Había calles cortadas en el mapa de su cabeza. Tenía los tobillos tatuados, la espalda tatuada, las entrañas tatuadas. Era una mujer agazapada en esta ciudad que se mutila a si misma.
Había algo terriblemente visceral en cada uno de sus gestos. Y lo escondía tras ese enorme telón de pelo que le cubría los ojos. Si te acercabas lo suficiente, podías ver a Nerón en su mirada, cada vez que encendía un cigarrillo.
Quizás su único problema, es que era una mujer por la que nunca nadie hubiera muerto. Ni matado.
dormimos abrazados
a pequeños teléfonos móviles,
esperando que se iluminen
como bengalas en mitad de la noche
somos náufragos
embotellando mensajes
de ciento sesenta letras,
disparando poesía al aire
como mejicanos borrachos.
la tecnología ha acabado con el amor
alguien debería acabar con la tecnología