Había calles cortadas en el mapa de su cabeza. Tenía los tobillos tatuados, la espalda tatuada, las entrañas tatuadas. Era una mujer agazapada en esta ciudad que se mutila a si misma.
Había algo terriblemente visceral en cada uno de sus gestos. Y lo escondía tras ese enorme telón de pelo que le cubría los ojos. Si te acercabas lo suficiente, podías ver a Nerón en su mirada, cada vez que encendía un cigarrillo.
Quizás su único problema, es que era una mujer por la que nunca nadie hubiera muerto. Ni matado.