No puedo escribir con calor. Ni enamorado. Necesito frío en los pies. Miedo. Un hígado que crepite. Que arañe. Vertigo en el culo y en la nuca. No puedo masticar lo que escupo. Y notar. Que las frases saben a donut mareado en el microondas.
No sé escribir. Pero sé mirar. Y tengo mala leche. En los nervios que le chivan a los dedos lo que ven las pupilas. Y el calor sólo sirve para espejismos sin reflejo. Para que las letras se espachurren. Como los helados de los niños. Que se suicidan. Para que tú los pises.