Mi hermano murmuró que iba a ser padre, mientras meábamos borrachos, la noche de carnaval. La peluca nos cubría la cara. Y el maquillaje sudaba como lava grasienta.
Pensé en todas las veces que habíamos bebido juntos. En los puñetazos recibidos. En las madrugadas en el hospital. Pensé en todos los recuerdos asociados a lo extremo. En todo lo socialmente prohibido que, ridículamente, intentaríamos prohibir a nuestros hijos.
Miré el fondo del vaso, y repasé todas mis carencias. Fui incapaz de decirle lo mucho que le quería.
Nos subimos la bragueta y salimos de allí. El orín resbalaba calle abajo. Las pelucas quedaron, tras nosotros, en el suelo mojado.
Caminamos hacia el futuro. Sabíamos que era un desfiladero que llevábamos esquivando toda la vida.