27 de Julio 2004

Gol

Morfina. Midazolam. Metoclopramida. Haloperidol. Hioscina. Dexametasona. Ketorolaco. Quitarse de en medio es tan fácil como dar con una tabla de incompatibilidades. Elijo un 1+5+6 y entro en la bañera. Arquímedes no mentía. Todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical hacia arriba igual al peso del fluido desalojado. Peso setentaycinco kilos y el agua se desborda. Cierro los ojos y espero. Con lo que acabo de tomar, un elefante hiperactivo no tardaría más de veinte minutos en morir y donar sus colmillos a una tienda de souvenirs. Pasan dos horas y el agua se ha enfriado. Me incorporo. Me seco. La imagen de un suicida en albornoz resulta absurda. Tacho de la lista 1+5+6. Quizá sea la dexametasona. Esta combinación tampoco funciona.
Una farola y un toldo consiguen que veinte metros no sean suficientes. Traumatismo craneoencefálico y extirpación del bazo no es nada que no te pueda proporcionar un camión que se salte un stop. Eso supone mi tercer nulo en caída libre en poco más de un año. Mi pie izquierdo ha resbalado con la humedad de la barandilla. No ha sido un salto limpio. Efecto Doppler es la sirena de la ambulancia haciéndose más aguda. Variación de la frecuencia en función de la distancia. Jacklima es el aliento de la camillera mientras acaricia mis pómulos. Cricri es fractura de huesos de la cara. Como pequeñas láminas de chocolate flotando en nata.
Un paso a nivel en un sitio turístico no parece mal sitio. Cincuenta holandeses expectantes. Sandalias y factor de protección solar sesenta. Euromed a cientocincuenta por hora. Freno de emergencia. Copas del vagón restaurante precipitándose al suelo. Espero sentado en el raíl hasta que puedo ver los ojos del tipo de la locomotora. Mirada de perro muerto. Perro frío. Me aparto de los raíles. No sería justo quedarme aquí. Mi cabeza se convertiría en un proyectil de unos diez kilos. Los niños disfrazados con camisetas de portero de fútbol no parecen capaces de parar un tiro así.

enfant terrible 2:48 PM | Comentarios (5)

22 de Julio 2004

h2so4

Sólo personal autorizado resulta, la mayoría de la veces, una frase inofensiva. Empujar la puerta me acaba de convertir en personal autorizado.
Un cuartito blanco. Cloro y humedad. Nada sorprendente teniendo en cuenta que estoy en el almacén de mantenimiento de una piscina. Una garrafa blanca. De unos ocho litros. Un círculo naranja con una cruz negra en la pegatina. Producto irritante. En caso de accidente consultar al Servicio Médico de Información Toxicológica. 915620420.
Si un niño de cuatro años bebe de esta garrafa de cloro, seguramente lo primero que hará será coger su móvil y marcar el noventayunocincoseisdos mientras nota como parte de su esófago implosiona.
Vierto la garrafa. Dejo que el cloro se escape por la cañería del suelo. Relleno de nuevo el recipiente con un embudo. Hachedoseseocuatro. La formulación química resulta jodidamente cacofónica, pero estética. Como un tartamudo en llamas.
Ácido sulfúrico en lugar de cloro. Me tumbo en la toalla. Faltan dos horas para que el conserje compruebe el peache del agua. Leo a Mishima para matar la espera. Aunque supongo que después de lo que acabo de hacer no necesito lecciones de cinismo.
Once trentaysiete. Mono azul. Un tipo de unos cincuenta años se arrodilla ante la piscina. Hunde la mano derecha en el agua. La saca. Mira sus uñas. Resuelve que, efectivamente, la piscina necesita cloro. No parece un método excesivamente serio para la que se supone su labor de mayor responsabilidad. La que le precede es cortar los setos rectos. En quince años, no lo ha conseguido.
Entra en la caseta y sale con la garrafa en los brazos. Vierte el líquido sin estrategia alguna y devuelve la garrafa al almacén. Seca un par de gotas de sudor con un pañuelo y desaparece del recinto. Once cuarentayseis. A dormir. Su jornada laboral ha acabado.
Falta una media hora para que aparezcan. Uno de los ex capos de un importante banco. Una mujer de unos cincuenta que insiste en ofrecer un billete marrón por un polvo. Un tipo cuya conversación se reduce a Susana, su yate. Cincuenta metros de eslora. Si la felicidad son cincuenta metros estoy convencido que no le importará tener un barquito de cuarentaydos. Me apetece meterle parte de Susana en sus ocho metros de intestino. Luego está la rubia de veinticinco. Pasea su título de derecho. Aprobado con las rodillas más raspadas que los codos. Cuarentonas con suficiente colágeno como para convertir el Amazonas en un souvenir plastificado. Una modelo de la talla treintaydos que no acaba de tener muy claro si quien le da sentido a su vida es Dolce. O Gabbana. Una pareja del opus con una inquietante excursión de ocho cesáreas. Ocho irritantes renacuajos modelo Flanders.
No os vendrá mal un chapuzón. Carne a tiras. Como los kebabs que sirven esos paquistaníes que tanto odiáis. Lagrimales desprendidos. Asfixia. Fogonazos en los pulmones. Flotadores humeantes. Liposucción de bajo coste. Adiós a la grasa. Chapotead y sonreíd.

enfant terrible 8:35 PM | Comentarios (5)

11 de Julio 2004

Nana

Los torres de Nueva York se hunden por aluminosis. Los pilotos no suelen ser tan miopes como los de aquel día. Un tipo de Israel construye una gran muro para hacer felices a los chicos de los graffitis. Derecho internacional no es sólo una asignatura de segundo. Cáncer es el nombre de una sopa de sobre. Las mujeres no lloran, las gotas de su cara son siempre de lluvia. Argentina sonríe. Los niños nunca mueren, se reencarnan en pelotas de tenis.
Trata de dormir.

enfant terrible 5:50 PM | Comentarios (9)

6 de Julio 2004

Sean

Número privado. Descuelgo y escucho. A las cinco donde siempre. No entiendo la maldita costumbre que tiene Sean Penn de llamar de forma anónima. Supongo que es el tipo de cosas que hace una estrella de cine. Donde siempre es una taberna irlandesa del centro de Barcelona.
Cuando llego, un tipo con la camiseta de la selección inglesa cree haber reconocido en Sean a su dentista. Trata de abrazarle y yo temo que Sean se meta demasiado en el papel y le salte un par de muelas.
Me acerco a la barra y pido un par de pintas. El camarero, un noruego con los párpados caídos, tiene una conversación tan absurda como un entierro sin muerto, así que desaparezco con una Guinness en cada mano. Sean me sigue y nos sentamos sobre la
mesa de billar. Él habla de del Toro y yo atajo, sin demasiado éxito, hacía Naomi Watts. Cuéntame más cosas de Bukowski, le digo. Niñato, siempre me preguntas lo mismo. No me interesáis demasiado los actores, sois casi tan falsos como los gatos. Esa frase no es tuya. Si lo es, yo la escribí antes que Amenábar la utilizase en esa ingeniosa película. Esa que luego destripó Tom Cruise. Los bajitos, por lo general, resultan estúpidos. Supongo que tienes razón. Joder, todos los dictadores han sido enanos. Maldito Hitler, voy a mear.
Sean se levanta y bueno, tampoco parece demasiado alto. Pasa un cuarto de hora y Sean no ha vuelto. Decido buscar la puerta del baño. La entreabro y veo como Sean saca un bote de enjuague bucal de su americana y se lo tiende al tipo que vomita sobre la taza del váter. Le recomienda que no beba tanto. El alcohol amarillea los dientes. Y cepíllese tres veces al día tratando de no dañar las encías.
Joder. Un maldito ortodoncista de Manchester. Tres años pensando que este tipo era Sean Penn.

enfant terrible 5:20 PM | Comentarios (2)

2 de Julio 2004

Marciana

La endolinfa colándose en el canal vestibular, el conducto coclear, el canal timpánico. Tres pequeños conductos del oído que captan la aceleración angular. El sáculo y el utrículo se ocupan de la aceleración lineal y vertical.
Una vietnamita tragándose una tubería. Un niño de cinco años aplastando un portaviones. Un porsche del sesentaydos ardiendo conmigo dentro.
Antes de recordar la explicación de porqué el sentido del equilibrio está relacionado con el oído. Antes de las alucinaciones. Antes de irme al suelo. Antes del golpe contra la farola. Giro el cuello durante más de diez segundos para ver a una rubia en la otra acera. Preciosa. Descomunal. Marciana.

enfant terrible 5:47 PM | Comentarios (4)

Sol

Chicos en la contraportada de las revistas. En paradas de autobuses. En esas telas de tamaño imposible que cubren algunos edificios en obras.
Codos ingrávidos y costillas de menos. Duda permanente en las pupilas. Como si hubieran desayunado un litro de horchata sin tener muy claro el sabor de la chufa. Pulseritas y tacones. Caras blandas. Ojos mortecinos. Flequillos lánguidos. Tipos que no rellenarían más de dos palabras de un crucigrama. Nota musical, tres letras.

enfant terrible 2:46 AM | Comentarios (0)