49. No es fácil saber si es tarde cuando no tienes muy claro donde estás. Negocio minutos de tres segundos. Y pierdo. Aquí todo el mundo parece tener muy claro como ganarme. Incluso un jodido despertador.
Las paredes se vuelven líquidas. Y se separan como dos gotas de mercurio. Se me abultan los ojos. Hago óes con la boca. Olvido los tres últimos segundos escritos. Desde fuera, una mano arranca la persiana. De pronto llueve algo. Empiezo a notar sobre las escamas los golpecitos de la asquerosa comida de peces.
Miércoles
Los días todos de la mano. Como parvulitos en la puerta de un museo. Los Lunes. Los Martes. Dos niños iguales con los mismos mocos verdes y distinto nombre en la bata.
Y yo, un hamster. Hastiado de dar vueltas en un tambor de lavadora. Me mareo. Con la cara de imbécil de un astronauta suplicando biodramina. Agua y detergente que se cuelan por la nariz. Y no hay polvo blanco que acabe con estos cercos de pena. Centrifugo un millón de veces hasta encoger. Escapo por uno de esos agujeros del tambor. Sumidero. Cañería. Verdín. No sé si en ese orden. Pero al final, alcantarilla y calle. Y todo sigue oliendo tan a mierda. Como cualquier otro Miércoles.
23 de Mayo 2004
Sondeo
Aprovecho que la chica de ojos azules se levanta y va al baño. Estoy a cuatro mesas de la suya. Voy hasta allí. Empiezo a escribir una frase en cada página de su código civil. Relleno unas treinta hojas. Sí, las chicas de ojos azules siempre tienen mucho que mear. Vuelvo a mi sitio. A los tres minutos llega ella. Se sienta. No tarda demasiado en darse cuenta de mi gamberrada. Empieza a leer. Sonríe. Pasa las hojas sin levantar la vista. Me gusta que no trate de averiguar quien ha podido ser. Se centra en la historia. Noto que se acerca al final. Ya no sonríe. Noto como reprime una lágrima. Efecto deseado. Me levanto contento. Y me voy.
Otras noches. Escribo frases. Las mando a móviles desconocidos. María ha tenido un accidente, está en coma. Me sigues queriendo? tres noches sin que nada huela a ti, son demasiadas. O tengo mis trescientos euros mañana, o te corto el cuello. Tecleo un número. Y espero las reacciones.
22 de Mayo 2004
Telepizza
Me asusta la gente que cree en sí misma. Con fe. Con ganas. La gente de paja ante el espejo. Esos que no dudan. Que parecen caminar con bronce en los zapatos. Y ya nadie esculpe estatuas tan absurdas.
Señores con tarjetas de visita en el bolsillo. Abogado. Broker. Negrita. Subrayado. Tarjetitas de cartón. Estúpidas como las postales en el buzón de un muerto.
Me río del charco de sangre de ese gordo sobre el asfalto. De su corbata. De su colesterol. Del Viña Ardanza en la comida. De su firma en el contrato.
Y aplaudo al pizzero express. Ese que se lo ha llevado por delante. Admiro a los kamikazes. A los que acaban con esos que no son nadie pese a lo que digan sus nóminas
Y Laura. Hija del gordo muerto. En casa. Acaricia sus piernas. Recién depiladas. Y sopla el esmalte de sus uñas. Impaciente. Porque su pizza no llega. No por un padre muerto. Por una cuatro estaciones. Sin champiñones.
Y Luis, pizzero express. Se agacha. Y no llora. Y recoge del suelo ese fajo de tarjetas. Y decide que ya no reparte pizzas en una derbi. Ahora Luis es abogado. De los importantes. Con una corbata blanca. Sobre su impermeable rojo telepizza.
21 de Mayo 2004
Hot
No puedo escribir con calor. Ni enamorado. Necesito frío en los pies. Miedo. Un hígado que crepite. Que arañe. Vertigo en el culo y en la nuca. No puedo masticar lo que escupo. Y notar. Que las frases saben a donut mareado en el microondas.
No sé escribir. Pero sé mirar. Y tengo mala leche. En los nervios que le chivan a los dedos lo que ven las pupilas. Y el calor sólo sirve para espejismos sin reflejo. Para que las letras se espachurren. Como los helados de los niños. Que se suicidan. Para que tú los pises.
Cerillas
Las sorpresas son menos sorpresa cuando toda la sala sabe como acaba la película. Me gusta que tu tos no suene a anuncio de jarabe. Suena triste. Como un gitano tocando la trompeta. En un descampado. Cerca de su caravana. En esa hora en la que nadie sabe si es de día o de noche.
No me gusta cuando estas lejos. Te veo enana. Pareces un souvenir. Te metería en una burbuja de cristal. Y al darte la vuelta. Nevaría. No sé que ciudad podrías ser. Un sitio donde morir, seguramente.
Así que acércate. Quita esa cara de sorpresa. No tosas. Y sopla las velas. Celebramos que estamos tristes. Muy tristes. Como una caja de cerillas. En un túnel de lavado.
15 de Mayo 2004
Naipes
Me apetece una princesa muerta y un príncipe que llora. Día de fiesta para los chicos de azul y sus subfusiles. Nada que defender. Nada que proteger. Niños con hambre comiendo joyas, flores. El dinero nunca está en los hígados que lo necesitan. Hadas que saltan desde sus castillos. Dragones con mocos. Carrozas diesel. Rubias de telediario creyendo en las segundas oportunidades. Tetas de portada. Y reyes muertos. Ahorcados con la cola de un vestido. Blanco. Coronas en el suelo. Las de una baraja rota.
14 de Mayo 2004
Talco
Creo que empecé a los ocho años. Esnifaba pegamento de un calcetín. Tenía un chándal rojo. Unos zapatos negros. Un primo. Y poco más.
La calle es un colegio cruel. Se limita a enseñarte lo que nunca tendrás. Entrábamos en bares. Con churretes en la frente. Pedíamos. Robábamos lo que podíamos.
El pegamento ayudaba a no pensar. Como aquella vez. Cuando un tipo me violó. Me partió un diente en una de las embestidas. Después me dio diez euros. No fue un mal cambio. Con ese billete mi primo y yo nos tomamos tres hamburguesas y un bidón de cocacola. Yo por mi parte, estuve una semana durmiendo de lado.
La diferencia entre mi culo rajado y tu culo sentado es mínima. Yo no escogí nacer de un coño en Rumania. Tú tampoco escogiste crecer no violado. La probabilidad separó nuestras placentas tres mil kilómetros. Y esa, creo, es la distancia entre la sangre y los polvos de talco.
9 de Mayo 2004
Ellas
Me enamoro de la misma mujer. En distintas ciudades. Con diferentes acentos. Tacones. Labios.
Si fuera Millás o Kundera seguramente sabría explicartelo. Tendría palabras. Facilidad para hablar de las dualidades. Pero no, sólo tengo un puñado de malas frases. Y chicas que escupen el humo de sus cigarrillos con elegancia. Con pena.
Son chicas, mujeres, niñas. Siempre imagino sus cuatro años. Y en el fondo, todas llevaban las mismas coletas. Y su plastilina siempre suena un poco triste.
Distintos tangas y distintos sabores. Las mismas lágrimas. Las madrugadas nunca son noches cerradas. Os escribo algunas frases. Entre polvos. Y vosotras no lo sabéis. Escribo desnudo. Y odio que me desnudéis al leerme.
En el fondo, todas sois ella. Y yo, el que cambia en cada par de ojos.
8 de Mayo 2004
Breakfast
No tengo vértigo. Salto al vacío de tu ombligo. Sin cuerdas, sin permiso, sin pinzas en la nariz. Me gusta que no huela a anuncio.
Antes del vértigo, de las sábanas, de tu coche. Me encanta haberme limpiado el culo, con las hojas de tu libro. Ese que leías ayer. Educación gestual. Cómo sentarse. Cómo mirar. Cómo coger el vaso. Cómo acariciarse el pelo. Menuda gilipollez. Sólo he necesitado un brazo en tu cintura. Y caradura en tu cuello.
He desmontado un libro. He juntado vértebras con caderas. Me encanta follar. Contigo y sin mí. El sexo es maravilloso. Y un asunto insultantemente sobrevalorado. Si la gente follase más, no se hablaría tanto de ello. La gente desayuna todo los días, y nadie parece darle demasiada importancia. Nadie alardea, entre cervezas, lo cojonudo de su desayuno. Menos los ingleses, que desayunan demasiado, y siempre son un tanto absurdos.
7 de Mayo 2004
Dentro
Soy el niño que empuña la navaja y se acerca al columpio. Tengo barro en las suelas y una mariposa con un filo de siete dedos. Sólo quiero una moneda. Dos metros más allá soy también el niño con miedo en el culo. Dejo de columpiarme. Tenso los hombros. Caigo al suelo. Me desangro con dos euros ocultos en un puño cerrado.
Soy la hoja de metal y la arteria que cede. Clavo tablones cada vez más altos en una barrera que sólo yo veo. No importa, la acabo saltando siempre. Parte de mis rodillas se queda en cada salto.
Cierro todas las puertas. Me trago sus llaves. Me prohíbo ir a más. Me niego a mí mismo. Me desuello. Me abro en canal. Meto la mano. Cojo todas esas llaves. Abro lo que me da la gana. Yo y yo. Yo en mayúsculas y yo sin miedo. A nada.
2 de Mayo 2004
Nadie
Me llama la editora. Me pide una pequeña biografía. Cinco o seis líneas. No te explayes. Dice al otro lado del auricular.
Cuelgo. Me siento. Tecleo. Tengo un nombre. Dos apellidos. Un año. Una ciudad. Me siguen sobrando cinco o seis líneas. No soy nadie. Y me encanta.
Plan renove
Prometo dejar de rechinar. De sonar pretendidamente sentencioso. Pretencioso. Prometo quitarme esta estúpida visera de telegrafista. Prometo que habrá más palabras que puntos. Que compraré una caja de comas. Que dejaré las patadas. A los diccionarios. A las bocas.
Prometo escribir con menos odio. Beber menos. Enamorarme. Dejar los tacos, al escribir. No quiero que esto siga pareciendo un rap leído por tartamudos.
Empezaré a contar alguna verdad. Y te daré detalles. Sobre mis polvos. Sobre intimidades. De las que venden. Pondré mi foto. Para perder, definitivamente, lectoras. Lectores. Pondré un diseño apañado. Para tener un montón de imbéciles más. De los que se enamoran de la carrocería. Y no del motor.
Y una mierda.
1 de Mayo 2004
Terrible
Soy dos capas de impostura. Nunca voy a reconocer que lloro. Sólo te contaré que leo a Bukowski, Miller, Loriga. Pero Los sonetos a Orfeo, de Rilke, no es un título que asuste a nadie. No es un libro que voy a dejar que sepas que leo.
Seguramente yo también tenga un puñado de sueños. No los vas a escuchar nunca. Seguiré haciendo ver que todo da igual. Que nada importa demasiado. Que morir hasta las cejas no es tan mala idea. Seguiré mirando desafiante. Sonando rotundo.
Te convenceré. La felicidad está al final de cada vaso de tubo. Te mentiré. Te diré que nunca me he enamorado. Y en el fondo, sólo es miedo. Odio. Un o pisas, o te pisan.
Ganarse el respeto por andar de la mano con la más bonita. Es absurdo. Como aquellos calcetines blancos de Michael Jackson. Los besos de noche son como las mentiras de los niños pequeños. Graciosas, pero mejor no creer en ellas. No te dejes engañar. Por los zapatos. Por las pintas. En el fondo, todo es mentira. Es sólo un disfraz. Y yo, un imbécil.
F355
Ponte esto. Vamos a robar. Un descapotable. Un coche que nos merezcamos. Uno que nunca podríamos pagar.
Pestañéale a todo el que pase. Yo me ocupo de la electrónica. Hay un montón de viejos repasándote el escote. Y un montón de cablecitos verdes cerca del sistema de arranque. Verdes. Como tus tacones. Mejor puenteo el azul. Cualquiera se fía de esos zapatos.
No me mires así. Ya sé que dos horas para robar un coche no es un récord. Mi intención no era ocupar las páginas de ese estúpido libro de hazañas inverosímiles.
No tenemos demasiado dinero. Ni para la gasolina del coche. Ni para la nuestra. Pero como cantaba aquel grupo de melenudos. Lifes a journey, not a destination.
Bailamos. Sobre el capó. Todas las canciones. Todas las que te hacen sonreír. Quítate los tacones. No le rayes el coche al dueño. Somos malos buenos. Acuérdate.
Y cuando empiece a llover. Y sólo se escuchen sirenas. Y no tu voz. Quítate el cinturón. Acelero. Y morimos. Jóvenes. Felices. Bonitos. Como este descapotable italiano.
25 de Abril 2004
Nh3
No os vi por aquí. Ni en Diciembre. Ni en Enero. Yo estaba entre esas rocas. Con frío. Con un libro.
Ombligos que se comen elásticos. Tangas con celulitis. Transistores. Sombrillas. Niñas bonitas. Fuman light. Leen best sellers.
Podría mataros a todos. Con las diez armas blancas. De mis pies. Pero no sería demasiado justo. Huele demasiado a crema. Y nadie parece muy feliz.
Podría comerme toda la arena a bocados. Y mearme en el agua. Amarillo y azul. Verde. Aunque dudo que tenga suficiente amoníaco en las venas. Como para cambiar el color del cielo.
9 mm.
Egipcia, la genialidad pasa de puntillas, y tú te has quedado con todos sus pisotones. Jodida tramposa.
Sonríe. Y me mudo a tus pirámides. Follaremos en sarcófagos. Como perros. Egipcios.
Soy un imbécil. De los que aún piensa. Que se puede enamorar con palabras. Y sin coches caros. Llevo diez buenas frases en el bolsillo. Las arrugo. Las tiro al suelo. Para dártelas, cuando amanece, a quemarropa.
Y tú, de ese amarillo Brasil, que tanto me gusta. Si la vida fuera justa, nos dejarían seguir bailando. Cuando encienden las luces. Y quitan la música.
Tú seguirías silbando. Como las balas. Esas que no disparas. Que son las que matan.
23 de Abril 2004
Capullos
Me apetece. Ver a un hombre. LLevando un ramo de flores con dignidad.
Me apetece. Ver a una mujer. Rechazando rosas. Sugiriendo orquídeas.
22 de Abril 2004
Profident
Las dentaduras perfectas resultan irritantes. Fichas blancas de dominó. Alineadas escrupulosamente.
A veces apetece volver. A los seis años. A mellar las fotos del periódico. Con un lápiz negro.
Manchas amarillentas. Café. Tabaco. Dientes que se amontonan. Como cadáveres en fosas comunes. Colmillos ácratas. Todo mucho más natural. Con la sinceridad de quien no quiere pagar.
Sonrisas de televisión. Cada incisivo, una factura. Doscientos euros la sesión. Le blanqueamos el bolsillo. Y después, la boca.
Garfios y limas. Verdugos de simetrías absurdas. Hierros góticos bajo las encías. Mucho dolor. Demasiados espejos.
Sobran cepillos. Y billetes. Faltan puñetazos.
Triciclo
Los locos siempre caemos bien. Parecemos simpáticos inofensivos. Hasta que sacamos una pistola. Un montón de rehenes. Y un director de banco. Con un culo que huele a miedo.
El otro día, en Alicante. Ese chico sólo quería curarse el resfriado con un gramo blanco. Tenía la voz de malo que tienen los buenos. La voz de alguien que nunca dispara.
En América te visten de naranja. Simulan un juicio. Y te broncean. Gratis. Si, como a un pollo. Al menos guardan las apariencias. Aquí alguien se aburrió de esperar. Doce horas son muchas. Así que acelera y mátalo.
Chicos de azul. Os voy a esperar. En cada cruce. Con un trailer. Con las luces apagadas. Y cuando paséis. Pedaleando. En vuestro tricilo. Con esa estúpida sirena azul. Os pienso cortar el paso. Cerrar comillas.
20 de Abril 2004
Cohen
Me gusta cuando suenas rota. Los buenos días se vuelven amenazas sicilianas. Te falta un sombrero. Y te sobra el resto.
No hay nada más elegante que una mujer bonita, ronca. Te vendo como remedio, tragar espinas del pez más cabrón. Rasgar cuerdas vocales. Ahorcar agudos. No te cures. Quédate Cohen.
18 de Abril 2004
Sesión numerada
Oigo como las neuronas se fusilan unas a otras. Nadie parece querer vivir ahí dentro. Hacen bien. Las escucho caer hasta los pies. Debía tener más de las que creía. Me pesan los pies.
Soy consciente de que me estoy dejando ir. Un suicidio consentido. Ambas partes de acuerdo. Y todos tan contentos.
Flores sobre la mesita de noche. Las flores son siempre sentimientos de culpabilidad con pétalos más o menos horteras. Unos cuernos, rosas. Saber que te mueres, tulipanes. Muerto, coronas con una banda lila.
Cocodrilos que visitan con lágrimas de familiar. Susurros. Besos sólo en la frente. Los que se merece alguien que empieza a estar frío. Lejos de los treintayséis grados.
Un corazón que ya no late. Por mucho que se empeñe ese osciloscopio. Esto ya no se mueve. Así que esas 62 pulsaciones mienten más que hablan.
No estoy viendo pasar mi vida ante mí. La leyenda urbana prometía un último pase. Alguien se está quedando con mis cinco euros veinte.
17 de Abril 2004
Hit me
A veces, cuando te veo coser frases con tan poco hilo, te odio. Podría disimular. No soy mal actor. Pero la envidia siempre tiene un punto de cinismo que la humaniza. La indiferencia es la peor forma de abstinencia emocional.
Piensas blanco. Y digo negro. El gris es un color entre dos certezas. Y las medias tintas, a la larga, se acaban borrando.
La melancolía sabe a lágrimas de álbum de fotos. Y la demagogia es la bajeza más ortopédica. Como la forma de caminar del peatón verde en los semáforos.
Me chuleas. Y me gusta. Pero se te olvida. Que con dos dados, si hace falta, saco un trece. Y las ruletas rusas, de siete balas, inofensivas.
Así que no trates de ganar. Al menos, no esta partida.
13 de Abril 2004
Vinagre
La gente ya no llora. Ya no piensa. Somos manecillas del reloj más imbécil. Los libros son más baratos que las casas. Las hipotecas no enseñan nada. Pero muchos salen de los bancos. Y pocos entran en las librerías.
Los sueños ya no duran una vez despiertos. No más de diez minutos. El tiempo entre que terminas la tostada y entras en el metro. Después todo son automatismos. Un trabajo. Un puñado de euros. Y vinagre en el alma.
Ayer vi un beso. Uno de verdad. De los que ya no se ven. Tenían todo el tiempo del mundo para besarse. Quizás ella se esté muriendo. O él se marche a Méjico mañana. Pero se querían. Como esa mujer de noventa años que habla con sus gatos. Y ellos la escuchan. Las dos partes saben que es lo único que tienen.
A veces, el amor más estúpido, es el de verdad. El resto, no importa demasiado.
12 de Abril 2004
Fíate
Podría convencerte de que soy piloto. De un avión de papel. Podría venderte lo inverosímil. Alquilarte lo surrealista. Mentir no es tener mala leche. Es darle salida a la creatividad.
Puedo convencerte por las buenas. Sonreírte por las malas. Esquivar tus preguntas haciendo eses. Entre tus interrogantes.
Podría podrías. Pero contigo no puedo. No, si me miras a los ojos. Eres la única capaz de desarmarme. Y nunca es bueno quedarse sin balas. Creo.
Marioneta
Quiero volver a tener cuatro años. Me voy a comprar un calidoscopio. Imágenes hipnóticas. Fragmentadas. Simetrías absurdas. Sólo necesitar eso para olvidar. Pasarme horas con el ojo pegado al tubo. Y no con un tubo dentro de la nariz.
A los cuatro, las lágrimas no saben a amigos muertos. A sexo sin amor. Sólo saben a chichones y mercromina.
La plastilina maleable de antes. Ahora mi carácter. Y los hilos de mi marioneta. O los zurzo. O me ahorco con ellos.
Regálame un calidoscopio. No nos pongamos trágicos.
11 de Abril 2004
Hugo
Niñato de ridículo apellido italiano. Que papá tenga todos los hoteles, bares y restaurantes de la costa, no vale nada. No te da derecho a nada. Cero euros de nada.
El respeto se gana con buenas frases. Y las tuyas, suenan a tartamudo con neuronas divorciadas. Sigo convencido de que te sobran tantos cromosomas como billetes violetas.
Que esa camarera esté pasando más frío que un esquimal tomándose un calipo invita a que mis nudillos intimen con tus caries. Eres incapaz de darte cuenta que es la más lista de la clase. Que algún día publicarán su libro. Que arqueando una ceja se come el mundo y todo tu dinero.
Seguramente sea culpa de esa melena pretendidamente descuidada. No te está dejando ver nada. Imbécil.
10 de Abril 2004
Sueño y guepardos
Me iba a echar la siesta. Sí, a las nueve. Cada uno tiene sus horarios. Y no, no mintáis. Nadie ve los documentales de la 2. Yo tuve mi época. Lo hacía para quedarme frito. Hasta que descubrí el snooker de Eurosport. Es narcótico. Más incluso que ver correr a los guepardos.
Dos señores. Con sus respectivos chalecos rococós. Con la cara inquietantemente blanca. Hepatíticos. Con zapatos en los que me veía reflejado. Joder como brillaban.
Con tacos largos. Y narices enanas. Ridículas. Como su puntería. Han empezado a fallar bolas. Una tras otra. Bolas que yo metería. Que tú meterías. Que un manco metería. Con el taco en la boca. Con las manos atadas. Bueno no. Que no tiene.
Players champ. 1/2 Final. Eso deben ser las semis. Soy un tío con idiomas. Letrerito azul para Doherty. Rojo para Hunter. Seguían fallando bolas. Un señor con guantes de mayordomo ha cogido la blanca. La ha secado. Hay que joderse. Pretenden hacerme creer que la culpa es de la bola. Cómo coño se moja una bola de billar si no estás en un bar.
Abucheos entre el público. Y no se que público resulta más inquietante. Si este. El de ajedrez. O el de salto de trampolín. Total, las diez. Otra vez sin siesta.
Dos copias
Mierda. Me ha vuelto a pasar. La última vez fue en la estación. Era fácil. Acercarse a la ventanilla y pedir el billete. A Barcelona. Con carné joven.
Hoy la frase tampoco era difícil. Dos copias de esta llave. He entrado en la ferretería. Y me he sentado en un taburetillo hortera. Quizás porque la pose invitaba a ello. O porque los días se vuelven fragmentos sobrios de cuarto de hora. He pedido un Ballantines cola.
Estupefacción del dependiente. Y para arreglarlo. Bueno, pues da igual, un cortado.
9 de Abril 2004
No
No me digas que no conduzca descalzo. No me preguntes si alguien nos persigue. Me gusta correr. A este coche le sobran tres asientos. Especialmente el tuyo. Por ciudad se puede ir a cientocuarenta. Sólo hace falta que no se den cuenta. Las calles son el circuito para los listos. Así que disimula.
No me reproches que desayune aspirinas y bloodie marys. No me escupas la mala cara que traigo hoy. Tampoco tu eres demasiado guapa. Al menos ayer fui el más simpático de la noche.
No me digas que follo como los ángeles y que soy más listo que el demonio. Te creía con más literatura. Tus metáforas son estúpidas. Como cobrarle un tatuaje a un leproso.
No me digas que aquí no. No me apartes las manos. No te abroches la falda.
7 de Abril 2004
Zoo
Trapecios con veintiséis. Bíceps con dieciséis. Pocas repeticiones. Tres series. Es un músculo pequeño. No necesita más.
Espejos que adelgazan. Pechos depilados. Mancuernas y alaridos. Envidias y egos sin cabeza.
Hay señoras sudando calorías sobre la cinta. Con el mismo entusiasmo que un mudo narrando la final del mundial.
Chicas de veintialgunos con manicura a precio de anguila. Tangas y culos once. Se pasean. Y no sudan. Sólo se pasean. Y captan todas las estúpidas miradas.
Niños de diecisiete que pretenden levantar lo mismo que ese. Que lleva diecisiete años levantando.
Vigorexia. Pastillas. Batidos de proteínas. Cartílago de tiburón. Geles. Reductores de abdomen. Mentiras a precio de mentira.
Recepcionistas de ojos azules. Consiguen que pague un año por adelantado. Sonría. Y joder, llevo dos años lesionado.
6 de Abril 2004
Fotofinish
Te acercas a la cinta. Das el último golpe de riñones. Agachas el cuello tratando de ganar por los pelos. Expresión acertada. No pierdes el tiempo en mirar a la derecha. La noche se decide en décimas.
Después de los gritos y el sudor. Las palmadas en la espalda. Para ti no hay ramo ni fotos. Sólo plata. Y nada más triste que la plata. Lo importante es participar. Pero esa frase no se le ocurrió a un ganador. Y ese sabor amargo. El de la derrota. Casi tan amargo como el que deja la coca. Aunque más sincero.
Suena su himno. Y baja su bandera. Le escupirías. Pero le miras con admiración y respeto. El mismo que se merece quien se lleva a la más bonita de la noche.
Y ella, descalza, se sube a su zeta tres. Él arranca. Y se van. Has perdido.
Super glue
Arena gruesa. Algún camión la descargó aquí hace un par de meses. La marea había dejado anoréxica la orilla.
Una niña en cuclillas. Con unas chancletas verde caja madrid. Rellena un pequeño cubo con cuatro almenas en su base. Chilla ilusionada. ¡Es un castillo mami!. Mamá decide no apartar la mirada de su libro.
La cría gira el cubo cien veces. Dando antes tres golpes en el lateral con una pala. Dos segundos que se hacen eternos. Los que tarda en ver aparecer un castillo. Efímero. Se desmorona. Como aquellos edificios en Nueva York. Con la misma facilidad. Pero con menos cámaras alrededor.
La niña llora. Sorbe lágrimas. Mocos de impotencia. Muerde esas uñas rojas acharoladas. Necesita celo. O pegamento. O los brazos de su madre. O el hueco de su hombro. Para llorar su fracaso. Pero jódete niña. Mamá sigue leyendo 'Tu hijo y tú. Como educarlo'. Jódete.
5 de Abril 2004
Síncopa
Nos esquivamos. A salto de caballo. En un damero de tres por tres. Y eso no deja demasiado margen. Tú con la elegancia del alfil. Y la mala leche de la reina. Y yo, peón que se arrastra haciendo eses.
El ajedrez, el deporte más violento. Tensión y silencio. Prohibido tocarse. Y nosotros, por mucho vodka que soplemos, no somos campeones rusos.
No pienso en las tablas. Nada más absurdo que empatar. Pienso enrocarte. En tu ascensor. En mi casa. En la calle, si hace falta.
Y esa sonrisa tuya. Me está matando.
4 de Abril 2004
Tambores
Capirotes. Y túnicas. Negras, moradas. La luz de las farolas sobre las aceras mojadas. En Abril siempre llueve.
Pies descalzos. Uñas sucias. Y cirios, que no velas. En Abril se llaman cirios. Que suena más serio. Y la cera resbala con la lascivia propia de lo estúpido. Y chica ponte tu collar nuevo, que nos ponemos en este rinconcito y seguro que salimos por la tele.
Alguien escribió una metáfora con barba y anorexia para explicar una reacción química. Un big bang. Pero con agujeritos en las manos. Y alguien lo alquiló por doce monedas. Las mismas doce monedas de mil euros que vale ese collar. Y nuestro dios es el más alto. El más bueno. El más guapo.
Espaldas que sangran. Rodillas lijadas. Pero los fanáticos son los otros. Nosotros no. Y no se podía esperar demasiado de alguien que se jubiló el sexto día. Y como suenan los tambores.
28 de Marzo 2004
Muito obrigado
En el coche más feo, pero los más felices. En algún sitio, entre Barcelona y Lisboa. Con tus pies colgando por la ventanilla. Con tu cara de yonqui, esa que tan de moda se ha puesto. Cantabas. Con la boca muy abierta. En el inglés que no sabes. Con esa sonrisa de obrigado. Esnifabas. Y sangrabas el papelito. El de la autopista. El que le dabas al chico del peaje. Luciendo ese escote tan pobre. Pero que tanto vende.
Follando en las gasolineras. Entre los carteles de recién fregado. Y el miedo de los abuelos. A que tus ojeras les robase la cartera. Y faltaban cactus para que aquello fuera tu road movie. Y ahora, sobran espinas.
Portuguesa, guárdame un hueco en el cielo. No tardaré. Te lo prometo.
27 de Marzo 2004
Nueve
Alguien decidió que diez dedos en dos manos eran demasiados. Y cerró la puerta. Con mi mano entre las bisagras.
Tengo un dedo con tornillos tatuados. Y una uña esmaltada. Yo, que ya no me pinto las uñas como cuando era pequeñita.
Y las manualidades de entrepierna se han vuelto más cuidadosas. Más cariñosas. Soy mejor amante desde que tengo un dedo Puleva. Papilla. Puleva.
20 de Marzo 2004
money to burn
El dinero es tan estúpido como el señor con chistera dibujado en los tableros de monopoly. Hoteles rojos y casas verdes. Malas noticias para los daltónicos.
No importa que midas tres o cuatro metros. Alguien con dinero te mirará dos palmos por encima de donde llegue tu hombro.
Ahorrar es casi tan divertido como morir con un puñado de billetes en el bolsillo. Con una colección de ceros en una tarjeta de banda magnética. Las matemáticas y la economía, pequeños fascistas. Sólo cuentan los ceros que están a la derecha. Planes de pensiones que compran anestesia a largo plazo. Consumirse en un autobús camino de Benidorm.
Uno, dos, tres, cuatro. Gasta esos cuatro billetes. No importa de que color sean. Cuatro billetes no compran demasiada felicidad. Quémalos esta noche. Mañana podrías estar muerto.
19 de Marzo 2004
Publicidad
Follar no es el sexo de salón que proponen los anuncios de colonia. Once ocho ochentayocho. Sí, yo también fusilaría a los pelochos. Y no, no me preguntes que haría si me viniese hoy la regla. Seguramente llamaría a Mulder. Y también a Scully. El macahorro de macdonalds me quita las mismas horas de sueño que las patatas que engulle Banderas. Y sí, los besos saben igual con watershine de maybelline o con tus labios cortados. A vodka y tabaco.
14 de Marzo 2004
Rebeca
Poca gente es capaz de hacerlo. Ver sin mirar. Desconozco cómo lo hace. Pero lo consigue. Te ve con el cuello, con las cejas, con la nuca.
Deja caer dos hielos con indolencia y aparta la vista del tubo. A medio metro de la barra y tan lejos de ella. Ajena a los estúpidos que mascullan alcoholes imposibles. De noche todo es mentira. Y ella, lo sabe. Lleva demasiado tiempo siendo la más lista de la clase. No necesita mudanzas ni ridículos catálogos de Ikea. Su cabeza, perfectamente amueblada. Allá los sofás, aquí la tortuga.
Le sugiero a Kundera. A ella, que anochece cuando su despertador insiste en verla amanecer. Necesita días de cuarenta horas. Cinco trabajos y una carrera no caben en veinticuatro.
Escribe un libro. No quiere que yo lo lea. Hace bien. Se desnuda antes a alguien leyéndole que quitándole la ropa.
11 de Marzo 2004
Entrevista a una rata
Pasa. Son sólo unas preguntas. No tardaré mucho. No más de lo que tú has tardado en decidir en qué papelera dejabas el explosivo.
¿Cuál ha sido la última cara que has visto antes de salir del vagón? ¿Te has fijado en la niña de coletas? Ella y su madre han muerto. El resto de pasajeros no está mucho mejor. Te lo aseguro.
¿Tienes pensado que cenarás esta noche? Seguro que sigues teniendo apetito. ¿Sabes lo que significa mercenario? No tienes cara de ser muy listo. ¿No estudiaste demasiado, verdad?
Miedo en las aceras. Raíles teñidos de odio. Vagones destripados. ¿Orgulloso de las estampas dantescas? ¿Eres capaz de verlo por televisión? No me creo que no te hundas. Espero que no duermas demasiado esta noche.
7 de Marzo 2004
Le soleil du cirque
Los domingos son tristes. Como un mapa de Hungría en blanco y negro. Las lágrimas son funambulistas kamikazes. Caen al suelo. Los circos más divertidos son los que no tienen redes. Ponerle redes a la vida parece poco inteligente. Como enguajarse la boca con mercromina. El alcohol es la mujer más mentirosa. Y tú, eres la mujer más bonita. Verte llorar no es justo. Pero tampoco son justos los muñones y las minas antipersonales. Utilizar depresivos como euforizantes no es demasiado útil. Como una tartamuda cantando los números del bingo.
Te he querido. Hay microondas que no sirven para gratinar. Yo no sirvo para querer. Mátame. Tienes mi permiso. Medio beso.
6 de Marzo 2004
Placer visual
El amarillo. La máscara de pestañas. Un cubito de hielo. Las pupilas dilatadas. Un bebé lactando. Los tulipanes negros. Una espalda arqueada. Las botas de piel de serpiente. El asfalto mojado. Los billetes arrugados. Una mujer poniéndose las medias. Encender una cerilla. Los ojos negros. Una botella vacía.
5 de Marzo 2004
Pan
La noche de ayer. Divertida. Como dejar que un ciego acerque un tenedor a un enchufe. Y estúpida. Como un bizco con lentillas de colores.
Y a falta de pan, buenas son tortas. Y no hay que tomarse los refranes tan al pie de la letra. No hace especial ilusión que ciertas señoritas le crucen a uno la cara. Y menos por sugerir un polvo. Falta sentido del humor. Sobran ganas. Falta pan. Sobran tortas. Por si acaso, nunca pongo la otra mejilla. Cualquier idea sacada de ese libro con capítulos y versículos no puede ser demasiado buena.
4 de Marzo 2004
Juego
Lo de las máquinas del tiempo ya está muy visto. En lugar de viajar en el tiempo, podríamos jugar a viajar de persona en persona.
Poner la rajita del culo y ser puta. Pánico al virus. Coleccionar enanos de señores borrachos que nunca vuelven. Y morir, desangrada. En cualquier descampado.
O servir copas de noche. Dejar que alguien se deje llevar por la euforia y nos convierta en una cicatriz de diez centímetros. Porque un vaso de tubo da de beber. Y raja caras también.
O repartir publicidad a la salida del metro. Gente ofendida. Quién serás tú para tenderle el brazo a ese señor. Tú ganas dos céntimos por hoja repartida. Ellos se limitan a escupir. Los más educados le mandan recuerdos a tu señora madre.
O ser uno de esos señores que huelen mal porque quieren. Duermen junto a un cajero automático porque quieren. Y mueren, evidentemente porque quieren, a modo de falla. Llegan cuatro niñatos. Lo rocían con gasolina y ese señor deja de pasar frío.
Como juego estaría bien. Pero sólo un día en la vida de ciertas personas. Que sino, escuece.
29 de Febrero 2004
Fotocopia en color
Los señores de azul tienen pistola y te piden que pares a la derecha. No tienen cara de ser demasiado simpáticos.
Se acerca uno de ellos. Tiene un pirulo amarillo que ríete tú del de darveider. No entiendo muy bien quién se cree este señor para colarse en mi noche. Su gorra me resulta tan absurda como un faquir tragando pelotas de goma.
Me pregunta si he soplado antes. Le cuento que hace bastante que no cumplo años y no parece entenderlo. Las velas en las tartas de cumpleaños y los policías son definitivamente estúpidos. Está claro.
Mira su aparatito de tres dígitos como quien ojea los titulares a primera hora del Lunes. Desaparece en dirección a su coche patrulla. A mis cuatro años yo también tenía un coche patrulla. Azul y blanco. Aunque no andaba molestando a nadie a las cinco de la mañana.
Vuelve con un papelito. No tiene pinta de ser una receta. Las recetas ya son de por si horteras como para encima escribirse en papel de calco. Amarillo y Rosa.
Seiscientosun euro coma un céntimo. Me resulta gracioso ese céntimo. No sabía que se dejase propina en las multas. O quizás sea el sueldo de este amable señor. Quien sabe.
Antes de que suba la ventanilla me cuenta que si pago pronto, la receta sale por la mitad. Mira tú que bien, no sabía que estuviésemos de rebajas.
Añade con tono grave que un juez se encargará de quitarme el permiso de circulación. Que barroco suena eso de permiso de circulación. Tampoco le doy demasiada importancia. Las fotocopias en color no son tan caras hoy en día.
28 de Febrero 2004
Agua y chinos
Los paraguas son inútiles. Confesarse también es intuil pero no todo el mundo lo hace. Sin embargo, cuando llueve todo el mundo coge el paraguas. Lo de menos es mojarte. Sonríe si eres capaz de llegar a casa con dos ojos. Las ancianas cobran comisión de oculistas y cirujanos. Sacan ojos con la precisión de una anciana. No fallan. Nunca.
Los paraguas sólo sirven un día al año. La noche de reyes. Los reyes son los padres. En las cabalgatas, ni siquiera. Son un cartero, y un profesor, y alguien con betún en la cara. Salgo a la calle provisto de paraguas. Lo abro. Le doy la vuelta. Llueven caramelos y todos se quedan en mi paraguas. Los niños lloran y yo tengo caramelos. No parece demasiado ético aunque tampoco creo que deba confesarme por ello. Dicen que quitarle caramelos a un niño es fácil. De momento he necesitado un paraguas y un poco de mala leche. No debe ser tan fácil.
Tengo muchísimos paraguas. Mi madre se encargó de que nunca me faltase de nada. Especialmente paraguas. Podría ser la competencia directa del mercado ambulante de paraguas en cualquiera de las grandes ciudades de España. Prefiero no hacerlo porque las mafias chinas me asustan. Las otras también, pero menos. Los chinos siempre saben artes marciales. Una de cada cuatro personas en el mundo es china. Hay unos mil quinientos millones de personas que te pueden dejar seco de una patada. Seguramente no merezca la pena morir por un paraguas. Y menos un Sábado.
26 de Febrero 2004
No eres nadie
Eres las nueve cifras de tu teléfono móvil. Un deneí. Tu número de la Seguridad Social. Una nómina a final de mes. El cuarentaisiete en la cola de la carnicería. Date por jodido, el turno está en el veintiocho. Eres el número de ceros de tu cuenta corriente. Y también un número de identificación fiscal. Tres palabras absurdas que nadie tiene muy claro que significan.
Hay gente que no colecciona esos números. Nunca los ha visto. Y hace demasiado que no comen carne. Esas cifras determinan si existes. O no.
22 de Febrero 2004
píopío
Me gustan los pájaros. No los de jaula y píopío. Los que tengo en la cabeza. Los otros sólo se dan coscorrones contra la jaula y esnifan alpiste. O se lo comen. No sé.
Creo sus mentiras. Les cuento las mías. Me dejo guiar por su instinto. Me despistan. Consiguen que sea yo quien se dé coscorrones en las esquinas. Cantan y me silban. Yo muevo los labios y ellos ponen las palabras. Menudos guionistas cabrones están hechos. Importan ideas de otros gremios. Casi siempre del de bomberos.
La gente pierde neuronas. Mis pájaros simplemente se mueren. No quieren entierro ni grandes coronas de flores. Que sencillos ellos.
21 de Febrero 2004
Tedio
Me aburro. Como se aburre una bala sin un muerto. Como los guantes de un manco. Como la Nochebuena en Agosto. Como la carta de ajuste. La carta de ajuste bosteza. Mírenla fijamente. Me aburro como un orgasmo en un gatillazo. Como las dietas en Austwichz. Como el sexo se aburre del amor.
20 de Febrero 2004
caca, pipi
No dede ser agradable que practiquen contigo la coprofagia. La lluvia dorada tampoco parece mucho mejor. No pienso reencarnarme en taza del váter.
18 de Febrero 2004
Yamaha Warrior
Mide un metro y medio. La genética no se ha portado bien con ella. Podría ser un pitufo. Dudo que esos enanos azules lleguen a cumplir los veintisiete. Ni siquiera papá pitufo. Escribe Helena con hache. Es mi hermana.
Los dibujantes japoneses utilizaron su imagen años atrás. No es de dominio público, pero ella inspiró el personaje de Arare. Parece inofensiva, pero se come el mundo. Para perfilar su imagen de hormiga atómica ha decidido comprarse un quad. Casi nada. Arare tenía un triciclo. Ella le ha pintado una rueda más.
Se ha comprado un traje de astronauta. Y un casco. Y una mochila de McGyver. En el concesionario le dijeron que era la primera mujer de la provincia en comprar uno. Salió orgullosa. La miré con miedo. Me perdonó la vida.
Entre semana interpreta a una jefa de compras. Llega el Sábado y se convierte en Babe el cerdito valiente. Chapotea entre el barro a más de cien por hora. Disfruta y sonríe. Me asusta comprobar que le tiene menos apego a la vida que yo. No es poco.
Pese a todo, es muy femenina. No comparte con Loquillo el sueño de comprarse un camión (aún). Y apenas erupta (en público). Un encanto.
17 de Febrero 2004
Redbull
Dudo que las autoridades sanitarias estén de acuerdo conmigo. Desayuno crispis con red bull. Espero no llegar a leer nunca una de esas tétricas pegatinas en mis adoradas latas de taurina. De bastante mala leche me levanto ya.
Seguramente sería más rápido hacer una lista de las cosas a las que no soy adicto. Acabaría antes. Les confieso que mi último descubrimiento es el red bull. No me llevo ningún tipo de comisión por escribir esto. Lo prometo.
Repaso las latas de sucedáneos en el supermercado. Todas y cada una. Hago tablas comparativas mentales. Cafeína. Taurina. Guaraná. Escojo la mejor relación calidad precio. Que rata soy. Las marujas comprueban asustadas que en mi carro sólo hay latas plateadas. Con una mirada escrutan mis ojeras. Seguro que es un tosicómano de esos (con ese y pronunciado con muy mala idea).
Acudo a mis citas post-sobremesa con una sonrisa en la boca. Mis amigos me saludan y con un ligero toque en su fosa nasal, se interesan por mi estado de salud. A mi no me parece de acuse de recibo andar de coca a la hora que salen los niños del colegio. A menos que te la pasen ellos. Nunca se sabe.
Por eso les cuento que he encontrado lo último de lo último en felicidad energética. Powerking. Misma composición. Mismo sabor. Mitad de precio. Me crecen las mismas alas. Y es que no hay que dejarse engañar por la publicidad. Te puede hacer desear cosas que realmente no necesitas.
O quizás las necesites. Pero no a ese precio joder. Lo dicho. Powerking.
Ni fu, ni fa
No me gustan las señoritas de tacones afilados que nada tienen que contar. No me gusta perder amigos. No me gusta la prepotencia de los ingenieros que me rodean. Yo no debería haber estudiado esta carrera. No me gusta supeditar mi felicidad a las seis cruces de la primitiva. Por si fuera poco, ahora me piden siete aciertos a nivel europeo. No me gusta amanecer solo y borracho. Debería dejar de beber. Colecciono deberías. No los cumplo. Nunca. No me gusta la gente sin sentido del humor. No me gusta mi cinismo. Soy un ser despreciable. Yo no me escogería como amigo. No me gusta ver llorar a una mujer. A un hombre sí.
16 de Febrero 2004
Huella
Se sedimenta, la noche en tus suelas. Cristales hundidos. Una colilla. Sangre. Bílis.
Acerca la nariz. Más. Hedor. Pasa la lengua. Si tu hígado fuera reversible sabría así. No es agradable. Tampoco lo es una foto de comunión sobre un nicho. Un traje de marinero y morir a los diez. Puedes apartar la vista. No por eso va a desaparecer.
El único testigo de lo que no quisiste ver anoche habita bajo tus pies. De poco sirven los cabezazos contra los baldosines. Eso no borra tu memoria. Colorea tu frente. Imbécil.
Tu nariz, cada vez más Sinatra. Tu voz, no.
Quemar tus botas no serviría de nada. Conseguirías otras. Te sobran dos pies y ganas de morir. Habrá que amputar. O comprarte botas nuevas.
13 de Febrero 2004
Vale por un viaje
Lo nuestro, una relación de coches de choque. El amor y yo llevamos una vida esquivándonos. Le miro con indiferencia. Me adelanta por la derecha. Me grita al pasar. En la feria y en la guerra todo vale. Menudo cabrón. Me tiene ganas.
Evito chocar frontalmente con él. Estas latas no tienen airbag. Yo no puedo costearme una rinoplastia. Su único objetivo, conseguir que la nariz sea lo que menos me duela. Las operaciones a corazón abierto nunca acaban bien.
Abandonaré esta feria. Quizás me esté oxidando con ella. Dejaré de comprar fichas. Ya encontraré la mujer a quien robárselas.
Mañana celebraré San Ballantines. La botella, mi fiel compañera.
12 de Febrero 2004
Esporas
Parejas que apenas se miran. Cenan y no se hablan. Él juguetea con su tenedor. Ella mira distraída su reloj cada tres minutos.
No están peleados. No vienen de un entierro. Simplemente no tienen nada que decirse. Cada uno busca un tema de conversación que evidentemente no propone. Quizás sea esa su forma de sentir el amor, en silencio, como las almorranas. Que escatológico. Parece poco romántico.
Me asalta la duda de sus actitudes sobre el colchón. A lo mejor tampoco se tocan. Seguramente carecen de sexo. Si fueran alados, se podría pensar que son ángeles. Me temo que son demasiado feos para serlo. Quizás se reproduzcan por esporas. Les voy a regar.
Perdedor
Entrar en el Planeta es como ir al bingo. Te miran con mala cara. Te preguntan si es la primera vez que estás allí. Te piden el deneí. Teclean el deneí. Deletrean tu apellido. Desconfían de tu foto.
La mujer de recepción sabe que mi relato no va a ganar. Yo también lo sé. La diferencia es que ella no lo ha leído. Le basta con ver mi cara. Supongo.
Sé que mi relato es infame. Aunque tampoco creo que pueda ser considerado como una amenaza terrorista, ni siquiera cultural. Por si acaso, me hacen pasar bajo un arco de seguridad, un detector de metales. No pita. Algo es algo.
Seis ascensores. Cualquiera de ellos es más grande que mi habitación. En las películas siempre follan en estos ascensores. Hay que ser muy precoz o entrar muy encendido, sino dudo que dé tiempo. Suben más rápido de lo que caían los cuerpos desde las torres gemelas. Además hacen menos ruido.
Planta sexta, aquí nadie va en silla de ruedas, eso debe ser en la cuarta. O quizás eso sólo pase en las películas del Bola. Vete tú a saber.
Otra recepcionista. Más redonda. Más simpática. Me mira con lástima. Todo el mundo parece saber que no voy a ganar ese premio. Que egoístas sois. Dejadme cantar aunque sea línea.
11 de Febrero 2004
Sin invitación
Si uno cuenta con los dedos los meses que preceden a Mayo, se da cuenta que soy un hijo no deseado. Nací de un error. De un calentón. De un polvo en la playa. Del alcohol y el todo vale. De un Agosto de imprevistos. Me he colado en la fiesta más divertida.
9 de Febrero 2004
Finjamos
Podemos mentir y afirmar que jamás hemos levantado la báscula del supermercado. Nuestra bolsa de tomates pesa un kilo menos, pegamos la pegatina con picardía y algunos céntimos de ahorro suben nuestra adrenalina.
Podemos ejercer de niños bien y asegurar que nunca hemos mingido en una piscina. Todos respetamos esa leyenda urbana del líquido que reacciona con la urea y colorea el agua. Mentimos. Meamos. Lo desmentimos. Seguimos meando. Silencio. Flotamos. Sonreímos satisfechos.
Aquella madrugada de Agosto, la felicidad pasó por escanciar lo etílico de la noche en la piscina. El ruido del chorrito cayendo desde el borde de la piscina sobre la quietud del agua. El silencio de las seis de la mañana y la mirada de aquella vecina madrugadora.
Que importa desde dentro o desde fuera si el cloro acaba con todo. Devuélvame el saludo amable vecina, seguramente sea usted mucho más discreta que yo, pero deposita su sangría don simón, en el mismo continente que yo.
5 de Febrero 2004
Acelera
Un desaprensivo trazó una línea continua en la carretera de tu vida. Tú decides si te la saltas.
Pánico
Expresión hierática tras un mostrador azul. Me da miedo, es gélida. Siempre me dice que le dé el deuvedé a ella, alega que el buzón de devolución no funciona. Y me asalta la duda de cómo se puede estropear un buzón, pero como me considero un tío educado obedezco, aunque no sin miedo.
Me acerco a ella, y esa ridicula gorra amarilla que forma parte de su uniforme de mujer-videoclub me descoloca, me desconcierta enormemente, en cualquier otra situación me daría lástima, vergüenza ajena, o cualquier otro de esos sentimientos que no enseñan en un colegio de pago.
Los seis pasos que me separan de ella los camino con la cabeza agachada, vestido de naranja chillón, con grilletes en pies y manos, con un número de identificación en el pecho, maldito corredor de la muerte. Visión de tunel, y al final ella, y no, para nada ella es mi última voluntad.
Le entrego la dichosa cajita exquisitamente cerrada, y el deuvedé rebobinado, se lo prometo. Ella roza levemente la punta de mis dedos, y en ese preciso instante, cual niño del sexto sentido, sabe exactamente acompañado de quien vi la película, es más, sabe que títulos soy incapaz de acabar, y algunos días incluso intuye mi menú.
He decidido que voy a acabar con este sinvivir, creo que a los veintidos aún no me merezco un marcapasos. Me he acercado a un pequeño videoclub que está a media hora de mi casa, de acuerdo, cerca no está, pero selecciono la cinta en una pantalla táctil mientras una amable voz metálica me informa del precio. Además cuando la devuelvo, tengo la certeza que ese video-cajero no hace uso de su bola de cristal. Vamos, eso espero.
3 de Febrero 2004
cero cuatro
Me da igual que seas bisiesto. No me impresiona que me concedas un día de ventaja, un veintinueve del dos. Yo ya te he regalado este primer mes, a estas alturas sería absurdo elaborar una lista de buenos propósitos, prometer que dejaré de beber mientras apuro un bloody mary.
Me tienes ganas y sé que cuentas con información privilegiada, lees los periódicos de mañana y ya has hecho un pequeño hueco para mi esquela. Enfant terrible lo quiero en negrita, pero no antes de cumplir los treinta.
31 de Enero 2004
dos pares tres euros
Debería deshacerme de estos calcetines modelo radiografia, no dejan lugar a la imaginación. Me gustaría amanecer y tener la incertidumbre de haber perdido dos dedos bajo la colcha, pero no, con estos calcetines es imposible jugar a la duda.
30 de Enero 2004
Perjudicado
Estoy orgulloso de mi mañana, no lo voy a negar. He sido capaz de despegar las vértebras del colchón después de haber dormido un par de horas. He llegado a la ducha tras atravesar un pasillo barnizado con los excesos de la noche anterior.
Con más agua y menos legañas, he osado dirigirme al banco con la inconsciencia propia de la resaca. Veinte minutos en una cola de pensionistas, ladridos propios de los sententaypico con dentadura postiza, y una pobre mujer que a juzgar por su aspecto, debería llevar unos doce o trece meses embarazada, una barbaridad.
¿Es usted el siguiente? Miro tras de mi, porque uno nunca se acaba de hacer a la idea de que lo traten con la misma educación que a su padre pese a ejercer de hijo poco solvente.
Me siento en una silla decorada con el logotipo del banco, y me parapeto tras mis gafas de sol ojerosas. Esté usted tranquila, doña Alicia, no me voy a poner una careta de presidente americano, no pienso atracarla, no, hoy no.
Me tiende mi nueva visa con carnet joven y me recomienda divertida que lo aproveche bien, que sólo me quedan cuatro años de juventud.
Me incorporo y la estudio, calculo que a ella le deben quedar unos menos veinte años de juventud, pero decido no parecer maleducado y no se lo hago saber. Me levanto, y para mi sorpresa soy capaz de pronunciar alguna muchisílaba (término que hace referencia a las palabras de más de dos sílabas pronunciadas con más esfuerzo que acierto los días de resaca). Perfecto (tres sílabas), muchísimas (cuatro, menudo alarde) gracias.
28 de Enero 2004
Papiroflexia
A mis ocho años, el sentido de la vida radicaba en entender como las dependientas de Zara eran capaces de doblar en sólo tres movimientos una camiseta. Podía pasar horas tratando de descubrir cómo lo hacían mientras mi hermana se probaba todas y cada una de las prendas de la tienda, todas las tallas, todos los colores.
Ahora que no son ocho, sino algunos más, mi estupefacción por ellas alcanza las mismas cuotas. Aunque la última vez que me enamore de una de ellas, de su máscara de pestañas, de su sonrisa profesional, de su firme aquí, acabé comprando toda la sección masculina, bueno, y la mitad de la femenina también. Quizás fue eso, lo que le indujo a pensar que un poquito travelo si que era. Y yo, sólo quería su firme aquí. Gracias.
27 de Enero 2004
Abierto toda la noche
Ayer mientras leía 'Abierto toda la noche' de David Trueba me encontré con lo siguiente: "..no olvides que las relaciones sentimentales son, en realidad, una afirmación del egocentrismo..".
Es algo que he defendido siempre, y que muchos se han empeñado en rebatir, seguramente con razón y argumentos muy válidos. De todas formas, me complace comprobar como mi supuesto cinismo es compartido por alguien más.
25 de Enero 2004
traidor
Sé que estás ahí, detrás del espejo. Eres tú quien pinta las imágenes reflejadas con la precisión de un trilero y las malas artes de un cirujano. Eres un voyeur que lee en braile, pareja de cartas del tiempo. Agudizas mis entradas, amarilleas mis dientes, me añades tiramisús que yo no he probado.
Cínico y pluriempleado. Publicista de cremas antiarrugas, escritor de dietas en dominicales, empresario de las liposucciones. Desde hoy estás en paro. Desafío a tus siete años de amenazas veladas.
23 de Enero 2004
Martina
No estaba previsto, pero ayer cené con Martina Klein. Llegué al restaurante poco después de las diez. Me recibieron con miradas reprobatorias, no había reservado mesa, pero de algo debe servir eso de ser cliente habitual. Un hueco me podréis hacer, acierto a decir con más cara de hambre que de pena, a los dos minutos vuelven a por mi. Has tenido suerte, pero no nos lo vuelvas a hacer. A sus órdenes mi capitán!. Se girá y me gruñe. Debería tener cuidado con esa camarera, da con el perfil exacto de psicópata de peli de sobremesa.
Todo lleno, una mesita de dos en la esquina, mucho humo, demasiado ruido y como siempre, pocas nueces.
Un par de mesas de guiris, unos rusos y otros alemanes, les delata esa nariz en carne viva. Más allá una cena de empresa, informáticos seguramente, calvos y rechonchos, chistes sobre windows, menudo lince estoy hecho. En otra mesa, un enano le clava el tenedor a su hermana en el culo, ella llora y él disfruta, menudo cabrón.
Y entre toda esa vorágine está ella, suéter blanco y vaqueros, apenas maquillada, el pelo recogido, sencilla, natural, belleza en estado puro. Está colgada en la pared, en un cuadrito, el marco de apenas dos euros le desmerece, sobre la fotografía agradece al personal del restaurante lo bien que se portaron con ella, firma como Martina, letra regordeta y ligeramente inclinada hacia la izquierda.
Es un encanto, nos pasamos la cena hablando, picotea de vez en cuando de mi plato y hay que joderse lo que le gusta el vino a la argentina. No toma postre. Le invito y me lo agradece, le sonrío y me voy.
Tendría que dejar de cenar sólo, es ciertamente deprimente. Aunque mucho me temo que no tardaré en volver a ese restaurante, esta vez prometo reservar, pediré la mesa de Martina.
31 de Diciembre 2003
cabrón
El viernes murieron cincuenta mil iraníes en un terremoto. No somos más que marionetas. Si existe un Dios, tiene parkinson.
30 de Diciembre 2003
déjà vu
La nochevieja de mañana ya la hemos vivido, os lo digo yo. Conversaciones repetidas y decálogo de lo escatológico con un racimo de uvas. Presentadores con capa y tapones de champán que aniquilan bombillas. Corbatas horteras y humoristas que invitan al suicidio. Recibiremos saludo de quien habitualmente nos lo niega, besos pegajosos, y capas de maquillaje. Nos beberemos hasta el agua de los floreros, y los canapés se convertirán en proyectiles de una guerra etílica.
Me aburre lo previsible y más esa falsa felicidad de la que parece contagiarse todo el mundo. Para mi cada noche es fin de año, San Juan, tu cumpleaños, el mío, tu despedida de soltero, la firma de tu contrato vitalicio, tu divorcio.
28 de Diciembre 2003
reincidente
La noche es esa mentira por la que me dejo seducir, pero a la que soy incapaz de escapar.
27 de Diciembre 2003
fuck me, i´m famous
¿Saben ustedes que sucede cuando una persona de a pie decide compartir sudores una noche con un famoso que se precie? Pues algo tan romántico, como que le hagan firmar un contrato de confidencialidad en la recepción de un hotel. Inaudito. Alguien que acompaña al famoso (imagino que algo así como su representate legal para asuntos del precalentamiento) saca de su maletín una pluma y un contrato, que evidentemente la otra parte no lee, pero personalmente mataría por saber que tipo de cláusulas se le ponen a los arrebatos.
Espero no haber metido en un lío a la adorable petite femme fatale, porque intuyo que yo no debería saber nada de todo esto.
25 de Diciembre 2003
semidesnatada
No apilar más de seis cajas. Contiene 12 unidades de un litro. Acostumbran a usar los cartones de las cajas de bricks de leche. El cartón es mucho más resistente que el que empaqueta botellas de aceite o frutos secos. El bolígrafo no resbala sobre su superfície y así no se agujerea al escribir sobre él. 'Tengo una familia y dos hijos, pido una ayuda para comer'. Miles de variantes para un mismo mensaje, faltas de ortografía pretendidas o no, frío en los pies, hambre de ayer.
La boca del metro, un semáforo, el gris de la acera, y ellos. Parecen parte del mobiliario urbano, figurantes de una mala escuela de teatro, se vuelven invisibles a nuestros ojos.
¿Por qué gastarán tanto dinero esos señores de Hollywood en retoque por ordenador? En aceras y bancos si afilan la vista los encontrarán, son sus óscars a los mejores efectos especiales, personas invisibles en forma de indigentes que esta noche tampoco cenarán.
¿Lo más curioso? Madres de familia que por arte de magia recuperan la visión, la pócima no pasa por una visita a Multiópticas, mucho más sencillo que eso, basta con colocar entre la manta y el cazo de las monedas un perro o un gato, preferiblemente modelo pasarela, es decir, marcando costilla. Con esa sencilla campaña de márqueting verá usted señor vagabundo cómo recupera su corporeidad así como sus ingresos se ven incrementados de forma notable, quizás tenga algo que llevarse a la boca antes de acostarse entre cartones, en esta ocasión de los que embalan neveras, que tienen la dimensión idónea para taparse por completo.
Triste, muy triste.
20 de Diciembre 2003
Total a pagar:
Estoy pagando las clases de violín a los hijos de Schumaker, patrocinando los injertos de pelo de Barrichelo, su novia me está enormemente agradecida, ahora lo encuentra mucho más atractivo. He decidido dar vacaciones a todo el equipo Ferrari, no os preocupéis, ya me encargo yo de pintar todos los chasis de rojo.
Financio también la casa desde la que Beckham vacila del clima español a sus amigos los guiris con cara de nube. No negaré que un detallito con Victoria también he tenido, soy un chico educado y de buena familia.
Esos anuncios y promociones que copan vallas publicitarias, segundos de televisión, y minutos de radio.. evidentemente son cortesía de enfant terrible.
Los programas de puntos, llamadas a un céntimo, y demás ofertas capciosas, son mi ultimo detallito con la compañía en cuestión, y es que estoy dilapidando la herencia de mis futuros hijos en Vodafone.
La factura no pasa por ser un sobre más en el buzón del debe, sino que un repartidor se encarga de llamar a mi puerta con un paquete bajo el brazo. Treintaycuatro hojas de factura no caben en un sobre medio. Siempre le doy propina, total, invita Vodafone.
juana
Paredes desconchadas, ventana de palmo por palmo, tres barrotes tras
ella. Una Silla, una mesa, y una cama, todas ancladas al suelo.
Humedad en los huesos, mirada huidiza y parpadeos convulsivos.
Tobillos y muñecas amoratados; cada noche la atan en la cama, forcejea
y se revuelve, pero bastan dos celadores para que las correas asfixien
su circulación, sus músculos han perdido toda la fuerza, su voluntad
se diluye con calmantes.
Araña frenéticamente la silla, ojalá fuese de madera y pudiera
clavarse las astillas bajo las uñas, ha olvidado lo que es el dolor,
ansía autolesionarse, pero todo está estudiado al milimetro, nada
con lo que rajarse las venas, cualquier intento de golpearse contra la
pared es en vano.
Llagas en el abdomen, vertebras que se quebrantan, y lágrimas que deshacen su piel, alucinaciones provocadas por sedantes, ansiolíticos, y el maldito carbonato de litio.
Su vida es una anestesia local, una privación sensorial.
Nadie merece enloquecer, y menos por amor.
13 de Diciembre 2003
asfalto
A tí, conductor aburguesado de taytantos, propietario de un Mercedes modelo Lady Di, fumador baboso de puros, y déspota por naturaleza, te pido, te ruego, y en parte exijo que no me mires por encima de esas ridículas gafas, y si puede ser, tampoco por encima del hombro cuando lleguemos a un semáforo.
A tí, que con desprecio opusionao humillas a vendedores de farolas y demás profesionales del paso de cebra, que deslumbras con faros de xenon a señoritas que tu dinero no puede comprar, te aconsejo que no trates de adelantarme, que no te fíes de tu curva de par ni de tu tecnología alemana, que olvides las palabras del vendedor dinámico y elegante del concesionario porque en ciudad todos los motores optan a la pole.
Adoro perderte por el retrovisor.
10 de Diciembre 2003
feliz navidad
Cientos de esquirlas hundiéndose bajo tu piel, proyectiles de cristal que desgarran tejidos y cercenan una vida. Sangre y sudor, pupilas inertes, una melena sobre el volante. Treintaysiete años que se deshilachan en un Lexus.
Resignada contemplas el constante goteo de muerte sobre el salpicadero (por fin entiendes el verdadero significado de la palabra, quizás no merecía la pena morir por ello). Reconoces enseguida ese sonido, es el grifo de tu casa, siempre goteaba, lo escuchabas hipnotizada cuando eras una niña de coletas y uniforme. Recuerdos de una infancia. Un colegio de pago, y una cartulina blanca con purpurina roja espolvoreada por encima. Ahora es tu sangre la que con violencia decora la tapicería. Gotas caprichosas y cínicas que dibujan la costa Azul. Ya no habrá navidades con tu hija en Francia, le acabas de regalar demasiadas preguntas a una niña de cuatro años.
6 de Diciembre 2003
en deuda contigo
Los dos sabíamos que aquello era una quiniela de uno fijo, no habría sobresaltos ni lágrimas inesperadas, contábamos las noches planeando como suicidar una relación que nació muerta.
Esta vez se llamaba Claudia, vestía de Dolce & Gabbana, y se reía de forma infantil. Pura dulzura. Rubia y 'con los morros retocados', como tanto le gustaba decir, aunque siempre pensé que la boca no era la única parte de su cuerpo que intimó con el bisturí.
Desde su metro setenta y sus cincuenta quilos tan políticamente incorrectos se comía el mundo, sin contemplaciones pero con mucho desparpajo.
Fumaba compulsivamente, eso sí, Marlboro light, que el otro mata. Se engañaba a base de potingues caros, y falsos amigos; ellos ansiaban sexo, y ella moría por dosis de cariño.
He vuelto a ejercer de kamikaze sentimental, de adicto a las rupturas, he preferido no leer entre líneas, me he limitado a pasar página y dejar un beso en el anverso. Pura cobardía.
Quizá debería perderle el miedo al abismo que me produce la gente que ama sin concesiones, que hipoteca una vida al amor.. Yo, que soy incapaz de pagar ni siquiera la primera letra.
29 de Noviembre 2003
inflexión (punto de)
la soledad es esa mujer de ojos verdes, que llega ahora, cuando ya no la esperas.. la soledad es esa vida que tanto asusta, esa mentira a la que aferrarse.. la soledad es un flotador que termina hundiéndote, miradas compasivas desde una orilla de irrealidad..
lágrimas reprimidas y vasos de whisky, puñetazos en un espejo y sangre
que no brota, un corazón que ya no sangra.
la soledad es tu numero de teléfono en el dorso de un posavasos