7 de Septiembre 2006

banqueros

Julio es el presidente de un banco. Y Ramón, el vicepresidente. La elección de los cargos no fue demasiado justa, pero ya se sabe como funcionan estas cosas. Una tarde lanzaron una moneda al aire. Y bueno, Ramón agachó la cabeza, y felicitó a Julio. Sin demasiado entusiasmo, ni demasiado rencor.
Así que desde aquel día, cada uno puso un cartelito con su cargo, en el suelo, junto al banco en el que mendigaban.
Ramón trataba de usted al señor presidente del banco, y bueno, a Julio se le saltaban las lágrimas de la risa, y decía. Tutéame coño, ni que fueras un empleado.
Y así pasan las tardes. Mirando el cazo de las monedas. Esperando una buena opa hostil, dice Julio.
Y cada noche, mientras empujan el carrito, y se dirigen al cajero donde siempre duermen, la misma broma.
¿Otra noche en El Ritz?

enfant terrible,
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