Apoyo la espalda en la pared. Dos hombros que resbalan contra el hormigón. Como el culo de un leproso en los toboganes de un parque acuático. Me dejo caer. Me quito el cinturón. Lo ato en mi antebrazo. Una vena azul. Una aguja. Y sólo gotas de odio. Nada de sangre. Ni pus. Sólo odio.
Las buenas intenciones, los consejos. Asquerosas frases azules. Elegantes e inútiles. Como la llama de una caldera. Cuando la mezcla no es lo suficientemente buena.
La vida es un libro de astronomía en las manos de un niño de cinco años. Estéticamente perfecto. Insultantemente incomprensible.