Somos dos suicidas llorando por la vida de alguien. Dos cuerpos rotos sentados en un muelle. Dos alcohólicos con olor a salitre. Nos sangra el hígado. El miedo. Lloramos sin mirarnos, sin hablarnos. Como dos madres compartiendo una misma desgracia. Mientras Dios nos deja un mensaje en el buzón de voz, y parece preocupado porque dos de sus ángeles se desangran en una cuneta sobre sus plumas azules. Mientras el Papa escribe hijoputa sobre un mantel cuando alguien le sirve un plato de espaguetis la noche de su traqueotomía. Mientras se hace el vacío entre las piernas de una monja y una botella de cocacola. Mientras los supuestos escritores de milagros parecen demasiado ocupados. Mientras busco las palabras, los gestos, los ojos para decirte que el cáncer no va a extenderse dentro del cuerpo de tu hermano. Empieza a llover. Y nos deshacemos. De pena.
enfant terrible,