Nos esquivamos. A salto de caballo. En un damero de tres por tres. Y eso no deja demasiado margen. Tú con la elegancia del alfil. Y la mala leche de la reina. Y yo, peón que se arrastra haciendo eses.
El ajedrez, el deporte más violento. Tensión y silencio. Prohibido tocarse. Y nosotros, por mucho vodka que soplemos, no somos campeones rusos.
No pienso en las tablas. Nada más absurdo que empatar. Pienso enrocarte. En tu ascensor. En mi casa. En la calle, si hace falta.
Y esa sonrisa tuya. Me está matando.