23 de Mayo 2005

butterflies

Chupo un muro de hormigón. Con las mismas ganas que una novia lame a su soldado la noche antes de la guerra. La noche antes del fin del mundo. O al menos de su mundo. Así que sigo lamiendo la pared, hasta que poco a poco se vuelve traslúcida. Como un papel con demasiada grasa. Como un cucurucho de churros una mañana de Domingo.
Después de quedarme con la nariz blanca y la lengua demasiado rasposa, empiezo a ver a través del muro. Y bueno, lo primero que veo es un tipo con la piel pintada de negro. Es negro acrílico, lo que supongo que son buenas noticias para su dermatólogo y seguramente malas para él.
Los pezones, los sobacos y los labios se los ha pintado de rojo. No sé si acrílico o no, esta vez soy incapaz de identificarlo, pero lo cierto es que el tipo se mueve con la misma gracia que un bailarín. Da saltos. Sube los brazos. Los baja. Se tapa los ojos. Da vueltas sobre si mismo. Aletea. Como una mariposa negra y roja. De casi dos metros.
Se acerca hacia mí. Estamos a dos palmos de distancia separados por un muro de hormigón traslúcido. Es, sin duda, una tarde curiosa, pero no creo que sea el momento de andar poniendo cara de sorpresa. El tipo echa el aliento sobre la pared, y aprovecha el vaho para escribir algo. etsixe on dadicilef al. Lo que leído desde el otro lado, viene a ser algo así como. la felicidad no existe. Después de eso, empieza a llorar. No como una niña o la madre de una niña violada. Llora hasta desteñir la pintura. Y el color de su piel. Y el de sus vísceras. Llora hasta desaparecer. Hasta dejar un enorme charco de pena en el suelo.
Me desplomo. Me desmayo. Y seguramente pasan dos horas. Dos días. Dos meses. Seguramente pasa demasiado tiempo hasta que me despierto y escucho. Yo cortaría por aquí. Y veo a un cirujano. Y veo a un bombero. A dos tipos discutiendo cuantos centímetros de lengua necesitan cortar para conseguir despegarme del muro. Así que cierro los ojos. Y después de un ruido muy parecido al de un cuchillo entrando en una mandarina. Después del dolor. Después de ver la mitad de mi lengua pegada en un muro blanco. Noto la primera arcada. Noto la segunda. Y después de la tercera, lo que veo es cómo un millón de pequeñas mariposas negras y rojas, salen volando de entre mis dientes.

enfant terrible,
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