Las dentaduras perfectas resultan irritantes. Fichas blancas de dominó. Alineadas escrupulosamente.
A veces apetece volver. A los seis años. A mellar las fotos del periódico. Con un lápiz negro.
Manchas amarillentas. Café. Tabaco. Dientes que se amontonan. Como cadáveres en fosas comunes. Colmillos ácratas. Todo mucho más natural. Con la sinceridad de quien no quiere pagar.
Sonrisas de televisión. Cada incisivo, una factura. Doscientos euros la sesión. Le blanqueamos el bolsillo. Y después, la boca.
Garfios y limas. Verdugos de simetrías absurdas. Hierros góticos bajo las encías. Mucho dolor. Demasiados espejos.
Sobran cepillos. Y billetes. Faltan puñetazos.