¿Saben ustedes que sucede cuando una persona de a pie decide compartir sudores una noche con un famoso que se precie? Pues algo tan romántico, como que le hagan firmar un contrato de confidencialidad en la recepción de un hotel. Inaudito. Alguien que acompaña al famoso (imagino que algo así como su representate legal para asuntos del precalentamiento) saca de su maletín una pluma y un contrato, que evidentemente la otra parte no lee, pero personalmente mataría por saber que tipo de cláusulas se le ponen a los arrebatos.
Espero no haber metido en un lío a la adorable petite femme fatale, porque intuyo que yo no debería saber nada de todo esto.