13 de Noviembre 2004

Ellos

A Nabokov se le ha subido un gemelo así que Cravan me pide que salga a calentar. Miro a Vladimir desde la banda, y bueno, no se queja demasiado. Supongo que no hay nada como llevar treinta años muerto para que las lesiones musculares no afecten demasiado.
Alguien me tiende un peto rojo y Mishima me recuerda que en un partido de degolla al otro se sale a morir. Después de eso, me da una palmada en el culo y se aleja corriendo. Por lo general, los samuráis resultan jodidamente previsibles.
Miller lleva también un peto rojo, y por lo que parece es el capitán del equipo. Él solito se ha hecho con cuatro cabezas. Pérez Reverte, Dan Brown, Lucía Etxebarría y Paulo Coelho. Un botín maravilloso, sin duda. Loriga propone una cena con los cien millones de Lucía, y la idea, evidentemente, tiene gran aceptación.
Rimbaud discute con Burroughs la elección del restaurante, y el maldito Gala aprovecha el despiste para cortarle el cuello al francés. Una baja importante. Chéjov se acerca a Rimbaud y llora sobre él. Carver grita algo así como ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?
El partido acaba, y Palahniuk, que ante todo es un cachondo, continúa chutando algunas de las cabezas que quedan sobre el césped.
Una vez en el restaurante alguien pregunta si cien millones no son muchos millones para una sola cena. Lucía se apresura a decir que la mitad son impuestos. Y alguien le recuerda que las cabezas de las malas escritoras degolladas no hablan. Conseguimos que se calle, pero no conseguimos entender por qué Henry se ha traído sus cuatro cabezas a la cena. Boris Vian aparece con un surtidor de Guinness y llena las cuatro bocas muertas de cerveza. Dice que la cerveza, mejor con poca espuma, que suficiente tienen ya los días. No es un gran chiste, pero a Boris, por respeto, hay que reírle las gracias.
Bebo de los labios morados de Pérez Reverte mientras Burgess arranca las pestañas de Coelho y las coloca junto a media naranja que reposa sobre el mantel. Brindamos, y el postre, y la cuenta, y sí, cuarenta millones de propina, no se preocupe señorita, ha sido un placer, muy buenas.

enfant terrible,
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