Nací víctima de mi madre, moriré víctima de mí mismo.
Todos los secuestrados, al sostener el periódico ante la cámara, intuyen la noticia de su muerte en la portada del día siguiente.
Las canciones alegres duran una noche de verano, las tristes, toda la vida.
Me siento como el piloto que se niega a encender los motores auxiliares, pese a llevar viendo el humo negro mucho tiempo. Alguien que se queda mirando, a través de las ventanillas, cómo el océano se acerca a sus pupilas.
No estoy esperando que alguien le entregue una bandera doblada a mi madre por mi cadáver.