2 de Septiembre 2022

cubierta trece

Es un pulsera negra. Porque eso es en lo primero que te fijas cuando te cruzas con alguien. Un rápido vistazo a la muñeca para calibrar con quién estás tratando. Un pulsera roja no tiene incluidas las copas. Un pulsera negra sí, y duerme en una suite, y tiene zonas especiales del barco para él, y se comporta como un Bentley. Es elegante, pero marca status. Así que ha entrado en la sala de fumadores y se ha sentado junto a un enorme ojo de buey. Ha sacado dos cigarros de una pitillera plateada. Ha encendido uno y después de la primera calada ha llamado a su mujer. Tiene un marcadísimo acento gallego. Algo ronco. Y le ha dicho que la echa mucho de menos. El barco es precioso, ojalá estuvieras aquí. Esa ha sido su última frase. Después la comunicación se ha cortado y el hombre se ha quedado mirando al suelo. Lo único que se escucha en la sala de fumadores es el zumbido del aire acondicionado y los avances de las máquinas tragaperras. Hay sillas altas para que los jugadores puedan ver cómo sus moneditas caen en el fondo del mar, aunque en realidad se queden en la caja fuerte virtual del barco. Aquí, ni los tesoros ni los doblones existen. Una inglesa pulsera negra ha entrado en la sala y se ha sentado en el quicio del ojo de buey. El gallego le ha tendido el segundo cigarro que reposaba sobre la pitillera. Ha apoyado su cabeza sobre el hombro de la inglesa. Se han quedado mirando el horizonte. Y el rastro de agua que dejamos con nuestras mentiras.

enfant terrible,
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