14 de Mayo 2004

Talco

Creo que empecé a los ocho años. Esnifaba pegamento de un calcetín. Tenía un chándal rojo. Unos zapatos negros. Un primo. Y poco más.
La calle es un colegio cruel. Se limita a enseñarte lo que nunca tendrás. Entrábamos en bares. Con churretes en la frente. Pedíamos. Robábamos lo que podíamos.
El pegamento ayudaba a no pensar. Como aquella vez. Cuando un tipo me violó. Me partió un diente en una de las embestidas. Después me dio diez euros. No fue un mal cambio. Con ese billete mi primo y yo nos tomamos tres hamburguesas y un bidón de cocacola. Yo por mi parte, estuve una semana durmiendo de lado.
La diferencia entre mi culo rajado y tu culo sentado es mínima. Yo no escogí nacer de un coño en Rumania. Tú tampoco escogiste crecer no violado. La probabilidad separó nuestras placentas tres mil kilómetros. Y esa, creo, es la distancia entre la sangre y los polvos de talco.

enfant terrible,
comentarios
comentarios